Capítulo Once

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Capítulo 11:

Abrí los ojos con pesadez, observé a mi alrededor en medio de un bostezo y me estire un poco.

Arturo estaba parado frente a mí observándome mientras sostenía una taza de café entre sus manos y daba pequeños sorbos, eleve mi ceja confundido.

-Sofía ya se despertó hace rato, dijo que tenias que dormir un poco más, pero tenemos cosas que hacer.- dijo, asentí quejándome y me senté en la cama con pereza.

-En diez minuto estoy abajo.- me levanté y me metí a la ducha, hice lo que tenía que hacer, me di un baño rápido y salí envuelto en una toalla.

Me puse unos jeans, algo de desodorante- importante si no quieres oler mal- una camisa de botones color azul, me puse los zapatos, algo de perfume, tome la cartera y me detuve a pensar en qué auto sería conveniente llevar.

Baje las escaleras en rápidos saltos sin las llaves, cuando llegué abajo miré a Sofía sentada en el sofá con la niña dormida a su lado en un pequeño Moisés que le habíamos comprado para cuando estuviésemos abajo, había unos cuatro moisés distribuidos por toda la casa.

Los ojos de la niña estaban cerrados, su respiración era calmada y se encontraba bien cubierta con una cobjita color verde, me acerque a ella con pasos lentos.

La miré un momento y después me senté a un lado de Sofía, pase un brazo por sus hombros y revolví su cabello de forma en la que sabría que iba a enojarse, bese su cabeza cubierta de cabello y luego la miré, parecía estar demasiado cansada, pero se miraba bien, hermosa como siempre.

-¿Qué tal estás?¿Cómo te sientes?.- pregunté, ella bostezó y se acomodó en mi hombro, cerró los ojos y la escuché suspirar mientras se estiraba un poco contra mis brazos, me obligó a abrazarla.

-Muero de sueño.- musitó, revolví su cabello nuevamente antes de besar repetidamente su rostro.

-Bueno, venía a avisarte que tengo que irme.-besé su frente por última vez y me levanté, volví a ver el moisés en donde la niña seguía durmiendo y me detuve un momento a inhalar el delicioso aroma que su cuerpo desprendía.

-Nos vamos en la tacoma.- dijo Arturo llegando hacia nosotros trotando, me despedí de Sofía rápidamente y nos fuimos, por este momento él iba a conducir y yo me iba a limitar a ir de copiloto.

Condujo con tranquilidad hasta uno de nuestros almacenes, me bajé junto con el y cargamos algunas cosas en su auto, arreglamos algunos otros asuntos rápidos y cada quien se fue por su lado, en el almacén me encargue de tomar prestado uno de los autos que usaban para repartir, uno sencillo y que no llamara la atención de nadie por que tenia un par de encargos.

Al parecer el sacerdote se estaba volviendo algo adicto a esto ya que tuve que pasar nuevamente a su casa para darle una ración extra de lo que él llamaba sus bendiciones, pero ahora debía ir con otra persona para resolver algunos asuntos importantes.

Mi camino era ahora rumbo a donde estaba el alcalde municipal.

Tarde bastante en llegar a la casa, principalmente por que estaba en la parte alta de unos los cerros, alejada de todos y siendo un lugar muy privilegiado, solamente estaba su casa y las de los snros mandos del gobierno.

Cuando por fin llegue estacioné el auto afuera, tome mi maletín negro de empresario falso y entré fingiendo ser una persona de negocios, los guardias no me revisaron al verme llegar solo me dejaron pasar y señalaron hacia el fondo del pasillo.

Al entrar a su despacho una joven chica me llevó hasta la puerta de la oficina, toque la puerta con cuidado y el mismo alcalde la abrió, me miró e invito a pasar con un suave movimiento de su mano.

A La Mexicana. (RESUBIENDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora