6. Suspiros

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Narra Sesshômaru:

El auto estaba detenido, estacionado en el mismo lugar donde dejé a Rin, por el espejo retrovisor la vi alejarse con su caminar elegante y juvenil hasta que llegó a casa. Eché mi cabeza hacia el volante sin cuidados de golpearme, mi frente rebotó contra la espesa goma del instrumento, el cual rodeé con mis brazos para recostarme sobre él. Suspiré largo y tendido, no podía terminar de creer lo mucho que había sucedido en tan poco tiempo... Porque así me sentía, como si el tiempo no me alcanzara cuando estaba junto a Rin y fuera desmesuradamente insuficiente. Por ejemplo, las clases en su aula son las que más rápido pasan mientras que en otros cursos las horas parecen eternas.
Es natural, supongo, cuando te gusta tanto una persona que te pierdes por completo en su mirada. Cuando veo a Rin, justo como esta mañana, siento que ella es capaz de leer mi alma; presiento que esa hermosa jovencita sabe lo que estoy pensando, lo que quiero hacer y la manera en la que quiero hacerlo. Así son los bellos ojos aterciopelados de Rin.
Volví a suspirar y caí en la cuenta de que lo hago con frecuencia desde que ella me empezó a gustar, me alarmó porque jamás había "suspirado por amor", pero no se sentía tan mal, era, más que nada, un alivio. Me sentí bien en cuanto a no haberle faltado el respeto a Rin, besarla aún conservando mi relación actual con Kagome no hubiera resultado nada bueno, prefiero estar libre de culpas y poder hacer con ella todo lo que se me cruza por la cabeza. Porque, no voy ni puedo negarlo, al pensar en Rin se me vienen decenas de imágenes eróticas en las que ella y yo somos protagonistas. Estoy más que ansioso por descubrir su forma de amar, su entrega, quiero saberlo todo cuanto antes.
Me pareció que, de repente, las calles se hacían infinitas. El gris del pavimento urbano se extendía más y más por mucho que me esforzará en avanzar, parecía que jamás llegaría a casa. Las nubes comenzaron a pintar el cielo hasta cubrir el color celeste con un matiz grisáceo claro, y me contagiaron ese ánimo depresivo y lleno de tristeza. Presioné un botón con la ilusa esperanza de que alguna canción de la radio me hiciera cambiar el estado anímico recientemente adquirido, pero iba salteando estaciones y ninguna melodía era tan bella como el dulce eco de la risa de Rin que estaba tan presente en mi mente.
Llego a casa, al entrar veo a Kagome y a Inuyasha tomando un café, el ambiente entre ellos parece haber mejorado.
-Buenas tardes -digo.
Le doy un beso corto a Kagome en los labios y hacemos el saludo del puño con mi hermano, la cual obviamente fue idea de él desde el principio.
-Buenas tardes, Sesshômaru, ¿quieres un café? Kagome y yo recién empezamos, ¿cierto, Kagome?
Inuyasha luce de excelente humor hoy, voy a aprovechar eso y no voy a alterar lo que los planetas alineados y el mismísimo Universo lograron con tanto esfuerzo.
-Claro -respondo y me siento a la mesa -. ¿Qué tal su salida al centro comercial?
-Perfecto, Kagome eligió un bonito obsequio para sí misma y no lo sabía, pude engañarla, ¿o no?
- ¿Para sí misma? ¿No era para otra chica?
-Pues no, como no sabía sus gustos tuve que engañarla, en realidad era un obsequio para darle la bienvenida -explicó él.
-Oh, ese fue un lindo detalle de tu parte, Inuyasha -comento -, ¿o no, Kagome?
Ella asiente con una media sonrisa.
Tomé el café, todavía perturbado por la imagen de Rin. Estaba muy emocionado al respecto, ella me correspondía, pero mis sentimientos tomaban formas extrañas como nunca había sentido. Y por extrañas me refiero a que nunca las había sentido por lo que supongo que el lazo de emociones que me une a Rin es mucho más fuerte que los que alguna vez me unieron a otras mujeres, son inexplicables y diversas.
Noto que Inuyasha está viéndome como si estuviese esperando algún tipo de respuesta.
-Lo siento -me disculpo -, estaba pensando en el trabajo, ¿qué decías?
Situaciones similares me sucedían a cada momento y cuando Kagome o Inuyasha me descubrían me sentía como un ladrón que fue atrapado en la mitad de un robo. Sólo podía disculparme, no podía hacer más, no podía dejar de pensar en Rin.

Mientras el tibio agua caía sobre mi cuerpo seguía pensando en ella, en la manera en que brillaban sus ojos cuando me miraba y en su sonrisa tan fresca; su manera de caminar, tan atractiva e inocente a la vez, me estaba volviendo loco. Estaba totalmente excitado, necesitaba poseerla lo más pronto posible o perdería la cabeza. Tuve que masturbarme, no pude soportar el calor de mi cuerpo, mientras más trataba de evitar pensar en Rin, más se me venía a la mente su dulce imagen. No suelo recurrir a este tipo de cosas, mayormente soy paciente y espero a que mi deseo se satisfaga en algún cuerpo femenino, pero Rin... Rin estaba volviéndome loco, totalmente loco.
Decidí hablar con Kagome y pedirle un tiempo de la mejor manera posible.
-Kagome, ¿puedo entrar? -dije golpeando la puerta de su cuarto.
Inuyasha estaba por salir, lo sé porque vi que llevaba su bolso.
- ¿Kagome salió? -le pregunto.
-Salió hace un rato, creo -respondió con la mano en el picaporte -. Voy a la casa de Miroku, nos vemos más tarde.

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