El Sol se asomaba por detrás de las colinas que Illiai desde su ventana podía ver.
"Hola, hermano Sol" se atrevía en ocasiones a emparentarse con la mismísima estrella.
Se levantó de la cama con energía de sobra, porque si de ánimos se trataba, Illiai tenía para dar y repartir.
Caminó tarareando aquella pegadiza tonada que todas las mañanas cantaba.
"Sabes que este día a ti te saldrá bien, sabes que no hay porqué entristecer, relaja el ceño ¡y dame una sonrisa, que éste día todo irá muy bien!" Cantó animado hasta llegar al comedor y sentarse en una silla que arrimó a la mesa.
Saludó a su abuelita con fervor, y su tierna abue le devolvió el saludo.
Su alto abuelo atravesó la habitación preguntando por un destornillador.
Saludó a su abuelito con fervor, y su guapo abue le devolvió el saludo.
Su abuelita preparaba el desayuno y ya podía oír a papá despertar en la habitación, pero no salió de ella.
Comió toda la comida que en su plato habían puesto y en ese momento su padre salió del cuarto, masajeándose la nuca y saludándolos, pero Illiai ya debía retirarse si quería ayudar a juntar las hortalizas.
Fue a la pequeña huerta que su vecina, la señora Millpot tenía en su jardín, la saludó. Para su sorpresa, parece que no recolectarían nada hoy y junto con ella comenzó a retirar las malezas que nuevamente habían aparecido.
"Pues para complacerte a ti, hoy yo seré muy feliz" cantó.
La señora Millpot rió, y lo aduló diciéndole lo dulce que era.
Illiai le agradeció por el cumplido y continuó con el trabajo hasta que hubo terminado.
Se despidió cortésmente y corrió hasta llegar al parque donde todos sus amigos se encontraban.
Jugó por horas con ellos, le encantaba divertirse y ver cómo todos reían a su alrededor. Le gustaban las sonrisas y no había nada más hermoso que un rostro sonriente; en el corazón de Illiai no había espacio para la tristeza ni el rencor y eso mismo era lo que lo había convertido en el Sol de las personas del pueblo.
Pudo ver a su mejor amiguita apartada de los demás, sentada, sujetando sus piernas y escondiendo su pequeña cabecita.
Se atrevió a acercarse, mirándola con curiosidad. ¿Se habrá caído?
"Elena, ¿qué pasa?" Le preguntó sonriente.
La niñita le explicó que había raspado sus rodillas y lastimado sus manitas al jugar con los demás y ahora le dolían. La pequeña Elena estaba llorando y eso era algo que Illiai no quería ver.
Le aseguró que no pasaba nada y tomó sus manitas y las cubrió con las suyas diciéndole que sanarían muy pronto y le dio un pequeño beso para curar la herida.
El rostro de Elena se iluminó y una gran sonrisa tomó lugar en lo que antes era una mueca de tristeza.
La niñita se lanzó a los brazos de su mejor amiguito y lo abrazó agradeciéndole, Illiai asintió diciendo que no había mal que una sonrisa no pudiese curar.
Se fue del parque y se dirigió a su casa. Subió rápidamente los escalones hasta el ático, cerró la puertecita y tomó entre sus manos una caja envuelta en papel de color rosa, le sopló al polvo que tenía encima y abrazó la caja con nostalgia.
Illiai sentía que su papá se sentía cada día peor, ¡pero eso se arreglaría pronto ya que sólo faltaban 5 días para que se cumplieran 3 años de que su mami se fue!
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Donde va a parar el Sol
Short StoryIlliai es un niño pequeño que tiene sueños muy grandes. Siempre sonriéndole a la vida, jugando con sus amiguitos y ayudándolos. Era conocido por su alegre personalidad, su forma de ver alegría en todas partes. Para las personas de su pequeño pueblo...