Esta ridícula historia

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-¿Me extrañas?

Te pregunta de golpe y tu, por un efímero instante, dudas de tu respuesta aun cuando sabes mejor que nadie que es la correcta... o por lo menos la más sincera.

Volteas a verla y en un solo cruce de miradas te das cuenta que Carmilla parece estar tan afligida como tú, que esto le duele igual a como te duele a ti, y sabes, por más que intente disimularlo, que el brillo en sus ojos son lagrimas; y si se digna a mirarte estando así es porque probablemente eres la única persona a la que de verdad le demostraría su dolor ¿Y cómo lo sabes? Bueno, te lo acaba de decir.

-Como si alguien hubiese hecho un agujero en mí.

Respondes al fin y a tu respuesta, de cuya correcta interpretación dudas, la acompaña no más que un terrible silencio. Nada. Carmilla no dice nada. Carmilla se queda callada. Sientes que todo a tu alrededor te asfixia, tus ojos vuelven a llenarse de lagrimas una vez más y te dices a ti misma que ha sido suficiente. No estás enojada, no quieres gritarle ni recalcarle nada, más que todo porque no hay necesidad de hacerlo, pero ya bastante has tenido por una noche para querer soportar alguna otra cosa más, aunque se tratase de ustedes... Aunque se tratase de ella.

-Buenas noches, Carm.

-... Buenas noches.

Te levantas de tu asiento dispuesta a irte a dormir, sorprendiéndote a ti misma al poder contener con cierto éxito los sollozos atorado en tu garganta, más eso no evitó que tu cabeza y alma se hayan hecho pedazos. Y en medio de esa incomoda caminata rumbo a la cama escuchas, antes de cruzar el marco, que entre la oscuridad de la habitación y aquel tenso silencio romperse de golpe, al Diablo hacerte una revelación.

-Bajo su camisa Mattie tiene un medallón. En el interior del mismo esconde un trozo de su corazón. Eso es lo que la hace imposible de matar.

Hay silencio otra vez, pero esta vez es más efímero pero no menos tenso, y mientras en tu mente analizas lo que acabas de escuchar, Carmilla, dignándose a verte a los ojos solo por un instante, como si tu mirada le quemase, vuelve a hablar:

-Si alguna vez trata... Si alguna vez trata de matarte otra vez, toma el medallón y aplasta lo que hay dentro.

Y otra vez nada. Nadie se mueve. Nadie habla. Podrías jurar que incluso te cuesta respirar y estas ahí, de pie en medio de una sala que parece consumirse en silencio y oscuridad con cada segundo que pasa, pasmada e incrédula, y es tanto tu asombro que por un momento quieres creer que Carmilla te está tomando el pelo. Pero Carmilla no se ríe, ni se mofa ni sonríe, ni siquiera esta mirándote y eso es suficiente para saber que dice la verdad.

¿Por qué no mirarte?

Tal vez se dio cuenta muy tarde que acababa de darte, a ti, una aliada del hombre que quiere decapitarla, información de vital importancia ¿Sentirá culpa? ¿Miedo, tal vez? No lo sabes y las ganas de preguntarle porque te revela información tan importante, prácticamente traicionando a Mattie, son tan grandes que en cualquier otro momento no dudarías en preguntar y preguntar hasta quedar satisfecha. Esa noche es diferente, pues te abstienes de abrir la boca a sabiendas que debe ser duro para Carmilla, entonces te das vuelta y reanudas tu marcha al dormitorio sin tener muy claro como deberías de sentirte. Te vas de ahí sin ni siquiera decirle gracias aun cuando estando fuera de algún peligro te ha vuelto a salvar la vida una vez más, y tal vez sea eso lo que te provoca tanta nostalgia. Tal vez el hecho de que Carmilla continué salvándote una y otra vez aun después de haberla hecho pasar por tanto te haga sentir... mal, tan culpable como quien, sin saberlo, todo el tiempo ha hecho menos los intentos de alguien por aconsejarte o ayudarte.

Llegas al dormitorio y lo primero que haces es sentarte en la cama y aferrar tu cabello entre tus dedos con los codos apoyados en las rodillas perdida en el épico conflicto interno al que no sabes cómo has llegado. No entiendes cómo es posible que por fin sepas como defenderte de Mattie y por algún motivo no sentirte bien, mismo motivo ligado a que eso que sabes lo has obtenido de la persona que menos esperarías que te la diera, de Carmilla, con quien apenas hace dos o tres minutos has tenido el que probablemente sea el dialogo más intenso que alguna vez hayas tenido con alguien en tu vida.

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