Capítulo

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-Oh, por favor, dime que no eres tú tratando de despertarme. Dime que no es la hora que creo que es.-me quejé observando a Rick entre mis pestañas.

-Vamos, Eli, hace un día precioso, vas a perderte el amanecer.

-Amanece todos los días, no creo que me pierda nada.-susurré volviendo a cerrar los ojos.

Él rio.

-Hoy es un día especial. Escapémonos.

Me levanté bruscamente. Mi cara debía de ser un auténtico cuadro en esos momentos. Hice un ademán de observar mi dedo, pero Rick lo apartó procurando una mueca.

-Hoy no es tu cumpleaños, tampoco el mío. Hoy no cumplimos dieciséis, Eli. Hoy somos tú y yo y el resto del mundo no existe.

Sonreí.

-Me parece bien.

Me levanté y tras pasar por el baño, tratando de no despertar a mis padres, salí. Él caminaba por delante de mí, con mis dedos entre los suyos. No aparté la mirada de nuestras manos unidas en el trayecto hasta la playa.

Nos dejamos caer en la arena. Le observé sonriente. Fue entonces cuando me di cuenta de que Nick también lo hacía. Y mientras tanto, a su alrededor, de entre los diminutos granos del suelo, surgían finas hierbas y pequeños capullos de flores.

-¿Estás haciendo tú eso?-le pregunté.

-¿El qué?-respondió con otra pregunta.

Cogí una flor y se la enseñé.

-¿Qué crees que significa?

-¿Qué eres un cursi?-contesté riéndome.

Él frunció el ceño y se lanzó a hacerme cosquillas. Cuando al fin pudimos parar de hacernos bromas y reírnos el uno del otro, nos quedamos acostados, observando los diferentes matices y la mezcla de colores que teñía el cielo. Las flores del suelo eran pequeñas y me di cuenta de que conforme la verdad de aquella magia iba haciendo mella en mis pensamientos, más iban desapareciendo, enrollándose en sí mismas y escondiéndose de nuevo en la arena.

-¿De qué color crees que será nuestra sangre?-pregunté sin poder evitar volver siempre al mismo condenado tema.- No noto ninguna diferencia en mí.

Él se mordió el labio y en ese momento lo supe. Él sí lo sentía.

-Crees explotar. Rebosas energía. Naces de nuevo.-murmuré repitiendo las palabras de mi hermano cuando me explicaba el día de su décimo sexto cumpleaños.

-Sí, no se cumplen dieciséis años todos los días.-dijo él.

-Eres un tío adorable.

-Sin lo de tío habría quedado mejor.

Se levantó de improvisto y sacudiéndose las rodillas, se bajó los pantalones. Le miré mientras dejaba que la marea le bañara los pies desnudos.

-¡Eh! ¿No te has traído bañador?-me preguntó sacudiendo la mano de un lado a otro.

Propulsándome con la palma de mis manos, me puse de pie y corrí hacia él.  Y para cuando llegué a donde antes estaba, ya se había refugiado en la frialdad de las aguas de la orilla.

Y entonces pensé algo. Que me pasaba el día deprimida por algo que no tenía remedio. Y decidí también, que no me iba a preocupar nunca más. Que iba a sonreír a cualquier cosa que me sucediera. Que iba a luchar y defender mi naturaleza, aunque fuera la más inútil de los magos. Limpié unas momentáneas lágrimas bajo mis pestañas, y agachándome a coger una concha, corté mi tobillo. Nadie miraría un minúsculo centímetro de aquél trozo de piel. Cogí aire y lo solté. Observé una brillante gotita resbalar. Y con una sonrisa en los labios me lancé al agua.

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