Hoy es el día. Desde el momento en que desperté supe que era mi última vez recorriendo mi distrito. Mi padre y mi hermano estaban desayunando cuando salí de casa para visitar a Scott.
Él siempre se ponía nervioso el día de la cosecha a pesar de que no tenía razón. ¿Cuántas veces estaba nuestro nombre en la urna este año? Solamente seis, una vez por cada año. Nosotros nunca tuvimos que buscar teselas, tampoco sufrir de hambre o de vestido, simplemente nacimos en una buena cuna o lo que se considera bueno cuando vives bajo las garras del Capitolio. Scott era el hijo del actual ministro de nuestro distrito y yo el hijo de uno de los ganadores y hermano menor de otro.
La vida nos sonrió de una forma burda y cruel para convertirnos en los odiados por las personas que no tuvieron nuestra suerte, pero este día sería el último en que me enfrentaría a sus miradas de soslayo.
Hice el recorrido desde la colonia de los vencedores hasta la casa del ministro con las manos temblándome de nervios por algo que no quería reconocer. Isaac lo había dicho una vez: El capitolio no perdona, siempre se las apaña para joder la vida de los campeones.
Su hermano, Camden, murió el año siguiente completamente solo por la herida de una espada en su vientre. Mi hermano gritando a mi lado es algo que nunca lograré olvidar, incluso en mis mejores sueños siempre lo veo llorando hasta quedarse dormido y mudarse a un mundo donde tal vez pudiera verlo a lo lejos. El primer voluntario del distrito tres, ese fue Camden Lahey, se puso frente a mi hermano y dijo que iba en su lugar. Tal vez pensamos que él si podía ganar, que tenía la madera de un vencedor si dejaba a su único hermano solo para ir a los Juegos del Hambre. El año siguiente fue Parrish y aunque parecía que se iba a dejar ganar se las apañó para electrocutar a los últimos tres profesionales luego de que se deshicieron de todos.
Fue inteligente y lo acepto pero a veces creo que él hubiera preferido dejarse morir en medio de la arena.
Ese año sentía que era el mío. Algo idiota pensar en eso cuando me había salvado durante cinco años y mi nombre apenas estaba seis veces pero tenía esa misma sensación de ser escogido como lo hacía en las clases de música que nos daba la mamá de Isaac en los tres primeros años de escuela y a las cuales no me gustaba asistir. Siempre me hacía cantar una estrofa de las canciones que me cantaba mi madre antes de morir.
Melissa me abrió la puerta antes de que siquiera tocara, ella siempre sabía en qué momento iba a llegar, tenía uno de esos sentidos maternos que asustaban cuando hacías cosas malas, como apagar cierta parte de la valla eléctrica para salirte de los límites y conocer más allá.
-Isaac ya está aquí –Me dijo señalándome las escaleras que llevaban a la habitación de mis dos amigos –Está nervioso.
-Todos estamos nerviosos –Acepté con un suspiro metiendo mis manos dentro de los bolsillos de mi pantalón nuevo. Era más pegado a los anteriores, este año Parrish no había calculado bien cuanto había crecido y me trajo la misma talla de siempre, cuando me di cuenta ya era tarde para cambiarlos.
-¿Cuántas veces está el nombre de Isaac en la urna? –Me preguntó Melissa en voz baja.
-Ocho –Respondí sintiendo que el número se me atoraba en la garganta. No era un número alto, había quienes estaban treinta veces y otros hasta con cincuenta, nosotros simplemente teníamos suerte, él tuvo suerte de solo haber pedido dos teselas en la temporada en que su madre lloró la muerte de Camden.
Nunca aceptó nuestra comida hasta que fue consciente de que no podía dejar a su madre completamente sola.
-Prométeme que cuidarás de ella si mi nombre sale hoy –La voz de mi amigo era suave, roto y hasta desesperado –Promételo, Scott.
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Trigesimos Séptimos Juegos del Hambre
Fanfiction-Cinco, cuatro, tres, dos, uno. -Sonó la alarma -Que empiecen los trigésimo séptimos Juegos del Hambre. Ya era oficial, estaba compitiendo por mi vida a partir de ese segundo.