Abril 19, y no podía ser mejor.
Salía por esa puerta y te encontraba esperándome, guardándome un lugar al lado tuyo, o simplemente sonriendo cuando me veías salir de esa cabaña en las que estábamos viviendo durante el campamento.
Te sentabas conmigo en la mesa, y jamás te levantabas hasta que no estabas seguro de que había terminado mi desayuno. Y yo tan desacostumbrada a la comida matutina, siempre me hacía la difícil hasta que me preparabas el desayuno vos mismo.
Tampoco voy a decir que me olvidé de la ves que te sentaste en ese banco conmigo a sostener un hielo sobre mi herida, y fue un gran gesto si consideramos que habian 10° esa noche y tu malo estaba congelándose. Y yo sólo pensé en cuidarte como vos a mi, en ir cerca del fuego, hablar, vivir el momento porque aunque todo era perfecto, era demasiado perfecto como para no acordarme que la calma muchas veces anticipa una tormenta.
Y entonces apareció ella. Y estabas en dudas, confundido e indeciso. Y yo estaba tan enamorada de tu cuidado, que pensé que eras el único que nunca me iba a lastimar, pero las cosas siempre se invierten.