Si hubiera sabido lo que sé ahora, no me habría enamorado de él. Si hubiera sabido a
los trece años lo que aprendería en los doce años desde entonces, habría sabido que
la gente que necesita más ayuda no quiere ser arreglada o están más allá del punto de
poder ser reparados.
Las personas que parecen estar haciendo los gritos más grandes de ayuda en realidad no
están gritando. Han aceptado quienes y qué son, somos nosotros aquellos quienes se tropiezan
a lo largo con ellos, queriendo, necesitando y teniendo que arreglarlos, quienes son los que
necesitan ayuda cuando todo está dicho y hecho.
Al menos esa fue mi experiencia. En los siete años desde que dejé el rancho Red Mountain,
había encontrado ayuda en la distancia, independencia y reinventarme a mí misma como una
mujer competente, capaz. No era la misma niña asustadiza e impresionable que había sido
cuando caminé a través de esas puertas la primera vez. Nunca sería esa niña de nuevo.
Pero mientras más me acercaba al lugar donde pasé cinco de mis susceptibles años
adolescentes, sentí a la mujer de veinticinco años que era alejándose encogiéndose y a la chica
que había sido una vez empujando hacia la superficie. Podrían haber sido los familiares caminos de grava por los cuales el taxi estaba crujiendo mientras pasaba, la primera vez que los había pisado en años, o podría haber sido la razón por la cual estaba regresando después de vivir con la impresión de que había visto mis últimos picos que sobresalen y valles amplios de Jackson Hole. O tal vez pudo haber sido porque en la llamada que había recibido hace unos pocos días, suplicándome que volviera antes de que fuera demasiado tarde, me había enterado de que él estaría aquí. El chico por el cual me preocupe hace cinco años intentando ayudarlo, tratando de arreglarlo. Él, por el cual desperdicié cinco años de mi vida intentando reparar.
Mis manos se retorcieron en mi regazo mientras trabajé para vaciar mi mente porque
necesitaba una cabeza despejada para lo que me estaba esperando. Necesitaba una mente limpia para enfrentarlo y asegurarme de que esos sentimientos equivocados que tenía por él no me drenaran la energía como lo habían hecho antes. Necesitaba a la mujer fuerte que era ahora en su mejor forma desde el momento en el que subiera por los escalones del pórtico hasta el
momento en que saltara hacia abajo por ellos cuando me marchara.
Era junio. Los días eran largos, pero nunca habían parecido tan largos en esa parte del
mundo. Mi vuelo había llegado un poco tarde, así que era más cerca de las ocho que de las siete
cuando el taxi cruzó a la izquierda en el final del camino. Ya las sombras estaban arrastrándose
a través de los campos verdes. Eso era por la montaña. Por sí misma, parecía monstruosa en
tamaño, pero Red Mountain no se comparaba con la afilada y nevada aguja de la cordillera Teton rodeándola. Pero era lo suficientemente alta para tragarse el sol temprano, así que todo en el valle pasaba más tiempo cubierto en una sombra que la mayoría de los lugares. Era culpa de la montaña que los largos días de verano fueran cortados temprano. El propietario de esos campos y los miles de acres extendidos alrededor de ellos reclamaban que era culpa de la montaña por prácticamente todo lo malo que había en su vida y la de tantos otros.
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Three Brothers
RomanceCrecí con tres hermanos. No estaban atados a mí por sangre, pero nuestra relación iba más allá de la genética o el mismo apellido. Nuestra conexión fue forjada el verano en que cumplí trece años, el verano que mi mamá terminó con su vida y me dejó b...