Capítulo 4

7 0 0
                                    

Dicen que la tecnología nos acerca a las personas más lejanas y aunque William vivía a unas 15 cuadras de San Cristóbal, lo cierto es que la distancia que lo separaba de Marcelle no podía ser medida en metros.

Marcelle sabía que usar el celular era una mala idea; no obstante no podía dejar pasar una oportunidad como esta. Quizás podría funcionar o quizás no, aun así era mejor intentarlo que quedarse con la duda.

Encendió el celular.

Tecleo un mensaje.

Sé que no me conoces, pero quiero que sepas que puedes confiar en mí.

Instantes después presiono enviar.




El lunes por la mañana todo parecía normal, creo que al fin me había acostumbrado a las miradas incomodas y los indiscretos susurros. A decir verdad estaba mejor de lo que esperaba, por fin había logrado reintegrarme a las clases y había vuelto a sentarme en las bancas de enfrente.

Cuando la jornada escolar terminó tuve que realizar varias visitas post clase a mis profesores para pedir asesorías con algunas cosas que no podía entender y entre visita y visita perdí el control de las horas. Miré el reloj y pegué un ligero saltito, tenía exactamente veinte minutos para llegar a San Cristóbal, sabía que debía empezar a correr...

-Hey Marcelle –Zac detuvo mi huida –te estuve buscando todo el día.

-Ahora no tengo tiempo –dije apresurada, pero el chico seguía bloqueando mi camino.

-Quería decirte gracias –sonrió.

-¿Por qué? –por un momento me olvide de mis escasos minutos restantes.

-Por tus palabras, tenías razón, el sufrimiento siempre es opcional –volvió a sonreír.

-Ah –pero ya no pude decir nada, la alarma del detector en mi tobillo empezó a sonar -¡Rayos!

-¿Qué es eso? –preguntó intentando buscar la fuente del sonido.

-Lo siento, debo irme –lo esquivé y comencé a correr, aquello era más que vergonzoso.

-¡De acuerdo! –Gritó -¡Hablaremos luego cenicienta!

4:00 p.m. Comida (crema de zanahoria, una pieza de pollo, ensalada y como postre un trozo de flan horneado).

5:00 p.m. Actividad física (Tuve que dar tres vueltas extras al campo como castigo por llegar tarde a la residencia).

6:00 p.m. Ducha.

7:00 p.m. Terapia grupal.

-Bien Marcelle, creo que es tu turno –y si, el beneficio había expirado -¿Quieres compartir algo con el grupo?

-(No, no quiero compartir nada. De acuerdo, lo acepto, cometí un error, un gigantesco error, pero ya aprendí la lección. En realidad no creo que sea necesario ventilar mis problemas).

Aquel era un excelente argumento y lo habría dicho, pero tuve que contenerme, no quería un castigo más y mucho menos si se trataba de correr.

-Me corté las venas con una navaja –suspiré -. Dolió mucho.

(Y qué más podía decir)

Silencio.

-¿Por qué lo hiciste? –inquirió la psicóloga.

-Estaba asustada, tenía miedo de sufrir, de sentir, de vivir...

Aquello era absurdo, pero juro que cuando elaboré el plan la idea parecía bastante sensata. Si tan solo lo hubiera pensando un poquito más seguramente no estaría aquí hablando frente a un grupo de desconocidas y, quizás, le habría robado el celular a Zac desde el principio.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 01, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

VENENO PARA LOS CARDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora