1.

61 5 0
                                    

-Terra.-Ignoré a Jade.-¡Terra!
Mi compañera de pupitre estaba empezando a tocarme las narices.
-Tss, ¡Terra!- Me dio un codazo.
-¿¡Qué pasa!?-Grité, llamando la atención del resto de la clase, incluido el profesor de matemáticas.
-Terra Wallace, eso me pregunto yo. ¿Qué pasa?
Sentí la sangre teñir mis mejillas.
-Nada, disculpe.
La clase continuó, y le lancé a Jade una mirada de odio fulminante.

Cuando dieron las 3 y todos nos levantamos para ir a casa, ella volvió al ataque.
Intenté levantarme y salir corriendo antes de que me pillara, pero no fui lo suficientemente rápida y Jade se aprovechó de ello.
-¡Terra!- Me llamó, y terminó de recoger sus cosas rápido para venir a mi lado.
-¿Qué quieres?
-Me preguntaba...- Se la notaba nerviosa.- ¿Tú eres amiga de Noah, verdad?

Ay por dios.

-Sí, ¿por qué?
-¿Podrías presentármelo?

Justo en ese momento, el rey de Roma por la puerta se asomó.

-¡Hola Terra!-Me saludó Noah, alegremente.
-Hey.
-¿Nos vamos?- siempre me acompañaba a casa después de clase.
Miré a Jade, que estaba literalmente temblando.
-Noah, por cierto.- Él me miró, curioso.
-Dime.
-Esta chica quiere una cita contigo.- Señalé a Jade.- ¿Qué dices?
Mi amigo empezó a partirse de risa.
-¿De qué te ríes?
Noah de repente se puso serio, y dejó de apoyarse en el marco de la puerta para acercarse a nosotras.
-¿Es en serio?
Jade y él se miraban fijamente, y ella asintió, tragando saliva.
-Pues creo que paso.-Sonrió.- A mi ya me gusta alguien.- Le puso una mano en la cabeza, y dio varias palmaditas.- Lo siento.

Noah me pasó una mano por el hombro y anduvo así conmigo hasta mi taquilla.
Puse el código y la abrí, pero no llegaba a dejar los libros.
No es que fuera bajita, en absoluto, pero la distribución de las taquillas era una mierda, y me había tocado una tamaño gigante.
-¿Puedes dejar estos libros ahí por mí?
Noah asintió, y colocó mis libros en el cubículo sin ninguna dificultad.
Cerré y fuimos al aparcamiento, a esperar el autobús.
-Sigo sin entender por qué no me cambias la taquilla. La tuya es más baja, y tienes que agacharte para poner y sacar las cosas. Pero la mía está a tu altura.
Me hizo una seña para que esperara, y cuando nos sentamos en el autocar, me respondió.
-Porque me gusta que me necesites.- Bostezó.- Aunque solo sea para usar tu taquilla. Con lo fuerte que pareces, es gracioso verte pedir ayuda.
Le pegué un puñetazo en el hombro.
-¡Ey!- Fingió dolor.- Te has pasado.
Hizo un puchero, y yo me puse los cascos y pasé de él hasta que me tocó bajar en mi parada.

Mirrors.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora