EL CAMINO RECIÉN EMPIEZA

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Realmente estoy muy nerviosa, no sé a qué se debe este torbellino de emociones sin control y sin sentido que se arremolinan en mi interior, o tal vez si lo sepa, soy la princesa de un reinado mágico que ha estado bajo un hechizo del silencio oculto desde que tengo uso de razón, el cual está atrapado en el medioevo, desde que me encontraron medio moribunda en las fronteras colindantes del castillo de la reina Cora, me he prometido que iba a hacer todo lo que estuviese al alcance de mis manos para estar a la altura de mis salvadoras, es cierto, no tengo recuerdos de mi pasado, ni tengo idea si mi nombre es real o me lo dieron otras personas, lo que si se y con gran exactitud es que soy una mujer sumamente afortunada al estar en esta sociedad, oculta de quienes quieran lastimarme, y también sé que estoy protegida por mi prometida y la reina de esta sociedad, Regina Mills, y su madre, ellas me dieron cobijo cuando más lo necesitaba, me brindaron un hombro donde llorar mis penas y rabias, y lo más importante, me dieron una familia a la cual acudir tanto en las buenas como en las malas, no sé qué hubiese pasado si Regina no me hubiese encontrado casi enterrada en la nieve ese frio invierno luego de traicionar a los míos, pero le estoy profundamente agradecida desde ese día, aunque aún tengo mis dudas, tal vez me salvaron por mera caridad o por saldar una deuda que era imposible de pagar, tengo miedo de que este compromiso con Regina sea solo puro formalismo y gratitud nada más, porque aunque no lo diga todos los días, la amo, tanto que su ausencia me mataría lenta y dolorosamente, sé que el hechizo que habían lanzado a los reyes y a mi prometida se rompió con el primer beso de puro sentimiento que nos dimos bajo la luna llena, pero no quisiera casarme atando a alguien que no me ama y solo tiene cariño hacia mí, sería muy egoísta de mi parte, y aunque no quiera, por la felicidad de Regina yo incluso me enfrentaría a las mismísima muerte.

Escucho pasos que se aproximan, sé que es ella, es inconfundible el sonido de sus tacones contra el mármol del piso del castillo, el corazón se me hincha de felicidad al sentir su aroma, el sonido del taconeo se hace más fuerte, la ciento a mi lado, no me atrevo a mirarla, es tan hermosa y bella que podría quitarle la vista a cualquiera, sus brazos cálidos y enfundados en mangas de seda negra me rodean desde atrás en un dulce abrazo, apoyo la cabeza en mi brazo y un suspiro cargado escapa de mi garganta, su cabello largo, seguramente sujeto en una coleta alta, seguramente sostenida en esa extraña coronilla invertida de encaje negro, cae en mi hombro, me encanta ver su cabello todos los días, porque sé que soy yo la única que tiene permiso de tocarlo, acariciarlo, peinarlo, sin que haga ninguno de sus comentarios sarcásticos, la relaja que sea yo la que se lo cepille y lo desenrede todas las mañanas y en las noches se lo trence para dormir.

-cada vez falta menos, mi princesa-me dice para luego depositar un beso en mi cabeza-dentro de poco serás oficialmente reina de corazones-eso es lo que me pone realmente nerviosa, no creo tener la talla o la suficiente capacidad para dirigir un reino a lado de Regina, pero no quiero preocuparla con mis absurdas dudas, mientras este a mi lado sé que podré hacer cualquier cosa, o eso me ha dicho el rey Henry en nuestras múltiples charlas mientras damos nuestros paseos por el campo a caballo mientras Regina y Cora están en esas aburridas reuniones de impuestos y quejas de los aldeanos, me alegra que aun falte para coronarme, creo que me moriré de aburrimiento en esa reuniones o que no sabré que decir cuando me pidan un consejo.

-sabes que te amo con toda el alma, ¿no es así?-veo sus ojos negros como la noche sin estrellas, la interrogante le está quemando las pupilas seguramente esperando una respuesta sincera de mi parte

-claro que lo sé, mi amor, me lo dices a menudo-una risa cristalina escapa de su garganta, con solo ese gesto todas las preguntas de mi mente se esfuman, si me ama, lo demuestra poco, pero con sinceridad y para mí, es más que suficiente. Se escucha el retumbar de otro caminar decidido y rápido en el pasillo, sé que es Cora, solo dos personas tiene el paso pesado y rápido

-ahí están ustedes dos, ya es hora de cenar, Henry y yo las estamos esperando- Veo al esclavo del reloj mágico que asiente a mi pregunta tacita, que está encerrado en un reloj de arena.

-mil disculpas, Cora-le digo haciendo una reverencia-fue mi culpa, no me di cuenta de la hora-Una sonrisa aparece en sus labios y me atrae a su cuerpo en un abrazo.

-sabes que no tienes que reverenciarnos, somos familia-a veces aún me avergüenzo de mi memoria de pez en esos aspectos. Al bajar al comedor los sirvientes nos esperan detrás de nuestras sillas, Henry está sentado en la cabecera, nos regala una sonrisa amistosa. La cena transcurre entre risas, anécdotas vergonzosas de Regina cuando era niña, lo cual me da mucha envidia, ya que yo no poseo ningún recuerdo de mi niñez, platicas de lo que se hizo en la tarde y antes del almuerzo, los planes de la boda y mi coronación abarcan casi el setenta por ciento de la velada, mis piernas y manos están temblando de ansiedad, con ellos en la misma habitación me siento como una pequeña niña que está comenzando a hablar, y a caminar. Aunque contradictoriamente a esa sensación, me siento protegida, amada por una familia que me integró sin siquiera conocerme en totalidad. Y eso, es fantástico aunque mi futuro título de reina no vaya conmigo misma.


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