Frank

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 Si las fechas no le fallaban, Gerard iba a cumplir catorce años en pocos días. Aunque no era como si él se sintiera mayor o si a lo largo de los años algo cambiara en su persona.

Cuando su tiempo en Haut de la Garenne se dio por terminado lo único que su hermano tomo de ahí fue una caja de colores únicamente compuesta de lápices negros. Frank recordaba las semanas que le había llevado hurtar los lápices de los otros niños para hacer una caja para Gerard únicamente de colores negros.

Eso fue lo único que Gerard quiso llevarse con él. 

 El tiempo era un factor imparable, con el cual era mejor no luchar.

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―Esto no es tan divertido como pensé que sería.

―Nadie dijo que lo iba a ser, Frank. –Le recuerda Gerard. Siempre tan desesperanzador.

Fue un eterno e inesperado viaje que dejo a ambos niños bastante cansados y molestos. No entendían porque alguien iría a buscarlos desde la otra punta del continente. 

Varios años después se dieron cuenta que la familia Shah estaba lejos de actuar bajo las normas de lo convencional.

La señora Shah no participo en ese dichoso viaje de bienvenida, de otro modo se habría dado cuenta de las evasivas que tenían las monjas con la partida de ambos niños.

La desconfianza que tenían sobre ellos no se había atenuado y no los creían prudentes para una familia de bien como los Shah. Sin embargo no pudieron hacer mucho. 

Gerard se limito a tomar a Frank de la mano e irse de ahí cuando todavía tenían una oportunidad de hacerlo.

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La mansión Shah está situada Wiltshire, en el sureste de Inglaterra.

Los terrenos extensos que la rodean están compuestos por jardines laterales y un sendero angosto de piedra pulida que flaquea toscamente por los setos recortados. A la derecha está ocupado por matorrales salvajes de escaso crecimiento. 

El camino está cortado por la gran reja de hierro que delimita la mansión Shah.

Cuando alguien se acercaba a los barrotes, como por arte de magia estas se ven protegidas por un par de sabuesos atados en la entrada de piedra, anunciando las visitas. Dentro de los terrenos hay arbustos y pavos reales que rondan por ellos y detrás de unos setos hay una fuente. Ni Frank ni Gerard lograron entender nunca porque alguien creería conveniente tener grandes aves de colores en el jardín. Siempre estuvieron esperando porque algún perro se escape y se los coma pero eso nunca paso.

El camino recto de grava mal cuidada lleva desde la verja hasta la puerta de mármol la mansión, unos cinco o seis escalones la elevan del suelo hasta las columnas de entrada. Las ventanas del piso inferior tienen formas rectangulares y son oscuras. La puerta principal se abre hacia adentro y Gerard siempre pensó que sería bueno que tuvieran algún tipo de encantamiento para que se abran automáticamente a determinadas personas, así él no tendría que ir con paso acelerado, pero no corriendo, a abrirlas por el resto de su vida mortal.

Al entrar en la mansión lo primero que se percibe es un amplio vestíbulo, pobremente iluminado y suntuosamente decorado. Una gran alfombra traída de algún rincón del mundo lo cubre en su mayoría.

En el vestíbulo hay una pesada puerta de madera con manilla de bronce que conduce a la siguiente habitación, un salón. El salón es una sala grande con una hermosa chimenea de mármol más allá se encuentra una ventana dorada y sobre la que hay un espejo con marco transparente. El suelo de la habitación está pulido y cubierto en parte por una alfombra; una lámpara de araña cuelga del techo.

Black ColorsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora