*Cuatro meses después*
El último año de instituto ya había empezado, al igual que mi relación con Oliver y las vacaciones de navidad. Somos novios oficialmente. Mis amigas y yo nos reconciliamos una semana después de estar peleadas.
Veinticuatro de diciembre • Nochebuena
-¡Pero si va a una discoteca no puede llevar vestido largo! Y mucho menos el de Elie Saab, es precioso y se lo podrían romper.
-¿No ha dicho que va a un baile?
-En realidad ni una cosa, ni otra.-sonreí- Voy a un recinto cubierto por una carpa, así que, aunque esté medio al aire libre, yo no llevaría un vestido largo.
-¿Pelo recogido o suelto?
-Suelto, supongo.
Y después de un buen rato decidiendo qué ponerme, encontramos algo adecuado: pantalón largo blanco, blusa color azul marina a juego con los tacones y la sombra de ojos, y una blazer color blanco, como el pantalón. Labios anaranjados y el pelo suelto con tirabuzones grandes.
-Con lo fea que eres y lo guapa que te ponen. Que buen gusto tengo para elegir a profesionales de la moda.-dijo mi madre al verme.
-¿Por qué te pones esos tacones? Ni siquiera sabes andar.-dijo mi padre.
-Sí, sí que sé.
-¡Oye! ¡A tu padre no le hables así! ¡Él te ha dado todo lo que tienes!
-Déjala, ya estoy acostumbrado a que me trate así.
-No sé ni por qué la dejamos salir con lo mal que se comporta. Es un fraude como persona.
Salí lo más rápido posible de allí. Me estaba esperando Paola para irnos en su coche al recinto.
Oliver también estaba allí, pero había quedado con otra gente. Aunque Oliver me quiere mucho, tiene tendencia a quedar con su grupito en las fiestas, lo que quiere decir que paso la noche sola con mis amigas, y me encanta, es sólo que veo a las demás con sus novios y yo también quiero.Fui a la barra a pedir algo, cuando veo que el chico de los ojos azules-Schiavi-estaba en la otra punta de la barra. En estos cuatro meses me había medio olvidado de él, me había echado novio. Pero la verdad es que al volverlo a ver olvidé completamente a Oliver.
Me acerqué un poco hasta dónde él se encontraba. Yo estaba apoyada en la barra, a dos metros de él, le miré, y, para mi sorpresa, me estaba mirando. Volví la cara hacia otro lado. Justo en el momento en que volví la cara supe que no debí hacer eso, así que para rectificarlo, me puse a su lado.