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Capítulo 12: Maldita fiesta de disfraces.

Violette.

Mi situación no podría ser más crítica en este momento, mi salud emocional pende de un hilo. Y como no, si estoy en medio de una guerra entre dos hermanos. No podía faltar la gran pelea entre Liam y yo a causa del último encuentro con su hermano. ¿Cómo fue tan idiota de olvidar el aniversario de la muerte de sus padres? O de tratar así a su hermano por nada.

Hay una lista de razones para justificar eso último.

Bien, sí las hay. Pero justamente ese día. Mierda, no me imagino lo destrozado que tuvo que haberse sentido Adam. Liam es la única persona que le queda y ni siquiera pueden entablar una conversación amistosa. Me ahogo en empatía hacia su situación y maldito para mis adentros estar en medio.

Liam, como siempre, se enojó porque no estuve de su lado. Aunque ambos sabemos que solo lo usa de excusa para no disculparse con Adam. Además, ni siquiera hemos sabido de su existencia luego de ese día. Fue como si la tierra se lo tragara.

Llevándolo al infierno, donde pertenece.

No digas eso, Frut —apodo al nombre de mi conciencia—, todos cometemos errores, incluso yo tengo un pase vip al infierno. Y creo que Adam ya está viviendo un infierno aquí en la tierra.

Un golpe me saca de mis pensamientos y reaccionó al instante.

—¡Oye! —exclamo.

—¡Préstame atención, estúpida! —exige Jules.

Ruedo los ojos en respuesta. —¿Qué se supone que quieres que haga ahora? —pregunto.

A Jules no le importa la vida de nadie, y cuando repentinamente se interesa es porque algún favor quiere. ¿Qué puedo decir? Así es ella.

—Venir conmigo a la fiesta.

Suelto un gruñido de frustración. Cierto, la fiesta. Les explicaré la situación, hay una estúpida fiesta de disfraces por motivo a que al estúpido de Brad se le ocurrió la estúpida idea, ni siquiera es Halloween. ¿Qué nombre tan estúpido es Brad? Si hay algún Brad leyendo esto, lo siento porque no imagino lo que sufren llevando ese nombre. Así que la bruja que tengo por mejor amiga me tiene una oreja hinchada de tanto insistir e insistir con lo mismo.

—Oye, no voy a ir a esa estúpida fiesta de disfraces y no vas a poder convencerme. —una sonrisa siniestra se expande sus labios ante mis palabras.

Oh, oh.

—No voy a usar un estúpido disfraz para ir a esa estúpida fiesta. —refunfuño.

Y sí, me convenció. Más bien me chantajeó, me obligó. Me siento vilmente manipulada. Así que estamos en la tienda eligiendo un estúpido disfraz porque resulta que no puedo ir disfrazada de adolescente hormonal que no tiene la menor pizca de intereses de ir a una estúpida fiesta de disfraces.

—Escucha, zopenca. ¿Qué sentido tiene ir a una fiesta de disfraces si no vas a disfrazarte? —argumenta.

—El sentido está en que no quiero ir a esa estúpida fiesta. Tú me estas obligando, bruja.

—¡Bruja! ¡Eso es! —la miro asustada y sin entender de que hablaba.

—¿Ahora que toronjas te picó?

—Tú, mi querido sensual melocotón, me has dado la idea perfecta para un disfraz. —sonríe de lleno y hace nuestro baile de victoria.

—¿Disfraz? ¿A poco necesitas un disfraz? Pensé que con tu horrible cara ya era suficiente. —sonrío de manera angelical y recibo un tortazo como recompensa.

MADNESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora