La mañana del lunes comenzó y Nathan había despertado incluso antes que el sol. Su casa le parecía vacía, pero no por eso debía dejar de vivir. El silencio lo comenzó a incomodar desde la madrugada del sábado, cuando después de la agridulce fiesta de cumpleaños volvió a su hogar con la tristeza acuestas, pues su rubio amor no le estaría esperando esta vez.
Esa madrugada recogió todo lo que Dwain había dejado y lo guardó en un armario. No quiso botar las cosas o deshacerse de ellas, pues muy en lo profundo de su corazón esperaba que Dwain regresara.
El domingo había sido un día tedioso y largo, el desánimo no le permitió levantarse de la cama sino hasta muy entrada la mañana. Habló con Gal al medio día, le dio las gracias por la fiesta. Respondió con presteza las preguntas incomodas que le hizo su hermano acerca del porque había pasado casi toda la fiesta en compañía de Patrick y sin querer pensar en nada, se sumió en una lectura densa que requería mucha concentración. Apenas comió y cuando la noche lo atrapó con la vista cansada y perdida en las líneas del libro. Se subió a su cama y se durmió sin soñar.
Pero ya era lunes y fuera de las puertas de su casa la vida le esperaba. Le esperaba su trabajo y eso era algo a lo que Nathan jamás le fallaba, aunque su corazón roto le pidiera quedarse en cama durmiendo y pensando en lo que no fue, su mente analítica le dictaba que debía ser responsable y seguir viviendo.
Después de un té, se tomó el tiempo para leer el periódico y cuando se dirigía a su habitación para bañarse y salir, vio el paquetito de semillas en el que no había reparado desde la fiesta.
—Campanillas. —Dijo sonriendo, mientras las tomaba y se iba a su delicioso jardín para plantarlas.
Mientras preparaba la tierra, pensó con seriedad en las preguntas de su hermano.
¿Había estado seriamente casi toda la fiesta con Patrick?
No fue difícil la respuesta, después de la conversación en el balcón, salieron al salón, la gente bailaba y conversaba. Nathan se sentía un poco inseguro de poder mantener una conversación con alguien, en ese punto ya estaba cansado y abatido y lo que deseaba era irse a su hogar. Pero no contaba con la fuerza de la naturaleza que era Patrick Delaney. El hombre se apropió de su tiempo y de su espacio, en un segundo estaban rodeados de personas, entre ellas, su hermano y Dominic que por fin fueron liberados por sus esposos.
Patrick tenía una facilidad para iniciar las conversaciones más alocadas, todos reían con él o se interesaban de sus historias. Patrick lo incluía con preguntas o bromeaba a su costa. Se preocupó siempre de mantener su copa llena y las pocas veces que estuvieron a solas, el médico lo envolvía en los más variados temas, desde medicina hasta jardinería e incluso deportes. Nathan no supo en que momento olvidó su pesar y se dejó llevar por aquel torbellino de hombre, que lo único que le faltó fue sacarlo a bailar.
Una sonrisa afloró en su rostro.
—Nos hubiésemos visto muy ridículos bailando juntos.
Murmuró Nathan, imaginando la escena y sacudió la cabeza, cuando en su mente no se veía ni tan mal. Patrick era un poco más alto que él y también más construido físicamente, con una espalda mucho más ancha de deportista. Lo peor era que el hombre estaba consciente de su atractivo y en cada movimiento lo hacía resaltar, como si siempre estuviera posando para una cámara.
—Pedante.
Murmuró Nathan sonreído, porque a pesar de que parecía a propósito, todo en Patrick era sumamente natural. Exudaba sensualidad y magnetismo, pero Nathan estaba seguro que él ni siquiera lo sabía y eso era algo que lo sacaba de sus casillas y estaba seguro que también era eso lo que más molestaba a Franco y a Nicolai. Era como una lucha de egos en la que ninguno de ellos tenía como ganar.
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Corazones rotos
RomantizmNo se olvida nunca el primer amor. Lamentablemente para Dwain esa frase se convirtió en un credo. Su amor por Franco en vez de morir en las hieles de la desilusión, pareció volverse más fuerte. Entonces para Nathaniel la lucha se volvería más ardua...