CAPÍTULO 2 ~ Bailando con el diablo

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Alejó sus ojos de DongHae, era peligroso, podía llegar a lastimarlo y a hacerlo volver a lo que era antes de haber llegado a Jeju y haber conseguido su nuevo trabajo: un ser débil, que no podía consigo mismo y que temía que alguien lo lastimara, muy hondo, hasta matarlo definitivamente.
Pero de ese hombre no quedaba absolutamente nada; el día en el que había logrado trabajar como empleado de prueba en ese lugar lo había cambiado por completo... Bueno, excepto por esos sentimientos que aún estaban latentes, acechándolo, y más aún ahora que DongHae estaba muy cerca.
Otra cosa que también lo había ayudado a dejar atrás su vieja vida había sido su encuentro repentino con HeeChul. HeeChul era como un ángel, uno muy endemoniado, que lo había ayudado a perder ese miedo que tenía de volver a vivir.
Ni bien se habían conocido hacía tan sólo un año que DongHae había desaparecido y aún no lograba salir de la depresión que lo había invadido tras haber perdido al amor de su vida. Se la pasaba bebiendo, yendo de bar en bar, iba ebrio a su empleo y no tardaron más que tres meses en dejarlo en la calle. Los trabajos que conseguía los perdía al cabo de dos o tres semanas y el dinero que ganaba lo gastaba para ahogarse en alcohol y en otras tantas sustancias que lo alejaban un poco de la realidad a la que estaba sometido día tras día.
Se acostaba con mujeres y hombres por igual, siempre dominándolos, nunca dejándolos que lo besaran o que lo tocaran, porque su cuerpo y sus labios le pertenecían sólo a él, a su DongHae, al hombre que había roto hasta el último esquema de su vida trágica: al lado de Hae todo era color de rosa, siempre, cada momento a su lado era maravilloso, llegaba a olvidarse de todos sus problemas, de lo que lo esperaría cuando llegara a casa.
Aún recordaba cómo se habían conocido, aquella tarde, en la universidad, cualquiera hubiera jurado que había sido amor a primera vista, pero él no se había animado a reconocerlo por miedo, porque ya había pasado por el mal de ser un abandonado de la sociedad y no quería que volviera a sucederle. Además, ¿amar a un hombre? ¿Desde cuándo le gustaban los chicos?
Esas dudas habían tardado tan poco en disiparse...
Traspasó la entrada del hotel y una de las recepcionistas lo saludó con una enorme sonrisa en el rostro. ¿Se la había tirado? Claro que sí y había sido uno de los peores polvos de su vida, gracias al que había aprendido que no debía tener relaciones sexuales con compañeros de trabajo y menos que menos en el trabajo. No le devolvió la sonrisa pero sí el saludo y subió directo a su habitación.
Esperaba poder sacarse a DongHae de su sistema una vez que estuviera metido en la ducha, ya que hasta ese momento y desde que lo había visto no había podido dejar de pensar en él, en su cuerpo totalmente crecido, formado y maduro, en esa sonrisa que le regalaba al paisaje que se alzaba frente a él...
Suspiró y abrió la puerta de su habitación, ubicada en el último piso, donde pasaban todas las vacaciones los empleados del hotel y donde él había pasado los últimos dos veranos.
Vivía junto a HeeChul en un pequeño departamento, en las afueras de Seúl, donde los dos habían conseguido congeniar bastante bien. HeeChul sólo había intentado acostarse con él un par de veces, aprovechando su debilidad, pero todo había acabado en el momento en el que su amigo, mayor que él, había intentado comerle la boca. Y, así, habían llegado al común acuerdo de convivir como lo que precisamente eran, amigos, ya que ninguno de los dos estaba buscando algo más profundo que un polvo; además, se caían bien y no quería arruinar una posible amistad por la simple necesidad de borrar las manchas de Hae de su piel.
El suspiro se escuchó hasta la pequeña cocina. Cerró la puerta y comenzó a desnudarse, mientras caminaba hasta el baño lentamente. Sólo le quedaban sus bóxer encima cuando escuchó una voz muy familiar salir desde allí.
– Entonces... – miró al hombre que lo observaba apoyado en el marco de la puerta, sonriéndole con calidez. HeeChul era muy diferente cuando trataba con las personas a las que quería o apreciaba, era realmente amoroso, y él estaba dentro de esa nómina.
– ¿Qué? – apartó la vista de su amigo y siguió su camino.
HeeChul frunció el ceño y negó con la cabeza.
– Lo has visto – sentenció, pero él lo ignoró y abrió la puerta del baño. – Oye...
– ¿Cuándo pensabas decirme que estaba hospedándose en el hotel? – HeeChul se encogió de hombros. – Respóndeme, Hee.
– No lo sé. Comprobé que era él esta tarde, pero no me diste la oportunidad de decirte nada... – hizo una pausa y se acercó lentamente – HyukJae, yo...
– ¡No! – Hyuk gritó y HeeChul se puso muy nervioso, hacía bastante tiempo que no tenía una crisis emocional y al parecer se acercaba una muy fuerte. – Ese hombre, con ese nombre y todo lo que tiene que ver con él, ha muerto hace mucho tiempo. Soy EunHyuk ahora y yo domino mi propia vida.
Hyuk cerró la puerta del baño y una vez que estuvo adentro se dejó arrastrar por su propio infierno terrenal en medio del paraíso.
Del otro lado, HeeChul suspiró y apoyó la cabeza en la pared.
– ¿Que dominas tu propia vida? – susurró, de manera casi inaudible, para sí mismo. – No te creo ni una palabra, si con sólo verlo has vuelto a ser el mismo gatito asustado de antes.
Miró la puerta atentamente y, una vez que escuchó correr el agua de la ducha, salió por la entrada, dándole a HyukJae la privacidad que necesitaba.

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