Me desperté a causa de unos golpes que se oían en la lejanía, los otros ángeles también estaban despiertos, pero no parecieron inmutarse. Ya sabían lo que causaba ese ruido, y yo también lo comprendí al ver que Kena no estaba.
Me adentré en la espesura del bosque guiado por el sonido de troncos rompiéndose y la enorme fuerza que emanaba del cuerpo de Kena. La encontré llorando mientras usaba un árbol como saco de boxeo. Sus nudillos estaban horriblemente heridos. La sangre estaba reseca alrededor de sus dedos, y en el dorso de sus manos había carne fresca.
-Kena... -la llamé, pero ella parecía estar en trance.
Me acerqué a ella y le di una patada en la barriga con la espinilla, para separarle del árbol. Se levantó mientras me daba un puñetazo en la cara y me ensuciaba la mejilla de su sangre.
-¡¿Qué crees que haces imbécil?! –gritó.
Le di otra patada, pero esta vez en las piernas para hacerla caer al suelo. Aún chillaba, cuando me tiré encima de ella y la inmovilicé.
-¡Déjame! –se zarandeaba y usaba su piernas para quitarme de encima suyo, era muy fuerte, si no conseguía que se tranquilizase, en poco tiempo yo saldría volando por los aires.
Le di una bofetada y ella un puñetazo en el pecho ,con la mano que le había quedado libre, caí hacia atrás y ella se pudo incorporar.
-¿¡PERO QUE COÑO TE PASA!? –volvió a gritar aún histérica. Cuando se acercó a mí me dio una patada en el estómago y me hizo escupir sangre.
Me levanté y le di un puñetazo entre las costillas, ella respondió con una patada en la entrepierna, suerte que la pude esquivar a tiempo porque si eso me llega a alcanzar su objetivo de seguro me deja estéril. Cogí empuje y le di una patada en sus costillas que la hizo caer hacia atrás. Y cayó al suelo y me recordó vagamente a una escena del pasado.
Cuando yo y ella éramos jóvenes. Ella debería tener unos siete años y yo once. Los dos estábamos en el hospital, (nos escapamos de allí cuatro meses después), mi padre estaba operando en una sala y ella era la siguiente. Yo era el encargado de vigilarla y me tomaba muy en serio lo que me pedía. Kena se levantó y yo la obligué a sentarse.
-Tengo hambre... -dijo ella con el rostro indiferente.
-No puedes comer hasta que salgas de la intervención.
Pero ella insistió hasta el punto de llegar a llorar y chillar por comer algo, yo me agobié y le di un fuerte golpe en las costillas.
-¡Basta! –estaba a punto de llorar en el suelo- ¡No siempre uno tiene lo que quiere!
-Pero... -sollozó.
-Las cosas –me acuclillé junto a ella- no se consiguen pegando gritos –acaricié sus mejillas para quitarle las lágrimas, me sentía fatal por haberle hecho daño- se consiguen sabiendo esperar.
Volví al presente cuando Kena empezó a dar golpes en el suelo. Me acerqué a ella y le repetí las palabras que le había dicho ya antaño. Ella simplemente asintió y permitió que yo la abrazara.
-Quiero morir –dijo entonces- no puedo más, voy a volverme loca, estoy muy cansada.
Le acaricié el pelo.
-No sé cuál es mi meta en la vida. Antes creía que era matar vampiros, pero ya no quiero ir, no quiero vivir solo por venganza.
Enterró su cabeza en mi hombro y me rodeó con los brazos, una sensación de euforia y de tristeza me inundaron el pecho. Euforia porque me abrazara, y tristeza por su estado.
-Todo va a estar bien.
-No, estoy cansada de esto, cansada de sentirme así.
No sabía que decir para consolarla. Yo era ya un adulto de veintidós, casi veintitrés, años, era yo quién tenía que cuidarla, era yo quién tenía que velar por su seguridad, y lo estaba haciendo de pena.
-Solo huye conmigo. Vámonos a una ciudad a empezar de nuevo, vivamos en una casa apartados del mundo. Vivamos allí y formemos una familia, los dos juntos.
-Me cuesta fiarme de tu palabra cuando ya me han fallado miles de veces.
-Lo importante ahora es que estoy aquí, contigo y que te amo.
Me daba igual si ella aún estaba enamorada de Gabriel y a mí me había dejado de lado yo la seguiría como un pero a donde fuera y acataría sus peticiones con absoluta obediencia.
Ella me desabrochó la sudadera, debajo llevaba una camiseta de tirantes un poco holgada de color gris, y presionó su mano contra mi pecho. Acercó sus labios a mi oreja, mientras con su otra mano acariciaba el cabello corto de mi nuca. Yo permanecí inmóvil intentando no saltarle encima, porque tenía ganas de ella, si esto seguía no podría garantizar que no le robase más de un beso.
-Dante... -susurró- no puedo con esto, la realidad es demasiado aterradora ¿pretendes que olvide todos y vuelva a ser feliz? Te recuerdo que hasta que no exterminemos todos los vampiros las personas no estarán a salvo.
Me separó únicamente lo suficiente para colocar mis labios casi rozando los suyos.
-No te pido eso, te pido que escapes contigo, que vayamos a ser raros y enfermos a otro lado, juntos.
Nuestros labios se estaban tocando, pero no llegamos a darnos lo que se considera un beso.
-¿Serías mío? ¿Verdad? ¿Me consentirías y me tratarías como una reina?
-No. Te trataría como te mereces, ni más ni menos –le mordí el labio inferior y ella aprovechó para cogerme de la nuca para acercar aún más nuestros labios. Nos besamos por primera vez en más de dos meses. No entendía lo que pasaba por la mente de Kena ¿se había olvidado de Gabriel? ¿Había aceptado escapar conmigo? ¿Finalmente travesaría el portal para matar vampiros? Pero todo eso se lo preguntaría más tarde. Ahora solo quería disfrutar de sus besos. Me acariciaba el pelo y presionaba su cuerpo contra el mío. Yo estaba sentado en el suelo y ella estaba de rodillas y 'derecha' (NO SE MUY BIEN COMO DESCRIBIR SU POSICIÓN, PERO OS DEJO UNA IMAGEN, EL TIO DE LA IMAGEN ESTA EN LA MISMA POSCICIÓN DE KENA) Su cara quedaba encima de la mía y usaba eso para torturarme. De vez en cuando separaba nuestros labios mientras ella sonreía, y me obligaba a estirar más el cuello en busca de su contacto. Finalmente dejó de jugar y abrió aún más la boca para que yo pudiera meter la lengua. Nuestras bocas y nuestros cuerpos se encajaban formando un único ser, como si hubiésemos sido creados para estar juntos. Nuestras lenguas se enredaban y nuestra saliva se mezclaba. Cada vez que nos separábamos para coger aire ella jadeaba y eso me perturvaba el corazón, mientras mis manos se enredaban en su ropa estropeada y sucia.Notaba como su cabello me hacía cosquillas en el rostro y deseé que no se lo cortase nunca. Nos volvimos a separar y nos miramos a los ojos. Kena era la primera mujer que amaba de verdad e iba a luchar por ella, siempre. Pero la felicidad duró poco, porque apareció él, y trajo consigo los celos y la lluvia.