Nero ha vuelto

114 3 1
                                    

Las cortadas y las heridas seguían intactas.

¿Ustedes también son de esos cuyas heridas no sanan rápido, verdad? Las mías no sanan fácilmente, de paso mi piel es sensible, extremadamente sensible. Aún tenía la banda con mi nombre, que no lo leía, ahí no decía mi nombre, sí mi seudónimo, Nero.

Si había algo que aprendías el primer día en cualquier institución gubernamental era que la higiene realmente no existía, éramos forzados a recrear las condiciones de los campos de concentraciones. Estando afuera, en plena casa, al observar el inodoro, me preguntaba si estaba bien el orinar dentro o fuera, puesto que incontables veces, por tres años, había orinado en cualquier sitio menos en el mencionado. La higiene se me presentaba, yo solía ser fanático de ella, la idolatraba, era obsesivo con ella, ahora, en pleno 2021, la veía como una mujerzuela de más de cuarenta, en otras palabras, lo que normalmente nos parece higiénico por medio del paso de los años, que hacíamos por instinto en parte y por hábitos, yo no las realizaba, me quedaba analizando qué hacer cuando se suponía que debía orinar dentro, no pensármelo por tantos minutos.

Eso te hacía estar tres años con gente de muy dudoso estado mental, también la compañía de seres declarados "no-locos", el personal, casualmente eran los más cercanos al concepto de insanidad. Los fetiches de esos seres eran infinitos, trascendían a parafilias en casos muy pero muy puntuales. Resultaba gracioso el ser declarado inestable mentalmente luego de los primeros días allí, donde también eran violados nuestros derechos humanos, afuera igualmente, en la sociedad.

Me seguía debatiendo y me observé en el gigantesco espejo; físicamente era el mismo, sólo que con cinco kilos menos, con menos cabello...me sentí con SIDA por un momento hasta que recordé que mi vida no era tan miserable y tan triste, sólo había estado alejado de todo "esto" por un buen rato. Oriné en el piso, el sonido del líquido y de la cerámica colisionando me hizo recordar cosas no gratas, sin embargo, me sentí como en casa orinando fuera, como un ser poco usual, para no usar términos demasiado despectivos, además, no soy el único que lo hace.

Debía cortar mi barba. La dejé conmigo.

Vi mis dientes amarillentos y decidí cepillarme. Tomé el cepillo de mi bolsillo, el que recién había comprado, de nuevo me puse a pensar, ¿acaso había olvidado cómo cepillarme? No, eso no se podía olvidar, más con las diversas experiencias vividas en cuanto al cepillado se refiere, todas luego de ser internado. Es necesario que explique lo complejo y peculiar que puede ser cepillarse, verán, hay bastante morbo, en un, digamos, 60% de las personas, en cepillarse, pero no ellos mismos; más bien en ser cepillados. Es algo bastante ridículo si analizamos cada palabra que he usado, aún así, si algún día por causas variadas llegan a cepillar a otra persona teniendo en cuenta que deben usar su creatividad en cuanto al entorno, sabrán de qué les hablo, a menos que sean parte del 40%, yo creí pertenecer al segundo grupo, esos que si llegaban a ser cepillados no iban a sentir nada más que incomodidad. Tampoco es que llegué a tener una erección, sólo es una sensación de pérdida del control, es algo simple.

Por supuesto que sabía cepillar, pero a otros, no recordaba muy bien, no me guiaba correctamente en mis propios dientes desgastados por el cigarrillo. Miré detalladamente mis dientes y pude hacerlo, despacio, sin crema, para acostumbrarme. Decidí aventurarme con la crema dental, el contacto fue nostálgico, no recordaba hacía cuántos días no usaba crema dental. En medio del cepillado noté la misma molestia del desayuno: el pequeño pedazo de carne entre mis dientes.

Eran medianos, mis dientes, intenté alcanzar el pedazo pero se me fue imposible, iba perdiendo la paciencia. Llegué a un punto en donde empecé a sangrar un poco, no era suficiente, sangre en mi cepillo, escupía la sangre y la saliva, con un toque de crema dental, el pedazo aún no salía, golpeé el cepillo dentro de mi boca causando un estruendo, pensé que me había quedado sin el diente, luego lo toqué y vi mi dedo algo lleno de sangre. ¿Así era mi sangre? Estaba dulce, a mi parecer, era la primera vez que probaba una sangre que no fuera ajena en tres años.

La razón por la cual estuve internado fue esquizofrenia.

PerspectivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora