Capitulo 3

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                                                                                                       21 de Septiembre 

Querido Diario:Como no tuve tiempo de escribir esta mañana, decidí hacerlo ahora, mientras espero elautobús. Las cosas no están saliendo como planeé. Tengo que entregar ese famoso resumen ellunes y la biblioteca no tiene el libro que necesito. Todd me invitó a salir otra vez... A lo mejor,una de mis fantasías está por convertirse en realidad. ¿Se habrá vuelto loco por mí? Sin embargo, lo extraño de esta situación es que yo no estoy segura de querer salir con él. Anocheno pude dejar de pensar en Nathan, aunque no por que me parezca un buen mozo irresistible.Me siento rara en todo. Tampoco me puedo sacar de la cabeza a ese idiota y grosero deGabriel. Y por si todo esto fuera poco, mis padres se han puesto tan pesados que no se dancuenta de nada. Mamá ni siquiera reparó en que no probé bocado en el desayuno esta mañana.Si la situación se prolonga demasiado, moriré de inanición antes de que logre machacar en suscabezotas que estoy terriblemente deprimida. ¿O debo decir que he caído en un pozodepresivo? Lo que fuera; mi plan se está yendo a pique. Tal vez deba mejorar mi actuación. El chillido de unos frenos aerodinámicos avisó a Jean que había llegado el autobús. Guardó eldiario en su mochila a las apuradas, se puso de pie y desenterró del bolsillo de sus jeans elcambio justo que tenía preparado para pagar su pasaje. Ése era otro tema que la fastidiaba: tenersiempre a mano las monedas para el dichoso transporte. En lugar de bajarse en la parada que quedaba en la puerta del Hogar, esperó la siguiente,ubicada frente al bar. Cruzó la calzada corriendo, empujó las pesadas puertas de vidrio y abrió.Se sentó en uno de los bancos y miró a su alrededor, buscando a Nathan. El lugar estaba casi vacío. Algunos clientes ocupaban un par de reservados y también había unhombre inclinado sobre su periódico, al otro lado del mostrador. Nathan entró por unas puertas vaivén que estaban detrás de la barra. Llevaba una pila debandejas llenas de vasos. Jean no pudo contener el impulso de mirar el movimiento de lospotentes músculos de sus brazos. Sólo esperaba no haberse puesto demasiado en evidencia. Perole sobraba media hora y no había muchas formas de matar el tiempo en ese lugar. Sacó su libro de francés, lo abrió y trató de concentrarse en la conjugación de los verbos.Imposible. Nathan la distraía demasiado. Con disimulo, lo espió de reojo mientras descargabalas bandejas sobre el mostrador de atrás. Cuando se volvió para acercarse a ella, Jean bajó lavista automáticamente.

 ― Hola ― la saludó. Sacó su anotador y el lápiz.

 ― ¿Qué vas a tomar? 

 ― Una Coca. –Se quedó contemplando su espalda mientras trabajaba. Con movimientos firmesy seguros, llenó el vaso con hielo picado. Luego lo colocó debajo de la máquina expendedora.Parecía tener mucha confianza en sí mismo. Se volvió y colocó la bebida frente a ella. 

― Gracias. Él le sonrió. 

― No vives aquí.

 ― Fue una afirmación, no una pregunta. Jean desenvolvió la pajita y la deslizó dentro del vaso.

 ― Vivo en el este.

 ―Con calma Jean ― se dijo ―. Tranquila.‖ 

― ¿Qué haces por aquí, entonces? 

― Trabajo como voluntaria aquí enfrente. Pero mi turno comienza a las y media. 

― ¿Voluntaria? ¿Te refieres al Hogar, a Lavender House? Jean sonrió. 

― Sí. ¿Te sorprende? Nathan se encogió de hombros. 

― Me pareces muy joven. Eso es todo

 ― Tengo diecisiete ― dijo, ganando cada vez más confianza. La mirada de él delataba que estaba impresionado. Jean decidió hacer un nuevo avance. ― Además, creo que debemos ayudarnos unos a otros, ¿no? 

No me olvides-Cheryl LanhamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora