Capítulo 4

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Hoy Illiai se había levantado tarde, o un poco más de lo usual, pero no podían culparlo, anoche la pasó estupendo riendo con su familia sobre tonterías.

Y debía ir a visitar a los animalitos de la señora Caitlyn.

Durante su camino vio pasar al señor Jeff quién lo saludó amigablemente y le desordenó el cabello.

Llegó al pequeño corralito que la señora Caitlyn tenía al frente de su humilde casa color rosa opaco. Tocó tres veces en la cerca de madera y los cerditos se acercaron.

Illiai sonrió para todos ellos. Todos merecen amor.

"Oh, ya llegaste, siempre tan puntual, muchacho" era lo que aquella señora de hebras canosas le decía al pequeño, al único que se dignaba a visitarla cada vez que iba.

Le ayudó a alimentar a los animales y verificar que sus lugares estuviesen limpios.

Jugó un rato con los pollos, corriendo detrás de ellos y tomando con suavidad a los pollitos en sus manos.

Le gustaba estar entre aquellos animales tan juguetones y dóciles, e Illiai podía asegurar que ellos pensaban igual.

Un poco triste, pero no por eso deprimido, se despidió y fue a buscar a su profesora a la que había prometido entregarle unas cosas.

Su maestra fue una gran docente el año pasado y pensó en darle un regalo, algo que le encantaría.

La buscó en los salones de la escuela, en la dirección, cerca de la tiendita escolar e incluso esperó afuera de los baños de damas para ver si de allí salía.

Llevaba el regalo detrás de su espalda, esperando que no viera su sorpresa hasta que se la diera.

Recorriendo pasillos, devolviéndose a lugares en los que ya había buscado e incluso perdiéndose un poco, la encontró en la parte trasera de la escuela.

La llamó con emoción y corriendo hasta ella. Su anterior profesora lo saludó, le acarició el cabello y preguntó qué hacía ahí.

Sin más, Illiai le extendió el regalo y confusa, su maestra lo tomó. Sus dedos divagaron sobre la envoltura y sonreía con ternura ante el acto del pequeño.

"Tu corazón está lleno de bondad, eres muy, muy buen niño" dijo dándole suaves palmaditas en la cabeza y el hombro.

Illiai habló asegurándole que sólo hacía lo que su corazón le decía.

Sin duda él era su Sol que los iluminaba y les brindaba calidez.

Tomando una actitud un poco más tímida, le pidió a su profesora un favor, pequeñísimo favor.

Cuando escuchó la respuesta sonrió ampliamente.

Y en 3 días se habría cumplido 3 añitos desde que su mami se fue.

Donde va a parar el SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora