Capitulo 2

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Se abre la puerta de mi habitación, es Eduardo.

—Pequeña, ¿están tus padres?—pregunta él.

Él es amigo de mis padres, es como mi tío y es muy bueno conmigo. Siempre me trae regalos de los lugares a donde viaja, o simplemente algo que compró para visitarnos.

—No—respondo—. Ellos no volverán hasta la noche, por una junta, o algo así.

—Bien—le oigo susurrar, cierra la puerta detrás de él y se me acerca despacio hasta donde estoy, en mi cama—. ¿Quieres jugar un juego? Aprendí un juego muy divertido y estoy más que seguro que te va a gustar—sonríe mientras habla de manera muy suave, demasiado.

—No lo sé—digo un poco nerviosa por el tono de voz que ha empleado—. Tengo tarea que terminar... —me interrumpe con un gesto de la mano.

Por alguna razón esto no me está haciendo gracia y me siento bastante incomoda. Siento poco a poco el pánico apoderarse de mi cuerpo.

Él se acerca aún más.

—Vamos, juega conmigo y yo luego te ayudo con la tarea pendiente. Además, ¿cuándo te he fallado yo, tu tío favorito? — Bueno, no creo que sea malo jugar con él, además de que se ofreció a ayudarme. Pero el pánico no desaparece, así que sólo decido ignorarla.

—De acuerdo... —concedo, él sonríe de manera extraña y acorta la distancia entre nosotros, acercándose mucho más a mí.

De un momento a otro lo tengo encima de mí, causando que se me vaya un poco el aire por la brutalidad con la que se me ha lanzado. Y que la incomodidad que decidí ignorar, creciera de manera desesperante.

—Disfruta, pequeña...

Despierto sudando y jadeando desesperada, el aire se ha ido de mis pulmones y necesito un minuto para ubicarme, estoy en mi sofá. Suspiro aliviada. Sólo fue una pesadilla, sólo eso. No volverá a pasar, no hay nada, ni nadie. Estoy sola...

¿Cuándo se acabaran estas pesadillas? ¿Cuánto más tendré que soportar? Diez años lo mismo, es que ¿ni una noche podré soñar algo normal? ¿O tan sólo no soñar? Mis ojos pican por las ganas de llorar, y siento el nudo formarse en mi garganta.

Trato de soportarlo, haciendo que mi garganta doliera y mis ojos picaran con más fuerza.

No. Yo puedo, soy fuerte, lo soy, soy fuerte...

Sin embargo, por más fuerte que sea, sigo quebrándome por completo ante el mismo recuerdo, dejando que las lágrimas se deslicen por mi cara con toda la libertad que deseen.

Atraigo mis piernas a mi pecho y trato de respirar correctamente aun llorando.

Cuando solo quede mirando un punto fijo pude recordar lo jodida que estaba con eso, y que al parecer siempre lo estaré.

Miro la hora, las doce en punto. Genial.

Al momento en el que pienso levantarme del sofá, suena mi celular; es mi hermano.

—Alejandro— hablo a modo de saludo.

—Hey, hermanita, ¿cómo estás? ¿Cómo te fue en ese trabajo?

—Bien, gracias. Pase bien mi primer día de trabajo, todos son muy amables.

—En caso de cualquier cosa, tú sabes que...

—Sí, lo sé. No es por ser borde, pero, ¿para qué llamaste? Es muy tarde.

—Necesito un pequeño favor, o bueno, mi amigo Thomas necesita un favor— cambió su tono de voz a uno suplicante. Alzo una ceja incluso cuando sé que él no puede verme.

My First Love {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora