41.2 Go away

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110, 120, 130...

El velocímetro se mantenía en alza y mi pie no se despegaba del acelerador, y tampoco estaba en mis planes hacerlo. No podía concebir tal irresponsabilidad por parte de ________ ni de las chicas. Cuando fui a por Mara en busca de respuestas dijo que si se violaban a _______ al menos sería un tío guapo.

Tense los nudillos sobre el volante, volviéndolos color blanco y me salté otro semáforo en rojo, ganando me los bocinazos por parte de iracundos taxistas y automovilistas.

Mi mente comenzó a divagar en posibles paraderos para _________. Quizás estaba en su cama durmiendo...me tranquilicé. O tal vez tomando una ducha...podría ser. O quizás desnuda, bajo el cuerpo de un chico que se estaba aprovechando de ella y su maldita inexperiencia...la sangre me hirvió de tan solo imaginarlo. O quizás...

JODER.

Di un puñetazo a la ventana.

¿Cómo no pensarlo antes?

Era obvio. Más que obvio, recordé la fría mirada de Kyle y sus latentes amenazas me cayeron como balde de agua fría. No podía permitirlo, no después de todo lo que había hecho para protegerla.

Acelere a fondo y en menos de diez minutos estuve estacionando del auto fuera de la barrera de la urbanización de __________. Cerré el auto de un portazo y ni siquiera me moleste en esperar que el guardia me pidiera cédula de identidad ni nada, me colé por debajo de la barra aprovechándome que el muy gilipollas se había quedado dormido sobre una hamburguesa y tenía la cara embadurnada de mayonesa.

Corrí calle arriba y comencé a buscar el número de la casa de ________. La localice difícilmente, ya que todas las malditas casas tenían la misma fachada, y estaba obscuro. Reconocí el carro en el que solían ir a dejarla al instituto por las mañanas, y salte la pandereta que me separaba del jardín de su casa. Intente no meter ruido alguno. Las luces estaban apagadas y si la madre puritana de _______ me pillaba escalando por su ventana a las tres de la mañana esto no terminaría bien.

Me trepe por el árbol que crecía a un lado de la casa y luego salte al techo del garaje. Lo siguiente fue abrir su ventana y saltar dentro intentando no provocar tanto ruido, el piso de madera crujía bajo mi peso y la oscuridad provocada por la noche no me dejaba visualizar nada con total claridad.

Mis manos sudorosas buscaron a tientas mi móvil en el bolsillo. Necesitaba iluminar la habitación con algo.

Le subí el brillo a la pantalla y comencé a andar por el cuarto.

– ______ – Le hable a la oscuridad. No hubo respuesta, y el corazón me palpitó en la sien izquierda.

Corrí hacia el baño, con el móvil en una mano, y el alma colgando de la otra. Abrí la puerta de sopetón y encendí la luz. Tampoco había nada. Me devolví a la habitación y observé con impotencia su cama perfectamente tendida.

¡Me lleva el puto diablo!

Lancé mi móvil contra el piso, en un estruendoso golpe. Me estaba volviendo loco. Me senté en la cama, con los codos sobre mis rodillas.

¿Qué hago? ¿Joder, qué hago?

No podía creerlo. Todo esto, para nada. Todo lo de esta noche lanzado a la basura solo por una maldita irresponsabilidad de ella. Debería estar muerta en estos momentos, desnuda, y amordazada. Y si no lo estaba, la mataría yo mismo con mis propias manos por ser tan cabeza hueca. ¿No leía el periódico? ¿Su estúpida madre conservadora no le hablaba de los riesgos que era conocer a chicos en una noche?

The only reason {Luke brooks} (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora