Capítulo 4

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Capítulo Cuatro:


Después de que el teléfono quedara tendido y medio destruido en el suelo, Sofía se acercó con miedo a Arturo y lo intento ver a los ojos, pero él desvío la mirada.

-¿Qué pasó?.- preguntó con la voz rita y tímidamente, temiendo por la respuesta que le ya sabría que obtendría.

-Tenemos que arreglar una de las habitaciones de arriba, lo van a traer y está herido.- el rostro de Sofía se contrajo mostrando el terror en sus ojos y lo miró comenzar a movilizarse.

Arturo corrió hacia el piso de arriba dispuesto a arreglar la cama de la primera habitación para que Francisco recibiera rápido la atención médica necesaria, Sofía lo miro desaparecer escaleras arriba y estaba por seguirlo, pero escuchó un grito.

-¡¡Sofía!! ¡¡pon agua a calentar!!, busca toallas y alcohol en el baño de abajo, yo arreglaré lo demás.- ella asintió de forma rápida y camino a la cocina lo más rápido que pudo para hacer todo.

Encendió la estufa y en la flama dejo una olla con mucha agua, después intento correr hacia el baño en donde estaba una maleta negra con amarillo y rojo repleta de cosas médicas, ella las tomo y comenzó a subir las escaleras con la pesada maleta en la mano.

Llegó al segundo piso y caminó hacia la habitación, donde la cama estaba más abajo pues un colchón había abandonado su lugar reduciendo su altura, Arturo la ayudó y dejo la maleta a un lado de la cama.

Acomodaron el colchón y las sábanas, también de encargaron de despejar el suelo y dejar lo más despejado posible todo alrededor.

Ambos bajaron corriendo las escaleras y en ese instante un auto derrapó en el patio llevándose algo de pasto en su llegada, Sofía abrió la puerta adelantándose a Arturo y lo que observó la dejó helada y estática.

Francisco era arrastrado por dos hombres que llevaban el rostro cubierto, la sangre bajaba por el cuerpo de él dejando un camino de sangre mientras lo llevaban escaleras arriba.

El rostro de Francisco estaba cubierto por un pasamontañas, pero ella sabía que era él, imposible no reconocerlo con esos tatuajes que cubrían varias cicatrices por todo su cuerpo, aún cuando lo vio perderse escaleras arriba se quedó mirando el camino de sangre que habían dejado.

-¡Sofía!- Escuchó el grito de Arturo.- Ve por el agua, rápido.- ella asintió de forma rápida saliendo de su trance y se fue a la cocina en donde el agua soltaba burbujitas.

Apagó la flama y con un par de trapos viejos de cocina tomó la olla, pero el calor pasaba por los trapos quemando sus manos un poco, aunque en el momento no logró darse cuenta de las consecuencias que tendrían que manos gracias a esas quemaduras.

Subió las escaleras lo más rápido que su cuerpo le permitía cuidando que el agua no se fuera contra ella, cuando logró subir las escaleras dio un gran suspiro y llegó hasta la habitación, pero la puerta estaba cerrada y no podía soltar la olla para abrirla.

Golpeó con el pie la puerta de forma repetida hasta que se abrió, un hombre bastante alto fue estaba ahí para recibirla, tras un par de segundos abrió más la puerta y tomo la olla dejando  pasar a Sofía, aunque ella hubiese preferido no hacerlo.

Las manos le ardían y sabía que pronto tendría ampollas, no quería verselas por que eso era  lo que menos le importaba en esos momentos, le dolía más ver a aquel hombre- demasiado idiota- pero fuerte, estando en esa cama con los ojos cerrados y el pasamontañas cubriendo su rostro.

-Bueno, tenemos que revisar las heridas, ya mande a alguien por sangre y el suero, por ahora haré lo posible para mantenerlo bien.- habló uno de los hombres.

A La Mexicana. (RESUBIENDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora