Un beso, un te quiero y una canción.

Capítulo 23

Cap. 23 *Narra Pablo*

El viaje hacia el que será mi nuevo "hogar" durante los próximos días se me está haciendo eterno, así que saco mi teléfono y reviso un poco las redes sociales. Miles y miles de mensajes, la gran mayoría de apoyo por parte de esta gran familia. Tras esto, el viaje se me hace más ameno.
Cuando empiezo a ver que ya por fin llegamos a la ciudad, guardo mi teléfono y comienzo a mirar por la ventanilla a las personas que pasan caminado por la calle. Es todo tan bonito por aquí que me hace sentir como en casa.

Los minutos que quedan hasta llegar a la puerta del hotel donde me esperan fans con pancartas me los paso observando por la ventanilla del coche a la gente que pasa por la calle caminando tranquilamente, otras con prisas, unas muy elegante y otras de diario. La verdad es que es increíble la diferencia de unas personas a otras; cada una con sus gustos, sus miedos, sus sueños, sus traumas, cada una con su percepción del mundo. Todas con la razón. Todas movidas por algo. Todas con un corazón.
Todas las personas tendrán dudas en sus mentes, algo que jamás revelarán o algo que quieren gritar a pleno pulmón.
En mi caso, esas tres cosas son lo mismo.

Quisiera saber qué significaban las palabras de aquella niña inocente que, apostaría a que es mucho más inteligente de lo que pensaba. Quisiera saber tantas cosas que creo que es mejor ser un idiota tonto y hacer como si no supiera nada.

La verdad es que el mundo gira, a veces demasiado rápido, tanto que puede que te tire, pero tienes que ser fuerte y seguir aferrado a él. En mi caso, el mundo dio un giro enorme de unos trescientos sesenta grados al verla, en lo que sólo iba a ser "un concierto". El giro me pilló sin esperarlo, y desde luego que me tiró, pero me dio un motivo para levantarme y aferrarme a él: ella.
Eso no significa que antes no tuviera motivos para dejar al mundo irse y yo no ir detrás. Tenía y sigo teniendo esos motivos: las sonrisas de mí querida familia cada vez que salgo a un escenario y me desahogo, cada vez que me miran a los ojos, cada lágrima que derraman o cada sensación con mi música. Es sólo que ahora, ella también me importa -demasiado.
Suspiro. Ya queda menos. La verdad es que estoy deseando llegar ya.

Sí, quizás y lo más probable es que sea por el miedo a mis propios pensamientos. ¿Miedo? Quizás esa palabra no sirva mucho, pero es parecida. Miedo a tener que reflexionar sobre todas las estupideces que he hecho, o las que me arrepentiré de haber hecho. O incluso de las que haré en un futuro; quién sabe.

Aunque dudo mucho que las haga por el mismo motivo. Ella no quiere volver a saber nada más de mí, ni siquiera volver a oír mi nombre por ecos en el viento. Y no seré yo quien le niegue ese derecho, por más que duela en mi corazón dejar de verla, de respirar su aroma a caramelo y vainilla, de escuchar su risa grabada a fuego en mi mente, de sus gráciles movimientos sensuales bailando alrededor de mi cuerpo, dejándonos llevar por la música. Recuerdo cuando astuto e idiota de mí, posé mis labios sobre los suyos por primera vez. Una dulce sensación, tan suaves, tan frágiles que parecía que se podían romper en cualquier momento. Un momento tan mágico, tan perfecto que nada lo podría superar, excepto el momento en que mi mirada se cruzó con la suya por primera vez.

Vuelvo a suspirar hondo. ¿¡Es que este viaje no se va a acabar nunca!? ¿Qué queda? No quiero seguir recordando. No quiero ilusionarme con tonterías del pasado y que me harán daño. Yo jamás la volveré a ver. Jamás volveré a oler su perfume. Jamás sentiré nada más por ella. No. La olvidaré. Llegará. Llegará a mí el olvido. Y me arrancaré esta espina clavada en el corazón que está haciendo que me desangre completamente.

Cada recuerdo a su lado es otra espina más clavada, cada vez más hondo. La olvidaré, ese es mi cometido y punto.
Esto no puede ser. No puedo dejar que esto me pase. No me puede inundar otra vez la falsa ilusión de tenerla o la melancolía por perderla.