Gabriel

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Impotente, así me sentía. Quería ir a ayudarla, detener su sufrimiento, consolarla, pero no podía hacer nada. Cuando ella me aceptó tal y como era me dio un gran regalo, una familia.

Desde entonces jure dar mi vida por ella y serle fiel hasta mi muerte. Escuche un grito, la mire, una espada atravesaba su pecho, una mancha se expandía a través de su vestido blanco, mi corazón se paró, algo me detuvo cuando corrí hacia ella, mi compañero, con lágrimas en sus ojos me dijo, Debemos irnos, no pude responderle, sabía muy bien cuál era nuestra obligación, ambos se habían sacrificado.

Con el corazón hecho pedazos lo seguí, nos movimos por pasillos oscuros, teníamos que salir de ahí a toda costa, bajamos por varias escaleras, cruzamos pasillos y habitaciones con cuerpos masacrados, era asqueroso, estaba acostumbrado a la sangre…pero esto…era otro nivel…brazos y piernas desprendidos de los cuerpos, decapitaciones, sangre y más sangre, me recordó los viejos tiempos, cuando era uno más…cuando no tenía propósito…pero eso fue antes de conocer a mi maestro, sin él…probablemente…ya estaría muerto.

Después de varios minutos llegamos al río, caminamos hasta llegar a una pequeña choza, entramos y había dos caballos, lloró, nos detuvimos en seco, la había olvidado, me acerque y le quite la sabana, unos grandes ojos azules me veían, eran de ojos de mi maestro, varios mechones de cabello rojo le cubrían la cara, tenía manchas de sangre en su ropa y su cara, mi compañero la sujetaba fuertemente, no era el único que estaba en shock, para mí era muy difícil haberlos abandonado, pero él…a pesar de todo…mi compañero siempre la amo, incluso cuando ella se enamoró de mi maestro, siempre le fue fiel y ahora, ella estaba muerta.

Saque un pañuelo de mi mochila y limpie el rostro del bebe, le cambiamos la ropa, la cubrimos bien y salimos del lugar, no sin antes quemar todo.

Cambiamos de papeles, él cabalgaba delante de mí abriendo camino, y yo…bueno yo llevaba al bebe…de pronto escuchamos una gran explosión, nos detuvimos y miramos, fuego, se veía fuego por todas partes. “¡Vamos”!, gritó, seguimos así por varias horas hasta que los primeros rayos de sol iluminaron nuestro camino.

Salimos del país con rumbo a Francia, era el único lugar donde estaríamos a salvo, al menos por un tiempo, llegamos al anochecer a una pequeña casa en el centro de Dijon, para ese momento ya deberían haberse dado cuenta de nuestra ausencia.

Entramos, le di al bebe mientras subía al segundo piso, abrí la caja fuerte y saque todo, pasaportes falsos y un maletín con dinero de varias denominaciones. Regrese a la habitación y lo vi alimentando a la bebe, me miró.

-Iré a América, es la única salida

-¿Estás seguro? ¿No sería mejor si permanecemos juntos?

-No Gabriel, debemos protegerla a toda costa… -Su voz se quebró- Se los juramos…juramos…juramos que la protegeríamos con nuestras vidas…y eso haremos…ella vivirá…

Esa fue la última noche que lo vi, había pasado los últimos 4 siglos con ese hombre, se había convertido en mi hermano, mi compañero, mi amigo, mi familia…y ahora…volvía a estar solo, antes de irse, miré por última vez al bebe, esos hermosos ojos azules, su tez pálida, su cabello rojo como el fuego, “Suerte pequeña”, pensé. Sabía que nunca la volvería a ver, no mientras él estuviera vivo para protegerla.

Los vi dirigirse al sur, mientras yo iba al norte, mire por última vez…mi familia estaba rota…los había perdido a todos, mi maestro, mi hermano, la mujer que me adopto como su hijo y esa bebe…

En un par de años la vida nos cobraría la traición que estábamos cometiendo, pronto el tiempo empezaría a correr por nosotros otra vez, solo espero que cuando eso pase, la pequeña sea lo suficientemente fuerte y hábil para protegerse a sí misma.

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora