Capítulo 1

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Desperté tiempo después en una habitación amplia y desconcertantemente lujosa. Las sabanas eran del más puro blanco nuclear y parecían brillar con luz propia; la cama era... era el paraíso, parecía hecha a medida para que mi cuerpo se encajara de la manera más placentera y relajante posible. Las paredes eran de color grisáceo, como blanco manchado, conservando la armonía cromática soberbia y elegante. A un lado de la cama king size, había un gran armario empotrado de dos puertas, en las cuales brillaba el sol y el paisaje de los altos edificios londinenses que se reflejaban en estas desde el gran ventanal que había como sustituto de la cuarta pared. A cada lado del armario había una puerta de madera negra, me supuse que una era la entrada desde el pasillo y la otra era un baño. En la pared de enfrente de la cama había una gran pecera que casi llegaba a ocupar toda la pared en su longitud y media en lo que altura se refiere, justo debajo de esta había un amplio escritorio con una televisión plana y grande.

En parte me alegre, pero al intentar moverme mi fugaz alegría se desvaneció. Estaba esposado a la cama por todas las extremidades. Suspiré profundamente e intenté dormir, cosa que me fue imposible, a saber cuanto tiempo llevaba yo inconsciente como para continuar teniendo sueño.

Escuché pasos y cerré los ojos fuertemente intentando parecer dormido.

— Si aprietas tanto los párpados se nota que no estás dormido —  una voz un tanto conocida habló haciéndome abrir los ojos.

— Genial, gracias por el consejo — dije en tono sarcástico y giré la cabeza para evitarlo.

—No me gires la cara nunca más, exijo respeto por tu parte —  dijo enfadado obligándome a mirar agarrando mi cara con una mano.

Tan solo asentí con la cabeza.

— ¿Tienes hambre? —  negué — ¿Sed? — repetí la acción —¿Quieres algo?

— ¿Por qué?

—¿A qué te refieres?

—¿Por qué yo? ¿Por qué tanto dinero? ¿Por qué me quieres?

— Porque el que paga elige, porque me sobra el dinero como para permitirme caprichos caros y porque vas a serme de gran utilidad.

— ¿Utilidad? —  vale, ese hombre, chico, lo que sea que tengo delante es un auténtico pirado y maníaco. ¡¿Desde cuándo las personas tienen utilidad material?! ; pensé.

— Todo a su debido tiempo, pero no te preocupes no te voy a tener en malas condiciones, voy a cuidar de ti.

— Entonces... ¿no me harás daño?

Y aquí es cuando se formuló la ya mencionada frase:

— Decir no te voy a hacer daño es una gran mentira, al menos vas a tener sinceridad en nuestra relación — concluyó cerrando la puerta. Genial, fantástico, perfecto, muy bien; gruñó mi mente.

Respiré hondo y cerré los ojos dejando mi mente en blanco.

No me podía creer que estaba pasando, era de locos! yo tan solo caminaba por la calle una de esas noches de aburrimiento máximo y ahora estaba en una cama atado porque me habían vendido! VEN-DI-DO. No contentos mi nuevo propietario era frío y su mirada era tan intensa que te acaba asfixiando. Sólo quería tenerle lejos, era lo único que sabía y en lo que podía pensar con claridad.

— Oye no creas que vas a dormir por mucho más tiempo, que bien caro me has costado — escuché a mi lado y me sobresalté.

Por más que lo intentaba no podía evitarlo, le temía.

Me dejó ropa a los pies de la cama y mediante un código me desató. Lo primero que hice fue fregarme las muñecas amoratadas y doloridas.

— Póntelo es de tu talla — obedecí sin rechistar y ni siquiera mirarle. Era una camiseta básica de color blanco con unos tejanos y unas bambas y unos vans. Estaba seguro de que esa ropa debía costar mucho más dinero que todo mi armario entero. — ¿Tienes nombre? — preguntó mirándome fijamente a través del espejo que había en la puerta del armario. Me limité a asentir y apartar la mirada — ¿Cómo te llamas?

— Louis.




NO TE HARÉ DAÑO {Larry Stylinson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora