Capítulo Siete

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Capítulo 7:

Llegar a la habitación y ver a aquellos dos niños colgados del techo me dejó helado, se borro todo de mi mente por unos segundos, además, sobre la espalda del más pequeño de ellos- un tierno niño de cinco años- estaba un cartel metido con un cuchillo, me acerqué a él y lo tomé con manos temblorosas, jamás me había afectado ver gente en ese estado, pero justo ahora me causaba mucho enojo.

Si ustedes nos kuelgan a nosotros, nosotros los Kolgamos a ustedes, cabrones.

Miré a Pedro en el suelo con las uñas sobre su rostro dejando líneas blancas que se volvían rojas, Arturo lo intento calmar agachandose a su lado.

-Oye, tranquilo, vamos a partirles su madre.

Las ambulancias sonaban cerca, miré a Arturo y él me miro a mi, guarde el arma dentro de mi camisa y corte la cuerda de uno de los niños, su cuerpo cayó pero no tocó el suelo por que lo atrape entre mis brazos y lo apreté contra mi.

Su cuerpo estaba demasiado helado y comenzaba a ponerse duro.

Pedro me lo sacó de las manos y lo atrapó entre las suyas mientra lloraba y gritaba con fuerza, haciendo que su cuerpo tuviera pequeñas convulsiones, baje el otro cuerpo y lo sostuve contra el mio antes de dejarlo en la cama.

Un par de personas entraron y nos miraron, pero su mirada se fue con Pedro, se miraron entre ellos y negaron, supe que eran Santiago y Sebastián, escuché movimiento por toda la casa.

-¡Sigue viva!.- gritó otra persona desde otro lado supongo que era Dyllan, las  dos personas que habían entrado se fueron y nos dejaron solos de nuevo.

Corte la soga del cuello del otro pequeño y lo acomode mejor en la cama, sus labios secos y su rostro pálido me dieron unas extrañas ganas de llorar, pero iba a hacer algo mejor, no iba a dejarme vencer por eso, tenía que ser más fuerte que nunca y permitirle a Pedro vengar la muerte de sus hijos por sus propios medios.

-Arturo, vamos.- le dije, él se levantó y señaló con la cabeza a Pedro, inhale profundo y le hablé.- Pedro, te doy el permiso para chingarte al cabrón que hizo esto, haz lo que quieras y como quieras, toma todos los recursos necesarios.- el asintió retirando el cabello de la frente y dándole un beso a su hijo.- Haz lo que tengas que hacer para vengarlos.

Lo miré y un horrible pensamiento llegó hacia mi, mi estómago se revolvió y sentí mis labios secos, ¿A eso me iba a atener en unos meses? ¿Esa iba a tener que ser mi preocupación constante cuando naciera la bebé?

¿Qué pasaría en unos años? Siendo yo líder del cártel las probabilidades de que quieran asesinar a mi hija o a Sofía se hacían mayores con el paso de los días, incluso las amenazas se encontraban presentes desde estos meses solamente que lo había mantenido oculto para evitar preocupara o preocupar a sus padres, pero Arturo y yo vivíamos en un constante estado de alerta.

Alejé ese pensamiento de mi cabeza y nos largamos de ahí lo más rápido posible, si la policía o alguien nos veía en el lugar corríamos el riesgo de ser atrapados y juzgados de manera injusta, lo que ellos querían era encerrarnos y yo no podía permitir que nos encontrarán o agarraran.

Di un gran suspiro y comencé a pensar en miles de maneras de proteger a Sofía y a mi hija, intentaba encontrar una manera para que nunca jamás les pasara algo malo, pero nada venía a mi mente en esos momentos, estaba comenzando a desesperarme cuando Arturo me sacó de la nube de pensamientos.

-Eso fue horrible.- dijo pasando las manos por su cabello y rostro repetidas veces, yo asentí mirando hacia el frente un poco tembloroso, detuve el auto y me estacione en un lote baldío.

A La Mexicana. (RESUBIENDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora