CALLES Y SOMBRAS

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Entre la penumbra de un inmundo callejón, una silueta oscura caminaba desentendida bajo la custodia de la soledad. con un suspiro apunto de emerger de su garganta, miró al cielo en una expresión de desahucio. aquel aire lo asfixiaba, y comenzó a dirigirse hacia la luz de la ciudad. 

vestía una oscura camiseta bajo su abrigo negro, con unos pantalones muy sueltos, camuflando la escualidez de todo su cuerpo. su cabello era muy brillante y negro, con mechones casi cubriéndole los ojos y formando un flequillo muy desparejo. soltó un imprudente suspiro sin poder contenerlo y guardó ambas manos en sus bolsillos con indiferencia al entorno. No creía en la alegría, no veía nada bueno en el amor, ni tampoco podía decir sinceramente lo que pensaba. por eso, a causa de su su reprobación hacia la realidad, decidió crear su propio mundo, en donde no encontraría reglas que detuvieran sus impulsos ni obligaciones que mancharan sus propósitos.

<< ¿Qué hay de malo en eso? –pensó mientras oprimía las manos, pateando descuidadamente algunas hojas caídas de los árboles–. si no lo quieres, destrúyelo, y si no es tuyo, aléjate>>                      cada uno de sus pensamientos parecían un intento de destruirlo todo. atravesó una calle completamente desierta, en la que las pocas personas que apenas había divisado, quizás hasta en alucinaciones, no habían dejado de mirarlo con determinación, cosa que había aumentado una creciente rabia en su interior, corroyendo lentamente cada esperanza de un nuevo día.

<<¿Nadie va a comprender? este mundo no merece guardar más pisadas. si tan sólo desaparecieran.. Cada rostro es repugnante, no tienen alma.. – guardando en su mente las reprobaciones, continuó su camino hacia la estación, en donde tomaría un tren para regresar a casa. a su alrededor, todo parecía un tablero monocromático de ajedrez. cada persona una pieza y sus cinco sentidos, afilados.

<< No son más que simples peones >> 

mordiendo su labio inferior con un ferviente deseo de saborear la victoria, ladeó la vista en busca de más seres andantes, de bultos deambulando sin rumbo fijo bajo el temor de llegar tarde. a su lado, una mujer parecía desesperada, como si el tiempo la abandonara y sus posibilidades se desvanecieran. observó la escena con un profundo silencio; mientras que aquella mujer sólo inspiraba intranquilidad, una extraña sensación de satisfacción lo recorrió en todo el cuerpo, dibujando una leve sonrisa en su rostro, completamente burlona.

<< La desgracia de los demás tiene un sabor dulce >>

la mujer se alejó en un parpadear, dejando un rastro invisible para los ojos de cualquier pensante, desbordando de impaciencia y envidia envuelta en capas. capas imperceptibles pero efectivas, que hacían de su inocente apariencia, la clara figura de un peón blanco.

<< Aquí va, ha perdido –pensó aún sonriendo maliciosamente, mientras crecía una arrogancia en su pecho– Todos son "peones", simples y cobardes, pero que deben ser destruidos como al intocable rey.. Que rabia >>

la despreciable hilera de seres huecos de madera ya se había formado en espera del tren. los entes de blanco, a un lado del tablero y los de color perdido y oscuro, preparados para atacar; podía presenciarlos en cada lugar y sin descanso.

al posar un pie en el andén callejero, pegado a la misma ciudad podrida, no lo llevaría más lejos que sus sueños. jamás. 

miró a un costado y distó en una esquina a un indomable gentío, lo imaginó de color negro, mientras que al otro lado, frente a frente los entes más claros. ambos sincronizando el gris del asfalto con sus suelas gastadas, esquivando las miradas, cubriéndose con una máscara para cruzar.

<< Tsk... >> se preparó para presenciar la batalla. ¿Quien llegaría? ¿Quien conservaría su orgullo? blandió el interior de su bolsillo, ansioso por conocer el resultado. la respuesta a mil preguntas.. cada combate al atravesar las calles, luchas ajenas que disfrutaba de presenciar, todo aquello envuelto en un pegajoso envoltorio antiguo. una rutina que guardaba hace ya demasiados años, desde que sus ojos se tiñeron de negro y la luz se apagó en sus esperanzas, alejándolas de alguna salida que dejara al descubierto su personalidad.

a lo lejos divisó el tren, pero el semáforo aún no daba señales ni permiso. la batalla quedaría en un resultado desconocido. inconcluso para siempre.

mientras la barrera descendía sigilosamente, nadie parecía percatarse de que debía abandonar su puesto. sabia que alguien tomaría su lugar, pero que ignoraría el combate. el blanco y el negro se presentaría otra vez y le daría una dulce desgracia a los colores. pero mientras tanto, las dos esquinas permanecieron repletas, marcando diferencias. el tren llegó a su destino y se detuvo bajo la estruendosa señal de alerta, que ensordeció sus oídos, en lo que el transporte abrió sus puertas y Kuro subió despacio; se sentó primero que nadie, escogiendo su lugar luego de una minuciosa revisión y bajó la vista ajeno al paisaje. algunos asientos estaban manchados de blanco o negro, cosa que le desagradó profundamente. ya no era tiempo de sumirse en batallas con fines vacíos. era hora de adentrarse en su mundo de ensueño, que a veces le parecía tan real, lejos de cualquier ideal estúpido, o almas de cartón y tiza. excluído de obligaciones y proyectos. otra ciudad, otros juegos y sus trampas, mil estafas, deseos arrebatados, y él, el único dueño de su propia vida.


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