Capítulo 2

1.7K 43 1
                                    

♦ERA UNA noche de tormenta. Con truenos y rayos como para ponerle a uno la carne de gallina. Si mi madre hubiera llevado faldas, me habría escondido entre ellas. Pero sólo usa pantalones. Cree que sus piernas no son bonitas.
Tormenta afuera y también adentro: a Elnopapá le atormentaba justamente un dolor de muelas. Lo había puesto de un mal humor insoportable. Hacía rato que lo veía dar vueltas por la habitación agarrándose la mandíbula. "Pronto va a caer por su propio peso...", pensé. Encendió la tele.
No pude contenerme y le dije:
-Es peligroso encender la tele cuando hay tormenta.
(Lo había leído en el periódico esa misma mañana.)
Le bastó con girar sobre sus talones para soltarme una bofetada.
-¿Por qué esta niña se mete en lo que no le importa?-gritó.
Mamá trató de intervenir:
-¡René, por favor!
Se pelearon. Yo subí las escaleras sin decir nada. Me había lastimado. Me mordía los labios para no llorar: no quería darle ese gusto. Sólo cuando cerré la puerta de mi cuarto dejé correr las lágrimas.
No lo pensé mucho. Saqué mi mochila del ropero, la pequeña, la que uso para salir a pasear por la ciudad. Es rosa con tirantes azules. Metí el osito de peluche que cargo desde que tenía tres años, mi walkman, tres o cuatro casets, mi pluma de tinta roja y mi cuaderno de secretos, los aretes que papá me regaló en navidad, el lápiz de labios de Carola, y... eso fue todo. Me puse mi chamarra, mis tenis anaranjados, la mochila: estaba lista para irme a casa de mi papá y quedarme a vivir ahí para siempre. Decidí que no esperaría al Zorro para conocer el último capítulo. Prefería escribir el final yo misma, por si el Zorro se hubiese retrasado.
Me hice una cola de caballo y me recosté en la cama, esperando que subieran a acostarse.
Casí me dormí de tan tarde que se quedaron viendo tele. Cuando pasaron frente a mi cuarto, los oí reírse. Se habían reconciliado, y al parecer se le había quitado el dolor de dientes al loco ése. Seguramente por la bofetada que me dio. No se detuvieron. Les importaba un comino la niña en la cama. Bromeaban, y me parecía ver a Elnopapá tronándole besos en el cuello a mamá, como hace siempre. Eso me da asco. Me pregunto cómo puede dejar que la bese con esa horrible boca mostachuda...
Escribí un recado a la carrera, para que mamá no se preocupará demasiado. Acabé con un: "No estés triste. Vendré a verte seguido. De todas formas te quiero". Lo dejé en un lugar bien visible encima de su escritorio. Y me fui.
Cuando estuve afuera, lamenté no haber pensado en tomar mi impermeable portátil porque todavía estaba lloviendo. Bueno, no mucho. Lloviznaba nada más. Pero bastó para que me empapara el cabello y los pies. Caminé hasta la estación. Ahí es donde solía encontrarme con papá. Quise llamarlo de camino, pero ya sólo hay teléfonos de tarjeta. Lo mismo en el vestíbulo de la estación. Y yo sólo tenía monedas en el bolsillo. ¡Empezábamos bien!
El gran reloj marcaba las 23:11 horas. Empujé la puerta del Café de los Viajeros. Era el único sitio desde donde podía llamar a papá. El lugar estaba vacío, a no ser por un anciano sentado frente a un vaso de vino tinto. Dormitaba y parecía ausente.
Fui hacia el mostrador. El mesero leía su periódico.
-¿Puedo hacer una llamada?-pregunté.
-¿Estás sola?-dijo mirándome de frente.
-No, mi papá va a venir por mí...
Volvió a hundir la nariz en su periódico.
-El teléfono es sólo para los clientes -dijo entre dientes
-¡Justamente le iba a pedir una malteada de chocolate! -contesté.
Extendió el brazo para echar a andar el medidor de llamadas y suspiró:
-La puerta del fondo...
-Con popote, la malteada -le aclaré.
El teléfono estaba en el baño. Pensé en secarme el cabello con la toalla que colgaba de la pared, pero estaba demasiado sucia. Descolgué la bocina y marqué el número de papá, lista para gritar "auxilio".
Me preguntaba cuál sería su reacción... Después de tres timbrazos entró la llamada.
-Bueno, ¿papá?
Hubo un corto silencio, y luego oí
"Hola, estas hablando a casa de Jacques Bertrand"... -¡Caray!...
¡Su contestadora!-: "... estaré fuera hasta el sábado. Puedes dejarme un mensaje después de escuchar el bip. Hasta pronto."
Fuera hasta el sábado... ¿Cuando se había visto una situación así: que el padre saliera de vacaciones el día en que su hija decide fugarse? A mi padre todo le sale mal. Por eso le negaron mi custodia en el juicio... ¡se equivocó de hora! Eso deja siempre muy mala impresión...
¿Que sería de mí hasta el sábado? Estábamos apenas a lunes. Ni pensar en volver a casa, ya no era mi casa. ¿Y que sucedería con mamá? De seguro llamaría a la policía...
Colgué. No tenía caso que me quedará ahí plantada con el teléfono en la mano, grabando mi silencio en la contestadora. Pensé: "No me queda más que beber mi malteada". Y eso hice♦

Un pacto con el diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora