Desperté sobresaltada de mi cama, claro como siempre ¿por qué siempre tan sobresaltada Dakota? Ni que tomara bebidas energéticas. Me levanté de la cama y me acerqué a la ventana, era un día nublado, los árboles danzaban por el viento, la ventana tenía algunas gotitas ya que la noche anterior llovió mucho. Me encantaba la ciudad de Amsterdam, adoro el ambiente.
Me acerque a mi cama con deseos de volver a acostarme pero soy una chica fuerte yo lo sé, ordené un poco mi cama ya que me muevo mucho en la noche, cogí el cubre cama y lo sacudí y en consecuencia se cayeron los libros, ¡pero por supuesto! ¿cómo se me olvida que existe la fuerza de gravedad? ¡Ah! Cierto soy Dakota, aún me pregunto cómo entre a la universidad... pero bueno. Recogí los libros (que no eran pocos) y los dejé en mi mesa de noche, ordené el cubre cama y me dirigí al baño, me duché y me vestí con unos pantalones azules, una camisa cuadrillé, unos botines y mi gorro negro de lana que mi abuela tejió cuando cumplí 12 años. Salí de mi pieza para darme cuenta que el departamento estaba solo, mi tía debe haberse ido, eso quiere decir... maldita sea voy tarde. Apresuré el paso hacia la sala de estar agarré mi bolso y mi chaqueta, salí del departamento y corrí a las escaleras de emergencia (no me agradan los ascensores) llegué abajo y finalmente salí a la calle. Una ola de viento me llegó haciendo que me estremeciera.
Caminé hasta la calle Mauritskade y como siempre, las calles de Amsterdam estaban llenas de charcos y solitarias. Pero algo se me hacía extraño, los semáforos no funcionaban, el ruido de los autos por la autopista no lo oía y los ladridos de los perros que eran comunes en la mañana tampoco los escuchaba, era como si toda la gente que veía en las mañanas se hubiera ido, pero lo dudo porque ¿Quién se va de la noche a la mañana?
Toda la ciudad de Amsterdam lucía lúgubre a excepción de la cafetería de mi padre, que mi tía estaba manteniendo, ya que mi padre murió hace 8 años en un accidente de auto, pero esa es otra historia...
-¡Hey Dakota!-Me saludó Martina, ella es una mesera, trabaja aquí desde que el lugar abrió, para mí es parte de la familia. Ella era morena, pelo negro y muy rizado, unos ojos verdes tan claros que casi llegaban a ser grises. Le devolví el saludo con una simple sonrisa.Ese lugar me trae muchos recuerdos. Todos los días venía con mi padre y lo ayudaba a atender a los clientes, ahora que el ya no está aquí no he vuelto a trabajar en la cafetería. Estaba tal cual como la recordaba, cuando entré, inmediatamente ese olor a café inundó mi nariz.
Venía de la escuela con un montón de deberes, no quería hacerlos en casa porque no quería estar sola...en fin entré y mi vista se dirigió hacia mi padre que estaba con una sonrisa atendiendo a la gente, me dirigí hacia la caja, me puse de puntillas para divisarlo mejor ya que la mesa era bastante alta y pues claro, yo muy pequeña.
-¿Qué haces aquí princesa?-Me dijo mi padre
-No quería estar sola en casa...-Dije haciendo una mueca
-Bueno tú sabes que siempre serás bienvenida cariño-Sonrió. Mi padre es uno de esos hombres que enamoran con su sonrisa, un buen hombre -Tienes deberes?- Me preguntó con cara sospechosa
-No...- Dije con tono irónico. Mi padre río y me acarició la barbilla- Tienes que aprender a mentir mejor Dakota
-James, ¿me das la de la mesa cinco?
-Claro-Respondió mi padre, apretó unos cuantos botones en la caja-Oh, ella es mi hija, Dakota.
-Hola pequeña, yo soy Janet-Yo sólo sonreí. Me daba la impresión de que era una persona muy amable.
-Un placer, Janet- y estrechamos las manos.
-El placer es mío- Ambas reímos. -¿Por qué no te sientas y te sirvo algo?-Me dijo dedicándome una sonrisa.
-¿Puede ser jugo de naranja?
-Claro linda-Y dicho esto se fue a la cocina. Mientras ella estaba en la cocina y mi padre entregaba la cuenta a la mesa cinco, yo me fui en busca de una mesa, me dirigí a la única que estaba vacía, me senté y me dediqué a mirar por la ventana, ver pasar a los perros y sus dueños, gente que pasa con esa mirada cansada de tanto trabajar y algunas parejas, tan enamoradas. Desearía que nada de esto cambiara porque en estos momentos amo mi vida.
Pero las cosas nunca serán como esperas que sean... El último día que pude ver a la sonrisa de mi padre.
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El bosque Harrislee
FantasyDakota, una chica que pensaba que era como nosotros, vuelve a donde pertenece, donde encontrará su posible ''amor verdadero'' y aprenderá a defenderse de los habitantes del bosque Harrislee. ¿Cumplirá con su destino? ¿o solo fue una confusión?...