Eres tú el príncipe azul que yo soñé.

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<<Ben... ¿Ben?. ¡Ben!.>>

La primera vez que escuchó su nombre, estaba tan aturdido como para asociarlo a si mismo. Poco a poco fue siendo consciente de la situación, él era el príncipe Ben, hijo de Bella y Bestia. Futuro rey de Áuradon. ¿Pero qué hacía en el Lago Encantado? ¿Y quién era la persona que lo estaba llamando con una voz tan triste, tan angustiada?.

Buceó un poco a través de las aguas del lago, tan cristalinas como siempre y echo un pequeño vistazo a las ruinas. Justo a los pies de estas, a orillas del lago se encontraba una preciosa chica con el pelo morado que miraba de un lado a otro atemorizada. ¿Sería ella la que había gritado su nombre?. La chica le resultaba algo familiar, todo, tras detenerse a analizar la escena, le resultaba familiar. Ya había soñado con esto antes. Detrás de ella y pulcramente colocada en el suelo había una manta de seda y justo encima de esta todos los alimentos necesarios para recrear un picnic.

La chica vaciló durante unos instantes, pero aún así avanzó con paso firme adentrándose en el lago.

<<¿Ben?>>

Volvió a gritar su nombre cada vez más agobiada, mientras que sus ojos verdes le buscaban con miedo. Su desesperación estaba haciendo que se sintiese culpable por permanecer escondido viendo como el nivel de agua comenzaba a subirle y ahora sobrepasaba sus rodillas. Con un gesto inquisitivo ladeó la cabeza con curiosidad y parpadeo, fijándose con atención en la extraña que tenía en frente. Era ella, la chica con la que había soñado hacía ya varios meses atrás, estaba seguro, pero si eso era cierto ¿por qué sentía que faltaba algo?.

Escuchar el chapoteo incesante de algo que se hundía en el agua le hizo volver a la realidad. La voz de la joven ya no retumbaba en sus oídos, así que alzo nuevamente la vista para ver que era lo que hacía y horrorizado pudo comprobar que era ella la que estaba haciendo ruido. Se había lanzado al agua y se estaba ahogando. Lo primero que paso por su cabeza en ese instante fue un nombre; Mal y todo comenzó a cobrar sentido. Mal era la chica de sus sueños.

Se apresuró a cogerla en brazos, y rápidamente salieron del agua. Todos los recuerdos que parecía haber olvidado volvieron de sopetón. Mal.. Ella era uno de los estudiantes transferidos desde la Isla de los Perdidos a su reino. Mal ¿ella era la chica de su sueño? Tenía que estar equivocado. Mal ¿La mismísima hija de Maléfica? La mujer que fue capaz de dormir a un reino entero, la misma mujer que obligó a Aurora a permanecer alejada de su familia y crecer sola en medio del bosque. Aurora, la madre de Audrey, su.. ¿novia?. Bueno, al menos lo era hasta el partido. Todos los recuerdos se volvían borrosos desde que Mal le dio esa galleta.

La galleta.. le había hechizado. Mal comenzó a toser, devolviéndolo nuevamente a la realidad.

<<¿Qué se supone que estabas haciendo Ben? ¡Me has asustado!>>

¿Qué se supone que estaba haciendo él? Era ella la que había saltado al lago aún sin saber nadar. ¿Cómo era eso posible? Vivía en una isla.

<<Me lancé porque no contestabas, creía que te había pasado algo. ¿Y qué es lo que obtengo a cambio? Ropa mojada.>> <<Bueno, hay una barrera que impide que salgamos de la cúpula, ¿recuerdas? Además nadar en las playas entre caimanes no es una de mis aficiones>>

Sintió un pinchazo de culpabilidad en el pecho, al recordar en las condiciones en la que los jóvenes de la Isla de los Perdido tenían que vivir. Y no pudo evitar sentirse conmovido al descubrir que a pesar de no saber nadar ella se había arriesgado sólo para buscarle, para salvarlo. Aunque ¿era solo eso? ¿solo se había sentido conmovido?. De inmediato fue a por su chaqueta y la colocó en los hombros de la chica que tiritaba. No, no era solo eso. En cuanto alzó la vista sus ojos se perdieron en los de ella. Verdes, desafiantes y preciosos. Recordó la primera vez que se conocieron y la sensación cálida y familiar que sintió al agarrar su mano. Y por fin entendió por qué no podía sentirse así con Audrey, incluso muy a su pesar, se alegró de que un hechizo de amor le ayudase a tener el valor suficiente como para romper con ella.

-Mal.. - Tuve que hacer una pausa para pensar en lo que estaba a punto de decir, ya que era mi responsabilidad, todo lo que dijese ahora tendría que salir de mi y no de un encantamiento.- Ya te he dicho que te amaba pero.. ¿Qué hay sobre ti?. ¿Tu, me quieres?.

Ella pareció titubear y por un momento pensé que se reiría de mi. <<¿Yo? ¿Quererte a ti? ¿Pensabas que la hija de Maléfica iba a amar a alguien como tú?.>> Su voz retumbaba tan fuerte en mi cabeza que llegué a sentir algo de temor. Pero en lugar de decir eso, simplemente apartó la mirada.- Yo.. no se lo que es el amor o qué se siente cuando alguien te quiere.

Siempre había pensado que villanos o no, unos padres eran unos padres. Padres que te reconfortaban cuando te sentías mal, que te aconsejaban y te querían incondicionalmente. No los concebía de otra forma, sin en cambio al escuchar sus palabras, que se escapaban casi en un susurro, sintió un pinchazo en el corazón. Quería conocer a la chica que tenía en frente casi tanto como quería protegerla, recordaba como se había reído de camino al lago y de como ella, a su manera se había abierto con él. Habían tenido una conversación de verdad y le había escuchado. También recordó la manera en la que se sintió cuando la vio aparecer tras la puerta de su habitación, justo antes de recogerla para ir a su cita y las mariposas que había sentido en su paseo en moto, cuando esta se había aferrado a su pecho para evitar caerse.

Mal hacía que todo pareciese más real, quería salvarla más que nada en este mundo, igual que ella lo había salvado, sin darse cuenta, rompiendo la prisión en la que se encontraba. Por eso antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo ya había alargado la mano para tomar a la chica del mentón y hacer que se volviese a mirarle.- Quizás.. yo pueda enseñarte.


Se oye una canción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora