CAPÍTULO 4 ~ El fantasma

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DongHae gritaba y se revolvía entre las sábanas, totalmente poseído por la confusión y triste debido a los miles de recuerdos que habían asaltado su mente.
No conseguía superar los juegos que su corazón y su cerebro hacían con él, no podía combatir sus sentimientos hacia HyukJae y menos que menos apartarlo de su conciencia. Sabía que lo quería ahí, con él, que lo necesitaba para estar completo...
Pero su Hyukkie no volvería y lo de anoche no había sido más que una ilusión, ocasionada por el alcohol, la locura y la calentura que había sentido en ese momento, que más que calentura era una necesidad inmensa de sentir un cuerpo sudado junto al suyo. Necesitaba sexo, lo sabía, hacía mucho que no se acostaba con alguien y que no satisfacía sus más bajos instintos. Aunque, de eso a acostarse con cualquiera y dejar que un hombre que no conocía poseyera su cuerpo, había un abismo.
¿Se habría dejado poseer? No podía, él no era de esa clase de chicos.
Lloró aún más cuando sintió que alguien lo llamaba.
– ¿DongHae? – la voz, que se oía muy lejana, clamó por él, pero el chico no hizo otra cosa que taparse los oídos aún más y apretar su cabeza como si fuera su vida en ello. – Por favor, nene, dime algo, ¿qué es lo que te sucede?
– ¡Déjame! Tú no eres real, él tampoco lo es, no me hagas esto. Por favor, vete.
– ¿A qué te refieres, Hae? – cuando escuchó eso, levantó la cabeza y miró a su interlocutor.
Un muy preocupado y nervioso Kim HeeChul le devolvió la mirada. No era el mismo HeeChul que había conocido hacía menos de veinticuatro horas, este ser estaba muy alarmado por el estado en el que se encontraba el pobre DongHae.
Sus ojos reflejaron algo muy parecido al alivio cuando lo reconoció y más aún cuando HeeChul, su nuevo amigo, el botones, se acercó un poco más hasta él y se sentó a los pies de su cama.
– ¿Qué es lo que pasó, pequeño? ¿Por qué estás tan triste?
– ¡Oh, HeeChul! – Hae se abrazó a su cuello como si fuera su único refugio y lloró, dejó salir todo lo que hacía meses no dejaba que abandonara su cuerpo.
Su realidad era muy triste, él bien sabía que jamás conseguiría rehacer su vida a este paso, nunca olvidaría a HyukJae, desde el fondo de su alma jamás podría amar, no de nuevo, no a otra persona. Porque el amor le había llegado, por primera vez, cuando ya era un chico grande y muy maduro, pero inocente, un chico que estaba dispuesto a darlo todo por la persona que había logrado colarse en su corazón, en su alma y bajo sus sábanas, hasta grabarse a fuego sobre su cuerpo y sobre sus creencias.
Se apretó aún más contra el cuerpo de HeeChul, quien lo envolvió con sus brazos, buscando protegerlo del frío de su alma, esperando que pudiera salir de ese estado de miseria. Pero DongHae no dejó de llorar y HeeChul se preocupó de más.
Los ojos del botones encontraron, sobre la mesa de luz, lo que había ido a buscar a la habitación, la máscara negra de HyukJae.
"Por favor, la necesito", le había dicho. "Necesito que la rescates sin que Hae se de cuenta".
– ¿Qué he hecho, Hee? – le preguntó DongHae, totalmente perdido y confundido. Pero HeeChul no supo qué responderle, estaba incluso más confundido que el mismo DongHae, a pesar de que la cabeza del joven era un manojo de nervios y miedo.
– No sé a qué te refieres, pequeño – le respondió HeeChul con toda sinceridad. Quería evitar sacar conclusiones apresuradas.
– Anoche... No sé qué ha pasado anoche. Estuve con alguien – confesó un DongHae más que asustado. – Pero no sé quién era... él – su voz se apagó cuando pronunció la última palabra. Si bien en un principio había pensado que se había acostado con HeeChul, no estaba tan seguro de que su nuevo amigo tuviera sus mismas preferencias sexuales. De no ser así, temía que lo llamara enfermo o pervertido y lo expulsara del hotel y de su vida y ahora, más que nunca, necesitaba de la compañía de alguien. No quería estar solo.
– ¿Qué? – HeeChul no sabía por qué se encontraba más sorprendido, si por el hecho de que no se acordara con quién había pasado la noche o por ese último pequeño detalle: su mejor amigo se había acostado con Hae, con su Hae, su ex novio, el hombre que lo había cambiado por completo, y no le había dicho nada.
Pero, ahora mismo, era más importante para él consolar al chico que lloraba como un pequeño niño en sus brazos. DongHae estaba semi-desnudo, hipaba como un bebé y no se había desprendido aún de la seguridad de los brazos que lo consolaban, como hubieran consolado a cualquier amigo que lo hubiera necesitado, como hubiera consolado al estúpido de HyukJae si le hubiera dado un mínimo de explicaciones.
Sólo esperaba que no lo hubiera follado con rencor, que lo hubiera cuidado.
Pero... ¿Qué estaba pensando? ¿Acaso no conocía a Lee HyukJae, a su mejor amigo, a la única persona en el mundo que lo había aceptado tal cual era?
Él no era de esa clase de hombres que abusaban de los más débiles y, menos que menos, que utilizaban el sexo como venganza, al menos no lo había sido en esos largos y duros años que hacía que se conocían.
HeeChul suspiró.
– Me recordó tanto a él.
– ¿Cómo? – salió de su burbuja para prestarle atención nuevamente a DongHae, que ahora ya no lloraba y tenía los ojos muy rojos.
– El hombre con el que estuve anoche, me recordó tanto a él que hasta gemí su nombre. De verdad deseaba que fuera él. Pero no logro recordar nada después de que estuvimos bailando en la fiesta... Sólo su máscara – DongHae miró al costado, a su mesa de luz, donde las dos máscaras descansaban totalmente apagadas y sin vida.
HeeChul pensó y pensó, miles de ideas se le pasaban por la mente y no podía creer lo que le contaba. Ellos habían estado juntos, pero Hae no se acordaba de nada y Hyuk sí.
– ¿Qué demonios te ha hecho el idiota de HyukJae, pequeño? – se preguntó a sí mismo, en un susurro débil.
Tardó muy poco tiempo en darse cuenta que no estaba solo y que sus cavilaciones lo habían obligado a hacer esa pregunta en voz alta, frente a su amigo, quien ahora lo observaba, horrorizado.

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