30. La prueba.

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Carlos no sabía el porqué de encontrarse tan nervioso, a pesar de que podía hacerse una idea, ¿y quién no? Obviamente que el hermano de tu novia secreta te proponga una prueba para ver si eres de fiar, no es algo que le pase a todo el mundo. Pero sobre todo, el hecho de si podría ganarse la confianza de Rodrigo, era algo que le atormenta mientras camina hacia el lugar dónde ambos habían quedado. Solo quedaban diez minutos para que fueran las seis y media de la tarde. Era un día normal, como otro cualquiera, solo que para ninguno lo era realmente.

Éste, a medida que se acercaba hasta su destino, las piernas le temblaban con movimientos mayores. Rezaba por no tropezarse consigo mismo y caer en el suelo desplomado. Apenas quedaban dos minutos para que diera la hora acordada, cuando vio que Rodrigo, vestido con una chupa de cuero negro y sus manos guardadas en los bolsillos de la misma, se acercaba hasta él. Una vez que quedaron el uno enfrente del otro, el mayor sonríe de manera ladina, con un toque de malicia y diversión algo sarcástica.

Por el contrario, Carlos no puede resistir los nervios, aunque lo intenta de todas las maneras que se le ocurren y le son posibles. Rodrigo lo nota rápidamente, pero no dice nada al respecto, solo saca una de sus manos de la chupa, sacando a su vez una cajetilla de cigarrillos. Para ayudarse, saca también la otra mano y se coloca uno entre los labios.

— Veo que al menos te has dignado a venir y no he tenido que ir a buscarte a casa. —Dice Rodrigo una vez que lo enciende y coloca entre sus dedos para poder hablar con claridad.

Un Carlos completamente desconcertado mira a Rodrigo, que parece muy tranquilo, a diferencia de él mismo. Rodrigo no dice nada al respecto y ni siquiera se mueve, cosa que pone aún más de los nervios al chico.

— ¿Alguna vez has tenido que ir a por un chico a casa?

— Más veces de las que crees. —Suelta él con una sonrisa divertida y niega mientras da su primera calada al cigarrillo.— Venga, dime, ¿estás tan nervioso como parece?

El silencio de Carlos, hace que Rodrigo no pueda reprimir una risa mientras suspira ligeramente, aún muy divertido por no obtener respuesta dicha, pero él ya la conocía a la perfección.

— ¿Qué he de hacer? —Pregunta por fin, aún con un tono muy dubitativo.

Por el contrario, de nuevo sabiendo que tiene el control de todo en ese momento y también durante al menos todo lo que quedaba de tiempo junto a aquel niñato que estaba tocando a su hermana de una forma que le gustaba bastante poco.

— No te apresures, aún faltan por venir unos amigos, que no suelen ser demasiado puntuales, pero te acostumbrarás a ello. —Dice con calma y se encoge de hombros, con aparente indiferencia.— Eso, si sobrevives al día de hoy.

Una vez dicho eso, un chico de una edad intermedia entre Rodrigo y Carlos, aparece con una sonrisa ligeramente burlona al ver que su amigo no está solo.

— Eh, Rodri, ¿quién es tu amigo nuevo? ¿Otro novato? —Suelta mientras se acerca a ellos.— Espero que este dure más que el anterior.

— Eso espero yo también. —Contesta Rodrigo con la sonrisa irónica pero divertida entre sus labios.

— ¿Y quién es el nuevo, entonces? —Insiste el último que ha llegado.

Carlos no se atreve a abrir la boca, no sabe muy bien si es por miedo de lo que puede pasarle a partir de ese segundo, o si de la gente que le rodea en ese preciso instante. Rodrigo tiene una mirada de autosuficiencia que dejaría helado a cualquiera, mientras que el recién llegado duda de cada palabra que los otros vayan a decir. No está muy seguro de que el chico que tiene delante vaya a dar la talla, porque las pruebas que suelen hacer, siempre acaban acojonando a los "nuevos", y muchos de ellos tenían una presencia mucho más temible que la que aquel pijo presentaba.

Bajo vigilancia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora