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Nos encontrábamos tiradas en el sofá rojo del bar de siempre, con las manos atadas y semidesnudas, puestas hasta el culo de coca. Nos miramos e inmediatamente echamos la vista atrás siete años y recordamos cómo habíamos llegado hasta allí.
Verano del ochenta y cinco. Volvíamos a nuestras casas un poco borrachas después de escuchar a Queen. I want to break free sonaba en todas las radios y nosotras nos moríamos por escuchar a Freddie Mercury cantarla en vivo. No nos defraudó.
Solíamos fantasear con él. Nuestro sueño (a parte de escucharlo en directo) era follarnoslo, tal cual. Habíamos hablado entre risas varias veces de esto pero nunca creímos que se fuese a hacer realidad.
Para acabar de perturbar nuestras inocentes y sucias mentes de adolescentes, se puso de moda un actor que acababa de estrenar película, Pesadilla en Elm Street, un tal Johnny Depp. Era bastante guapo y, para no variar, nosotras nos hacíamos todo tipo de ideas con él.
No llevabámos mala vida y nuestras familas tenían dinero. Eso nos permitió ir ese verano de vacaciones a Inglaterra. Un día lluvioso como otro cualquiera, alquilamos un coche. Como buenas españolas, se nos olvidó que se conducía por la izquierda y nos dimos de frente con una limusina gigante. El conductor se bajó y empezó a gritarnos un montón de cosas que no entendimos a pesar de hablar bastante bien inglés. Unos minutos después se bajó del coche un tipo alto y le dijo al conductor: "Tranquilo querido, ya lo arreglaremos, deja de gritarles."
¿Cuál fue nuestra sorpresa? Sí, era Freddie Mercury. Le dimos las gracias por callar al orangutan gritón. Le debimos de caer bien porque nos invitó a unas copas en el bar que quisiésemos, y decidimos ir a uno pequeño pero con ambiente que había cerca de nuestro apartamento.
Estábamos eufóricas y deseando que llegase la noche para verle otra vez. No nos lo podíamos creer.
Al fin llegó. Nosotras nos pedimos Ron limón y él Larios Limón. Nos bebimos alrededor de 7 cubatas cada uno más 3 chupitos. Nos invitó a otro bar más discreto y sin pensárnoslo dos veces accedimos. Cuando estábamos allí nos sentamos en unos sofás rojos de terciopelo y se sacó del bolsillo una bolsa blanca y un billete de 20£, esparció la nieve en la mesa y con ayuda del billete se lo esnifó. Al rato nos dijo: "¿Quereís probar, queridas?". No pudimos negarnos y en menos de un minuto nos habíamos esnifado una raya cada una.
Tres cubatas más y no me acuerdo de lo que pasó después. Nos despertamos en una cama bastante grande, desnudas, con Freddie Mercury a un lado y Roger Taylor a otro. Nos volvimos a dormir sinquerer. La siguiente vez que nos despertamos Taylor no estaba y Freddie estaba poniendose unos calzoncillos amarillos y azules a rayas. No pude evitar preguntarle que qué había pasado. Feddie soltó una carcajada y dijo: "Tranquila cariño, te lo pasaste bastante bien.".
Lo que más nos cabreó fue no acordarnos. Era el sueño de nuestra vida, lo habíamos vivido y no nos acordábamos. Los únicos recuerdos que nos quedaban eran unos cuantos moratones en las nalgas, marcas de mordeduras y un dolor de piernas insoportable.
Decidimos proponerle a Mercury repetir la noche y accedió con gusto, pero dijo que esta vez elegía él el plan.
Quedamos a las 8 en el bar de los sofás rojos y nos dirigimos a un cine en el que se encontraban bastantes estrellas de todo el mundo. No pudimos evitar fijarnos el el joven Johnny Depp. Se lo dijimos a Freddie al salir del cine le dijo que viniese.
Al final se unieron a la fiesta, él, su amigo, el director Tim Burton y su mujer Helena Bonhan Carter.
Sobre las 6 de la mañana Tim y Helena se fueron y solo quedábamos nosotros cuatro. Decidimos ir otra vez al bar de los sofás rojos y Mercury se metió dos rayas seguidas. Le empezó a sangrar la nariz asique le limpié. Me encontraba a 2 centímetros de su boca. En ese momento oí algo detrás de mí. Era Pope, que estaba tumbada debajo de Johnny. Pensé: "estos no pierden el tiempo". Freddie también lo vio, me aggarró de la cintura y dijo: "Vamos querida, que la noche es larga".
No queríamos drogarnos demasiado para poder acordarnos la mañana siguiente así que no nos metimos nada de cocaína.
Fuimos a la mansión de Mercury. Pope y Johnny se quedaron en el sofá y Freddie y yo nos subimos a la habitación. Me cogió tiernamente y me tumbó sobre la cama. Dijo que esta vez no iba a tener dolor de piernas. Solté una carcajada y le besé. De fondo oíamos los gemidos de Johnny y Pope, no se andaban con tonterías.
Freddie y yo no tardamos mucho en estar igual.
Así noche tras noche. A veces yo con Johnny y Pope con Mercury, a veces juntos, otras se unían Taylor y Hugh Jackman (amigo íntimo de Johnny)... Y poco a poco íbamos metiendonos en un agujero negro que nos destruía pero nos gustaba. Noches de sexo, alcohol y drogas junto a los dos hombres más grandes que han pisado la tierra.
Siete años después nos encontramos en los mismos sofás rojos de terciopelo en los que Mercury esnifó su primera raya delante de nosotras. En los que nos habíamos corrido cientos de veces (porque con el tiempo se nos quitó la verguenza y lo hacíamos en todos lados), atadas y semidesnudas, puestas de coca y alcohol pero conscientes, deseando que ese verano del ochenta y cinco no acabase nunca.

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