Cosas que nunca cambian

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El cielo despejado, con una temperatura cálida y un bonito y radiante sol. Sin duda ese día era el perfecto para ver como dos de tus amigos discutían de nuevo en la hora del almuerzo. Estaba acostumbrada, muy acostumbrada, pero los constantes gritos de aquellos dos a veces le hacían perder la paciencia. Yachi Hitoka, la pequeñita chica de primero que había sido condenada a esta tortura diaria, permaneció en su sitio inmóvil, intentando ignorar lo más posible la absurda conversación mientras comía su almuerzo. 

La mitad de la veces no entendía las razones por las que se peleaban ¿Era su hobby o algo así? En bastantes ocasiones llegaba a pensar que aquellos dos idiotas del voleibol se gustaban o algo parecido, como en esta ocasión; Kageyama simplemente le había dicho que tuviera cuidado de no manchar su boca a la hora de comer porque era de mala educación, a esto Hinata, que al parecer se lo tomó mal, lo ignoró y de ahí toda la pelea. Más que amantes, parecían una pareja de viejos jubilados. Lo mismo pasaba en los descansos entre clase y clase cuando ambos chicos le iban a pedir ayuda a Yachi para la siguiente lección, de nuevo, se ponían a discutir y la vergüenza adornaba en el rostro de la rubia, al dejarla un poco en evidencia delante de sus compañeros de clase. Pero ya cansada, tenía que intervenir.

-¡Basta ya, vosotros dos! No sois niños de primaria –se levantó del suelo poniendo sus dos manos en la cadera, mientras miraba a ambos chicos con molestia. Los dos muchachos pararon al segundo, esa pequeña rubia era de las pocas que podía "dominar" a aquellos dos mentes simples.

-Ha empezado él. No es mi culpa –gritó Hinata, intentando que eso sirviera como argumento. Kageyama lo miró de reojo, molesto.

-Yo solo he sido amable, eres tú el que se lo ha tomado mal, idiota –Hinata dejó de mirar a Yachi para volver su mirada de nuevo al moreno.

-Tu concepto de amabilidad es muy raro ¿lo sabias? –lo encaró de nuevo, siguiendo el juego a Kageyama, y como no, reanudar la discusión de nuevo.

-¡¡He dicho que ya basta!! –se acercó al pelirrojo tirando de la punta de su oreja separando a malas maneras al chico de Kageyama, para que así, dejaran de discutir. Sentía que se había convertido en su niñera o algo parecido, pero ese era el mejor modo. Hinata se quejó en alto, produciendo una sonrisa burlona en Kageyama.

Por suerte para Yachi, el timbre que indicaba el fin de la hora del almuerzo sonó, los dos muchachos se levantaron del suelo, evitando mirarse a la cara para luego salir despedidos hacia la puerta de salida de la azotea en una carrera, ¿Esos dos tenían energía ilimitada o algo? Yachi dio un pesado suspiro soltando todo su estrés. Cogió sus cosas y volvió a clase tranquilamente a diferencia de los otros dos. Las clases se le pasaron rápidas, así que recogió con alegría para ir al entrenamiento tan esperado de voleibol, para su sorpresa, al salir de clase, el pelirrojo le esperaba en la puerta de la misma, esto le extrañó bastante, pero supuso que seguramente aún seguía enfadado con el colocador y para no llegar solo al gimnasio le vino a buscar.

-No quiero llegar solo al gimnasio, ya sabes... -jugueteó con sus dedos mientras Yachi sonreía por dentro al haber acertado de lleno en su suposición, le brindó un alegre y ambos comenzaron a andar por el pasillo de primero.

-Hinata tengo una pregunta que hacerte... -comentó la chica. Hinata seguidamente le miró detenidamente para escuchar lo que tenía que decirle -¿A ti te gusta Kageyama-kun verdad? –El rostro de Hinata se volvió una paleta de colores rojos y como si fuera un instinto, cogió a la chica por la muñeca y comenzó a correr por el pasillo arrastrándola hacia las afueras de la escuela donde nadie pudiera oírlos.

-¿¡Como lo has descubierto!? ¿Quién te lo ha dicho? –Yachi lo miró perpleja soltando un suspiro al mismo tiempo.

-Como decirlo... es algo ¿obvio? –Hinata le agarró de los hombros con fuerza mientras hacia una reverencia.

Cosas que nunca cambianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora