Parte 1; 1

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Jongin no sabe amar.


Jongin no sabe caminar; sus piernas se doblan, débiles, como dos palos sin movilidad ni flexibilidad. No puede ponerse en pie sin ayuda de alguien más. Jongin tampoco sabe cómo hablar bien, su boca se abre y de ellas solo escapan sonidos sin sentido alguno, simples balbuceos inútiles, tan inútiles como su capacidad para decir una oración extensa o su propio nombre sin tardarse. Jongin no sabe hacer muchas cosas, como leer ni escribir fluidamente; no puede sostener un libro ni un lápiz correctamente sin que se le caiga de las manos. No tiene idea de qué es una oración, un adjetivo, una preposición. Jongin no sabe, o más bien no puede, interpretar; ni una sola palabra que se le dice a un ritmo normal. Para él solo son ruidos y reacciona a ellos de acuerdo a cómo lo estimulen. Se le debe hablar lento, mirándolo a los ojos, asegurándose de tener toda su atención y repetirle varias veces, aunque en ocasiones sea como hablarle a la nada absoluta. Como hablar al vacío, en una habitación desocupada. Otra de las tantas cosas que Jongin no sabe hacer es sumar sin demorarse siglos. No sabe comer sin ensuciar todo, no sabe ir al baño por sí solo, ni mucho menos valerse por sí mismo unas pocas horas sin comenzar a llorar.

Jongin no sabe hacer absolutamente nada.

...

—Eres un idiota— dice fríamente, mirándolo a la cara desde su lugar, a un par de metros con una mueca de desagrado implantada en su semblante. Una sonrisa boba se forma en los otros labios al escuchar su voz.

—Un completo y bien jodido idiota. 

Una gota de agua cae sobre su cabeza, y Kyungsoo sabe que probablemente comenzará a llover. Observa fastidiado a Jongin, quien está sentado en una silla de ruedas frente a él; su madre había salido a trabajar y lo había dejado cuidando a su primo. Pero para empezar, Jongin ni siquiera debería estar en su casa. Él no era su amigo, no era su hermano, no era nada más que un primo político; ni siquiera lazos sanguíneos los unían. Jongin era un pobre diablo abandonado y adoptado. Entonces Kyungsoo no entendía—no entendía por qué tenía que estar ahí cuidando de él, de alguien tan inútil cuando podría estar haciendo cosas mucho mejores, como salir con sus amigos, por ejemplo, o responder los mensajes de esa chica de pechos grandes y acinturada que insistía en hablarle, o fumar un poco de polvo de hadas, la nueva droga del mercado, una que da alucinaciones más reales que cualquier otra ha dado nunca, y sensaciones más vívidas que las experimentadas en la vida real. Que atrapa, atractivamente, con su color amarillo y que parece ser de uno de los oros más caros y pulidos.

Pero no, debía estar allí, viendo cómo su primo miraba hacia las nubes con la boca abierta, dejando que las gotas ya más gruesas le cayeran en los ojos y riendo por ello. Kyungsoo frunce el ceño cuando siente las gotas mojando su ropa. Se pone de pie del asiento y se dirige a la puerta para entrar en su casa. Jongin, menor que él por un año, ni siquiera se da cuenta y continúa mirando cómo las nubes le escupen directo en la cara, como una burla directa que nadie comprende. Kyungsoo sabe que si su madre llega a saber que dejó a Jongin afuera con la lluvia le va a gritar furiosa, pero en estos momentos no le puede importar menos eso. La hermana de ella, una adorada y ejemplar mujer, adoptó a Jongin hace años, antes de que tuviese una memoria estable incluso. Y desde entonces es como si fuese en verdad el sobrino de su madre, lo cual le parecía enormemente ridículo, porque para él no corre de la misma forma; para él, Jongin sigue siendo el discapacitado mental inútil de siempre; el que estorba, el que roba todo lo que es suyo desde que apareció en su vida.

Una completa mierda.

Las gotas continúan como llovizna delgada, y Kyungsoo tiene esos deseos traicioneros de volver a llorar, a pesar de que no es algo que el haga muy a menudo—algo que siquiera haga en presencia de alguien más o por razones mínimas. ¿Cambiaría algo el que Jongin no existiese en la muerte reciente de su tía? Alguna influencia mínima, se pregunta, al menos un giro distinto en el destino ya definido de todos. No había forma de saberlo y, sin embargo, prefiere hacer recaer la culpa en Jongin, ya que su tía se encontraba en un viaje para conseguirle un medicamento que se había acabado y necesitaba con urgencia. No culpa al hombre que conducía el bus en el cual la mujer se encontraba, y que volcó debido al sueño y la lluvia tormentosa de una noche hace menos de dos semanas cumplidas.

Enfermedad de Primavera; KaisooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora