Irlanda
1905
El viento revolvía con violencia mi cabellera castaña. Admiraba el paisaje del bosque que las colinas me regalaban esa tarde, esta vez con un poco más añoranza que antes. Amo mi tierra, mi hogar. Este lugar que de por sí es mágico aún sin nuestra presencia. No quiero salir de aquí. Que se pudra el resto del mundo pero que no se atrevan a entrar a este lugar, esto es lo único que debe quedar intacto ante todo.
Sentí un leve peso en la cabeza que se arrastró hasta que una pequeña cabecita celeste se asomó para verme.
-¿Qué te pasa?- preguntó. Su cabecita estilizada se inclinó hacia un lado con completa curiosidad.
-No me quiero ir Lizzie- dije sincero. Con ella no era necesario mentir u ocultarme. Me conoce.
Se puso completamente frente a mí. Sus enormes ojos completamente lilas se entristecieron. Se abrazó a sí misma y tomó aire.
- Debes hacerlo, sólo un Grifo pueden encontrarlos y enfrentarlos antes de que sea tarde- justamente la misma razón que me dieron esos ancianos.
-¡Pues esperen a que sea mayor, digo, soy un niño!
-Errant-
-No me quiero ir Lizzie- me levanté del suelo- no estoy listo. No quiero dejar mi hogar, mi familia, mi aldea ni mucho menos a ustedes- le di la espalda tratando de grabar el otro lado del bosque en mi memoria que ya extrañaba aún sin irme.
-Sé que tienes miedo- habló poniendo su diminuta mano azulada en mi hombro- nunca has salido de aquí y ahora debes ir a ese lugar tan desconocido para ti y no sabes lo que daría por acompañarte pero no puedo, tengo obligaciones hasta que llegue mi ''relevo''- se detuvo un momento y zanjó- aunque no falta mucho.
Eso me dolió, la otra razón para no irme la acababa de decir. La acerqué lentamente hacia mi pecho, acaricié con un dedo su azulado cabello rizado, tan sedoso como siempre. Ella ahora era tan pequeña como mi mano, como una muñeca de porcelana.
-Ojala pudiera quedarme hasta que eso pasara.
Me dolía verla cada vez más semejante a un hada, aunque seguía siendo la misma de siempre, a este paso sería apenas un dedo meñique o sino una luciérnaga, para volverse una de su mismo pueblo.
-Pero mañana deberás irte- una risa lastimera salió de su boca logrando que un hueco se asentará en mi estómago.
Lizzie era la mejor amiga de mi madre y ahora me cuidaba casi como ella lo hacía. Es mi familia. La conozco a la perfección y sé que tiene miedo de hacer su ''trascendencia'' sola. Quería ser egoísta y quedarme pero la búsqueda debía empezar cuanto antes a pesar de lo que pudiera decir.
Nos separamos lentamente.
-Te voy a extrañar tanto Lizzie- un nudo se me había formado en la garganta.
-Y yo a ti mi niño, recuerda mi esencia, si tienes algún problema busca a mi relevo. Te recibiré con los brazos bien abiertos- extendió los suyos para dar énfasis a lo dicho.
Sonreí sin pensarlo. Ella se llevaría un pedazo de mi corazón casi tan grande como mi madre.
-Hay que volver, Lizzie- la noche ya había llegado y no era conveniente quedarnos más tiempo aquí.
Regresamos con tranquilidad hasta separarnos cada quien por su lado.
En mi aldea todos estaban animados como siempre, saludándome con un ''Buenas noches'' y uno que otro comerciante ofreciendo alguno de sus productos, desde pociones hasta libros de hechizos o uno que otro amuleto mágico. Mi aldea podría ser más bien la capital donde todos se reunían desde los comerciantes hasta los campos de entrenamiento.
No quería despedirme de este lugar tan artístico, pintoresco y animado, ¿Cómo debía aceptar irme de la noche a la mañana?, ¿Por qué un niño de 15 años debería solucionar un problema de grandes?, ¡15 años!, tenían guerreros preparados desde hace siglos para cualquier cosa pero no, enviaban a un niño de 15 años completamente inexperto en cualquier en donde lo quisieran poner.
-Hijo- y ahí venía el autor de dicha locura, ¿Qué no los padres buscaban el bienestar de sus hijos?- Listo para emprender el gran viaje, espero- se acercó dando unas palmadas en mi hombro.
-Aún me sigo preguntando como se te ocurrió enviar a un niño y más que convencieras al consejo de llevarlo a cabo.
Papá hizo resonar una risa que atrajo la mirada de más de uno.
-Lo sé, aun no entiendo como tu madre se casó conmigo- comenzamos a caminar.
-Y más que nunca te dejara- volvió a reír. Mamá murió hace unos meses pero no teníamos problema, no vemos a la muerte como algo de temer pero no puedo negar que la extraño demasiado.
Seguimos caminando en silencio pero cuando caí en cuenta ya no estábamos de camino a casa. Le miré extrañado pero él solo sonrió. ''No te diré'', eso significaba.
Seguimos el camino hasta la aldea de las hadas.
-Eilizziathe- le llamó papá.
En unos pocos segundos Lizzie sobrevoló hasta nosotros mirándonos confundida.
-¿Sucede algo?-preguntó mirándome, buscando que le diera alguna pista pero sólo alcancé a encogerme de hombros.
-Venimos a pedir algo de tu vasta biblioteca como Vocera de las Hadas- papá hizo una reverencia la cuál a trompicones imité, ni idea del porque pero la hice.
Era extraño que papá se refería a ella por su esencia y no como 'Lizzie', como lo suele hacer desde que recuerdo.
-De acuerdo- habló haciendo un ademán para romper nuestra postura- síganme.
Nos encaminó hasta un enorme invernadero donde millones de coloridas luciérnagas volaban de un lado para otro. Se posaban en las plantas o se quedaban en las mesas y sillas u ocupaban lugar en unas mucho más pequeñas como casitas de muñecas.
Una voló frente a mis ojos dándome a entender que no eran luciérnagas sino hadas, todas eran hadas o inclusive antepasados de Lizzie. Ese era su futuro.
Atravesamos el invernadero hasta pasar por una puerta donde conectaba directamente con el interior de la biblioteca. Millones de estantes estaban frente a nosotros repletos de libros y pergaminos. Tan altos que parecían alcanzar el techo.
-¿Viene por ese libro?- preguntó a mi padre, él solo asintió y yo no entendía de que hablaban.
Un chiflido proveniente de sus labios hizo llamar a varias de esas haditas quienes cargaban un libro que parecía antiguo, la cubierta de piel con algunos extraños grabados.
-Era del anterior Protector del Grifo, pasa de generación a generación- decía mi padre mientras yo lo tomaba y abría. Los textos eran incomprensibles para mí, sobre todo porque las letras parecían moverse- Contiene todo lo que puedes hacer, todas tus habilidades, hechizos, conjuros, lo que sea. Te servirá para cuando estés en peligro.
-¿Y cómo cuándo lo podré usar?, no entiendo nada de lo que dice.
-Claro que no- Habló Lizzie posándose en la cubierta del libro- Es una lengua que pocos pueden leer porque ella decide quién la deja leer.
-Poco a poco se irán acomodando las letras, es sencillo- comentó con simpleza explicando de mejor manera lo que dijo Lizzie.
Pasé mi mano por esas hojas lisas y suaves, como si fuera un libro nuevo a pesar de mostrarse algo amarillentas y desgastadas por ellas.
Me sentía extraño con ese objeto cerca, casi como si me perteneciera. Como cuándo al fin encuentras algo que hace tiempo creías perdido.
-Es tu regalo de despedida- Lo miré, sus ojos enrojecidos y cuello tenso me decían que se reprimía el llanto. No me quería dejar ir pero... ¿Por qué me alejaba?
Al día siguiente me despedí de todos en la aldea y los líderes de cada una. Si, algo muy tardado.
Todos contaban con que yo pudiera con la responsabilidad pero la verdad lo dudaba. Sin embargo era mi misión y debía cumplirla, no tenía otra opción.
Soy Errant Night, el Protector del Grifo y mi misión es Proteger a los humanos de aquellos adefesios.
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Fénix
Teen FictionLo único extraño en Aria es su peculiar cabellera rojiza, aunque puede ocultarlo al teñirlo. Su principal preocupación son los exámenes a la vuelta de la esquina. Su paz está con su madre en casa. Pero solo hizo falta un pequeño giro en su rutina di...