Error

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A veces, cuando los dedos sangrantes tras horas frente a las máquinas podían compararse al desgarrón de mi corazón, sentía que todo esto era un error, que nada tenía sentido.

Mi vida ya no tenía sentido sin ella.

En sueños, aún la recordaba. Yo sentado, grabando en viejas láminas de dibujo bocetos imposibles de llevar a cabo. Y entonces aparecía ella, detrás de mí, lanzándome una de aquellas tiernas miradas que podían fácilmente con mi cordura, exigiendo atención como la niña a quien mimaba. Y yo la sentaba en mis rodillas o a mi lado, dejaba que acariciase mis dibujos y ella dejaba que yo hiciera lo mismo con su piel. "Te quiero", decían nuestras miradas. Un brazo en sus hombros, una mano apartando su pelo para poder acercarme más a sus tiernos labios.

Sólo tengo que estar vivo, sólo tengo que respirar. ¿Por qué me es tan difícil?

Y me vi sosteniendo su débil mano mientras yacía tumbada en la enfermiza cama del hospital que la mató. Su sonrisa había muerto. Ella también lo hizo. Se fue y se llevó una parte de mí, sin la cual ya no podía sentirme vivo jamás. No falleció sola en aquel hospital, nuestras vidas simplemente se fueron. Ella era la mía, y me quedé solo sin su calidez, sin sus miradas cargadas de tierno reproche y sin su precioso cuerpo sobre mis rodillas. Grité, lloré, intenté reanimarla sin éxito. No podía hacer nada. La muerte me la había arrebatado.

Borré mis emociones, pero no pude borrarte. Porque mi corazón estaba demasiado triste.

Y ahora, alzo la mirada y vuelvo a verla, fría, impávida, como una marioneta cuyos hilos eran cables hundidos en su tierna piel. Las lágrimas volvieron a correr por mis mejillas al verla así, como un experimento más. No era ella. Era un cadáver conectado a una fría máquina sin corazón.

Mi niña...

Te sacaría de allí donde estuvieses.

Una idea dio paso a un boceto, luego a una máquina y más tarde a una pequeña esperanza de volver a ver su sonrisa. Ironía que los bocetos en los que la única que confiaba era ella misma, cuando ni siquiera yo lo hacía, iban a tratar de salvar su vida. Tras meses de paciente y duro esfuerzo, la máquina estaba lista. Y yo también.

Yo era un cobarde, yo quería simplemente soportarlo.

Me descubrí el pecho y me tumbé sobre la camilla, mientras las pinzas y bisturíes avanzaban, hacia mi corazón. Arrancaron el órgano de mi pecho, rojo, latiendo, vivo. Y en su lugar pusieron un frío artefacto de metal y acero para que bombease la sangre que me mantendría vivo para ella. Ya nada me importaba, el dolor, las punzadas en el pecho que podían acabar conmigo, la sangre manando sin control. Yo ya había muerto junto a ella y nos iba a revivir.

Estoy sosteniendo mi corazón en mi mano. Elegí una vida que es para mí.

Cuando la máquina finalizó de colocarme el artefacto, me levanté lentamente. Parecía que funcionaba. Corrí hacia su impávido cuerpo y le abrí el pecho para poner mi corazón en el suyo, presionando con delicadeza, cosiendo las válvulas con infinita ternura. La quería, maldita sea. La quería, la amaba, la necesitaba. Sobre su pecho, antes tantas veces acariciado y besado por mí cuando aún vivía, había una cicatriz cosida. Deposité un beso sobre la misma antes de dejar que la máquina le inyectara la energía necesaria para que se incorporara de nuevo a la vida, para que regresara del mundo de los muertos. El metal le hacía sufrir espasmos, una, dos, tres veces. Incluso eso me dolía, verla de esa forma, aunque pensaba que ya no podía sentir nada, cuando ya había perdido toda esperanza.

Pero lo hiciste.

Sus ojos volvieron a ver, parpadeó confusa. Le retiré los cables, maravillado de volver a verla. Estaba allí, otra vez. Conmigo. Pero el nosotros aún no existía, porque no recordaba nada de su anterior vida.

Error (VIXX)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora