Lo miré a los ojos y vi el sufrimiento a través de ellos, aun así no estaba satisfecho, por lo tanto enterré nuevamente el cuchillo en su abdomen, sintiendo el liquido tibio escurrirse entre mis dedos trayendo consigo una oleada de placer que llenó mi sistema, solté el cuerpo y el arma homicida que aun estaba enterrada en su carne, para así entrar en ese momentáneo trance de felicidad que tanto me gustaba. Entonces reaccione y vi lo que había causado, la sangre formaba un gran charco debajo del cuerpo viéndose espesa, oscura... repulsiva. Puse mi vista al frente y vi una silueta humana bajo la tenue luz que emitía una lámpara al final del pasillo. Ya lo había visto antes. Él tenia la culpa.
¿Qué quieres de mí?!- grité con toda la rabia que me provocaba su presencia.
La figura emitió un sonido infernal que me hizo estremecer, dio un paso adelante y vi los tentáculos oscuros asomarse por el hueco de su boca, haciéndose cada vez más largos para poder alcanzar las paredes que quedaban paralelas en el pasillo.
Mira lo que me haces hacer- grité nuevamente, señalando con mis manos temblorosas el cuerpo sin vida que se hallaba tirado en el piso sangriento. Sentí las lagrimas agloparse en mis ojos para luego salir calientes de estos, baje la cabeza y pasé con furia el dorso de mi mano contra mis mejillas, limpiando las lagrimas y con ellas cualquier rastro de debilidad que haya en mi rostro. Alcé la vista y me congelé al ver los tentáculos que saltaban hacia mi para estrangularme.
Desperté de golpe, jadeando debido a la horrible pesadilla proyectada por otra noche más en mi cerebro. Ya un poco más tranquilo me levanté del incomodo sofá (en el que he dormido todas estas noches debido al insomnio) y decidí que ya era tiempo, era tiempo de hacer lo que debía hacer, acabar con esto de una vez por todas.
Caminé hacia la cocina y lo encontré ahí, como si estuviese esperando por mí, encima de la meseta, con su hoja afilada de metal brillando bajo la luz de la lámpara y su mango oscuro como las tinieblas me llamaba para que lo tomara entre mis manos. Y eso hice.
Me acerqué a él y lo analice con detenimiento, convenciéndome de que esto era lo que debía hacer, así que sin pensarlo más clave el cuchillo en la carne y ahogué un grito de dolor para volver a enterrar el cuchillo otra vez mientras le sonreía a mi reflejo en el espejo. Y así hice unas cuantas veces más, hasta que caí al suelo sin fuerzas, muriendo y pensando en lo que acababa de hacerme a mí mismo, pero consolándome con que era mejor morir antes de que mis pesadillas se convirtieran en realidad y terminara siendo una amenaza para los demás.
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Bueno, esto lo escribí cuando aún estaba en el colegio y no le cambié absolutamente nada, no soy una escritora lo dejo en claro, solo quería compartir esto para que no se quedara por siempre guardado.