Una visita enigmática

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Habían transcurrido cuatro años desde la triste partida de Dana y Kai. Aunque su recuerdo seguía vivo en la Torre y todos sentían su ausencia, la vida continuaba y los eventos mágicos seguían ocurriendo, aunque dentro de los límites de lo que se consideraba normal en ese mundo lleno de magia.

A pesar de que la Torre no estaba tan llena como en sus días de mayor actividad, en su interior se encontraban cuatro magos de edades similares, incluyendo a la hija de los dueños de la Torre. Lis, ya con 16 años, lucía orgullosa su túnica verde, símbolo de que había ascendido al segundo nivel de magia. Llena de energía y deseos de aventuras, se aventuraba una vez más en el misterioso bosque que rodeaba la Torre, esta vez en compañía de su amiga Julia. Ambas buscaban artefactos abandonados y estaban dispuestas a vivir emocionantes peripecias.

Detrás de un árbol, Lis se detuvo y señaló hacia la cima, donde colgaba una cadena con un objeto. Llamó a su amiga para que le ayudara.

-¡Julia, ven rápido! ¡He encontrado algo!

Julia, de 15 años, llegó corriendo. Vestía una túnica blanca que indicaba que era una estudiante de primer grado. Sus ojos color miel contrastaban con su piel morena, y su cabello negro estaba trenzado hasta la cintura. Aunque no era alta, tenía una figura llamativa.

Una vez junto a Lis, observaron el objeto colgante en la rama del árbol. Lis realizó un hechizo de aire y levitó a Julia para que pudiera alcanzarlo. Cuando lo sostuvo, vieron que era un colgante con una cadena de plata, con un amuleto en forma de luna en el centro. En la parte posterior del amuleto estaba grabado un nombre: DANA.

-¡Lis, dice Dana... esto es...

-... es el nombre de la maestra de mis padres. Debo llevárselo, concluyó Lis con determinación.

Sin embargo, mientras las jóvenes hablaban, escucharon pisadas firmes acercándose hacia ellas. Lo que aún no sabían era que esas pisadas cambiarían el curso tranquilo de su día en la Torre por una tragedia inesperada.

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Salamandra!!!", exclamó un hombre corpulento de unos 50 años, acercándose a Lis con entusiasmo y abrazándola con fuerza.

-Salamandra... ¡te ves genial! Te he estado buscando, dijo el hombre efusivamente. Sin embargo, Lis se desvinculó del abrazo con una expresión incómoda y cortó la conversación de inmediato.

-No soy Salamandra, esa es mi madre, corrigió Lis con paciencia, tratando de mantener la cortesía.

Pero el hombre parecía no entender  la incomodidad de la joven y procedió a darle dos besos rápidos y apresurados.

-Una hija, ¡oh! Mi Salamandra ha tenido una hija... perdona, niña, el hombre parecía emocionado, pero la reacción de Lis fue de repulsión. El aspecto desaliñado del hombre y su aroma no eran precisamente agradables. Además, Lis no tenía idea de quién era. En ese momento, Lis cruzó una mirada con Julia, compartiendo su incomodidad, y habló para distanciarse del forastero.

-¿Quién eres? ¿Cómo conoces a mi madre?, preguntó Lis, tratando de entender la situación.

-Oh, niña, perdona... soy Oso, uno de los mercenarios con los que tu madre solía trabajar. Juntos enfrentamos miles de desafíos y vivimos aventuras, explicó Oso con una sonrisa amigable en su rostro. Siempre mostraba valentía y alegría, además de un coraje innato en situaciones peligrosas. Lis recordó las historias que su madre le había contado sobre él, pero la realidad no coincidía exactamente con sus expectativas.

A pesar de ello, el tono de Oso cambió y Lis captó la seriedad en sus palabras.

-Estoy buscando a tu madre, necesito hablar con ella. Recuerdo que me dijo que  había estado  en la Torre, pero la verdad es que este lugar no es fácil de encontrar. Necesito que me lleves hasta ella, es un asunto importante, dijo Oso con urgencia. Lis percibió la gravedad del asunto y asintió, aceptando llevarlo a la Torre.

Crónicas de la Torre: LisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora