Queriendo alejarme de la situación sólo me aseguré un lugar en los problemas. Los siguientes días después de su tétrica confesión estuve tratando de quedarme al margen y no hablarle más de lo necesario. Pero cada que tenía planeado concentrarme en lo que hacía, ninguno paraba de seguir al otro con la mirada, él por supuesto se veía más alivianado, y yo no podía ser discreta con mi recelo.
Aquel día... se sentía diferente...
Su nombre no dejaba de darme vueltas mientras ordenaba más recibos firmados en la habitación. Incluso casi firmo un documento en su lugar por error. Me preguntaba qué estaría haciendo en ese momento, si estaría trabajando o durmiendo, o tal vez saqueando la mansión en busca de sus ansiadas pruebas. Todo estaba muy callado, desde la última charla que tuvimos perdí interés en que socializáramos como empresarios y gané, aunque me costara admitirlo, más curiosidad en él como persona.
Tomé mi teléfono y salí de la habitación, encontrándome una pequeña sorpresa. En el suelo justo frente a la puerta se encontraba una humeante taza de café encima de un platito blanco. Alargué el paso que iba a dar antes de derramarla y me detuve poco después.
—No estoy seguro de que te guste lo dulce, por eso mejor esperé para preguntarte—escuché hablar a L, quien estaba ahí atento y sostenía un cubo de azúcar con el índice y el pulgar.
Imaginé que yo tendría aquella expresión atónita en la que solía fruncir un poco, cuando no entendía del todo cómo había llegado a una situación. Levanté el café y caminé hasta él.
—Esperaste en vano—dije—. Sí lo prefiero con azúcar—él dejó caer el cubo dentro de la taza al momento. Me llevé una mano a la frente segura de que lo que quería era decirme otra cosa.
Y no tardó en confirmármelo:
—Vine para ver si terminaste los recibos, me gustaría registrarlos a la brevedad.
—¿Es eso o estás vigilándome como querías?—le pregunté directa y miró pensativo hacia el techo.
—Ambas cosas, me parece—respondió.
Yo suspiré y cerré los ojos, el hecho de tener que estar alerta no me animaba a observarlo las 24 horas del día como él suponía. Quería limitarme a mi trabajo, no estar jugando a los espías.
—No voy a hacer ni decir nada, ya te lo dije. Tampoco me preocupa si el dueño de esta propiedad se mete en líos o si es un hombre malo, cada persona hace lo que le corresponde y creo que tú cumplirás con lo tuyo.
—¿Lo mío?
—Si Waste resulta culpable del que sea su cargo seguro que lo atraparás—sonreí.
L se quedó un poco asombrado a lo último que oyó como si hubiera recibido el mayor de los halagos.
—Gracias (...)—contestó con tono alegre pareciendo motivado. Aquello me hizo reír de manera leve y puse una mano sobre mis labios.
—Pero si no dije nada grandioso—seguí riendo por lo bajo hasta que caí en cuenta de algo—. Aguarda, ¿me llamaste (...)? Casi me creo que me llamarías por mi apellido para siempre.
—Está bien—respondió agitando la mano con desgano.
—Lo siento L, soy mala para los sermones. En cuanto a los recibos no te preocupes, pensaba salir un rato ya que he terminado.
En ese instante L se acercó de golpe quedándose demasiado cerca de mi rostro y mirándome a los ojos, cosa que me asustó por completo al no esperarme ninguna acción precipitada. Ni siquiera retrocedí, sólo teniendo tiempo para pegar mis manos al pecho.
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No hay necesidad de encariñarse. (Death Note: L x lectora).
FanficSe fue, al igual que el cardenal posado en la ventana 24 horas antes de la desgracia. Puede ser estúpido expresarlo pero ¿de qué otra forma desahogar a la muerte? Amigo mío, ella no es nuestra verdadera guía; conocida como el principal desahogo de...