Capítulo 1: "Universo: 1, Yo: -3"

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Dios, ¿por qué me castigas de esta manera? Soy buena, no molesto, saco buenas notas, entonces, ¿por qué me obligas a ir de vacaciones con mi familia? Estamos mejor cada uno por su lado. No hace falta que nos juntes en una cabaña en medio de la nada. Acabaré matándolos a todos.

-Empieza a sacar cosas del maletero, que no somos tus sirvientes.

Franco me empujó para que me moviese. Lo fulminé con la mirada mientras me dirigía a la parte trasera del vehículo y cogí la cosa más pequeña que encontré... ninguna. El maletero estaba lleno de bolsas repletas de cosas: ropa, comida, bebidas, comida, más ropa, más comida... ¿Cuánta comida podíamos necesitar cinco personas? Vale que mis hermanos eran un poco bestias, pero...

-No te quedes ahí parada, inútil.

Adrián pasó una mano por mi cara para que volviese a reaccionar. Rodé los ojos. Agh, que insoportables. Y pensar que tengo que convivir con estos simios durante tres semanas. ¡Y sin wifi! ¿Por qué, Dios, por qué?

Cogí la bolsa que contenía mis pertenencias (ya que no divisaba un futuro en el que alguien lo hiciera por mí) y caminé tranquilamente a la casa inspeccionando todo lo que me rodeaba. Había una larga fila de cabañas a mi izquierda, siendo la nuestra la última. Dos pisos, un pequeño porche y algo de jardín. O lo que podría ser jardín si no tuviera solo césped muerto. En el interior había una cocina-comedor que ocupaba toda la planta baja, así que las habitaciones estarían arriba. Por favor, que tenga piscina. 

-Hija, ¿te has dado cuenta de que tú todavía no dejas eso, y yo ya he hecho tres viajes al coche? Gracias por tu ayuda.

"De nada, mamá."

-Deja eso en alguno de los cuartos y baja para ayudarme a guardar todo.- ordenó.

Rodé los ojos. ¿No tenía a otros dos hijos a su disposición? Definitivamente el mundo estaba en mi contra. Subí las escaleras con la bolsa a rastras. Nota mental: la próxima vez traer solo un pijama y un biquini.

Revisé las habitaciones. Había una con cama matrimonial, esa era para mis padres. Había otra con dos camas llenas de más bolsas, dos pares de patines y varias pelotas. Definitivamente, esa era de Adrián y Franco. La única habitación que quedaba era la del fondo. Me arrastre allí con mi amiga la bolsa y abría la puerta.

La habitación era un poco pequeña, contenía solo una cama, un armario y un escritorio, pero era suficiente para mi. Al lado de la cama había un pequeño balcón lleno de flores que daba a la parte trasera de la casa. Cuando salí divisé una piscina en forma de mariposa, otra igual pero más pequeña para los niños en una esquina y un jacuzzi, todo rodeado de césped con pinta de ser artificial.

En ese momento sentí que una manada de rinocerontes bajaba por la escalera... ah no, eran los simios. Un minuto después estaban en la piscina, llamando la atención de dos chicas que había en el otro extremo. Ellas sonreían como estúpidas mientras que mis hermanos se lucían inconscientemente jugando con un balón. Rodé los ojos. Nunca cambiaban, a cada sitio que iban tenían que ir pavoneándose. Par de cavernícolas...

-¡¡LUIIIIIIIS!!

Pegué un grito y miré hacia la izquierda. Mi primo se encontraba en el balcón de al lado descojonándose de mí. Genial, se me olvidó mencionar que mis tíos también estarían con nosotros. Fruncí el ceño. ¿Cómo este individuo podía ser (en teoría) el más maduro de todos los adolescentes de la familia?

-Leo, serás idiota, te dije que no me llamaras así.- contesté molesta.

-Es que Luisana es muy largo.- se quejó haciendo un puchero. Rodé los ojos. Qué infantil.

No me provoques diabetes, por favor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora