5. El que juega con fuego, se quema

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-Gabriela, acéptalo- dijo Edward riendo.

-No, jamás lo aceptaré- dije indignada.

-Vamos nena, no lo niegues- dijo él con una sonrisa.

-¡Jamás aceptaré que tengo muchos senos sólo para que estés feliz!- dije completamente enojada, alejándome de él.

No tenía idea de cómo habíamos llegado a este tema, primero nos sentamos, preguntamos cosas que cualquiera le preguntaría a quien va conociendo, sus colores favoritos, su nombre completo y cosas así. Tiene dos hermanos, practica tenis y va al gimnasio, es notable ya que su tonificado cuerpo lo delata.

Y según él, es soltero.

Entonces de repente tocamos el tema hablando de chicas operadas, y llegamos a.. ¡esto!

-Vamos, no te molestes-se levantó para acercarse a mí-, sólo digo que para ser un poco baja de estatura, no se ven nada mal- dijo mirándome a los ojos con diversión, y luego miró mis pechos mordiéndose discretamente el labio inferior.

Comprendiendo el doble sentido de sus palabras cómo no, un cosquilleo recorre mi interior, pero no necesito una fantasía ahora, porque a pesar de eso soy una mujer.

Me acerco con paso decidido hacia él, y entonces le doy una bofetada.

Él impactado, tocó su mejilla ahora roja y me miró con su ceño fruncido.

-¿Cómo te atreves a decir algo así sobre una dama a la que apenas vas conociendo?- pregunté intentando que mi voz sonara un poco tranquila, pero sonó dura y fría.

-Dime que no acabas de hacer eso- se acercó más a mí, sentía su mirada en mí y me tenté a levantarla, es más alto que yo.

-Oh, por supuesto que lo hice idiota- respondí viéndolo bien.

Se acercó a mi rostro, nuestras respiraciones ligeramente se mezclaban, oh Dios.

No te acerques, no te acerques.

-¿Por qué te estás acercando así a mí?- pregunté.

Observo como pestañea varias veces sin decir palabra alguna. Pasaron varios segundos y ninguno se separa de como estamos.

Cerca, muy cerca, él me mira a los ojos y yo lo hago también, sumergidos en un silencio completamente pacífico.

-Me haz dado una bofetada- dijo lentamente con la voz ronca.

Dios, haz que no me lo folle aquí.

-No me arrepiento-miré mis uñas-, te lo merecías- dije tranquila, mirándolo de nuevo sin separarme de esa mágica cercanía.

-Tendré que merecer otra- respondió con un brillo en los ojos lamiéndose el labio inferior.

Espera ¿Qué?

Fue acercándose más, muy lento, no sé por qué pero yo también quería acercarme más, nuestros labios rozaban.

¡¿Acaso el dueño de mis fantasías y mi Amor Prohibido iba a besarme ahora mismo?!

-No esta vez muchacho- respondió a mi pregunta mental Alice, la secretaria de George.

Para ese momento Edward y yo, teníamos los ojos cerrados, que fueron reemplazados por unos mirando a cualquier parte menos a nosotros.

Me giré quedando a espaldas de él; Sentía como la sangre subía a mis mejillas, exhalé el aire que contenía.. ¡Maldita Alice! pasé las manos por mi cara, tomé valor y miré a Edward, estaba tan ruborizado como yo.

¡Se ha ruborizado! ¿Qué sigue? ¿George jubilado?

-Alice- se limitó a decir Edward seguido de un suspiro y ojos cerrados-¿Qué sucede que sea tan importante para interrumpir .. -Edward buscaba una palabra para definir la muy gloriosa situación, o al menos para mí lo era- interrumpirnos- finalizó.

-Bonnet y tú pueden irse ya.. acaba de finalizar el castigo-dirigió su mirada a mi-, pueden seguir con lo que estaban por hacer fuera del Instituto Álamo, gracias- dijo sonriendo y se retiro.

¿De verdad acaba de decir eso? ¡Ella es la menos indicada de decir eso! ¡Joder!

Revisé en mi reloj la hora, y son las dos de la tarde, en treinta minutos tengo que estar en la pastelería, para retirar los encargos de los pastelillos con mi madre.

Apresuradamente tomé mis cosas, mientras pensaba una excusa del por qué estuve dos horas fuera de casa. Sonrío sabiendo que pasé dos horas hablando con el chico que tanto amo, siempre pensé que le contaría la triste historia de «La chica que nunca habló» a mis nietos, en definitiva éste es un muy buen día. Evitando la parte donde hablamos de mis senos.
Maldito Edward «increíblemente atractivo» House.

Guardaba todas las cosas en mi bolso todavía pensando alguna excusa, y siento una presencia detrás de mí.
Que sea un fantasma con buen perfume y no él, por favor.

Me di vuelta y él estaba allí parado con su cabello desordenado, sus ojos estaban clavados en los míos.

-Lo lamento Gabriela- se pasó la lengua por los labios.

Suspire apoyando mis manos en la mesa, mirándolo.

-Por haberte faltado el respeto; créeme que no quise ofenderte- continuó diciendo.

-Está bien, pero te diré algo-advertí- a ninguna dama le gusta que estén haciendo comentarios ni de sus senos, ni de cualquier parte de su cuerpo, a menos que ésta te lo permita; deja de ser tan cabrón y mejor sé un caballero el cual sepa respetar a las mujeres.

Me acerqué hasta quedar a pocos milímetros de él.

-Porque aunque seas el hombre más hermoso de éste planeta no encontrarás el amor jugando así-me separé-. El que juega con fuego se termina quemando.

Me separé y até mi cabello en una coleta medio desordenada, él no emitía palabra alguna, sólo me miraba y recogía sus cosas también, pensativo.

-Hasta luego, o eso creo- dije caminando hacia la salida del Instituto sin voltear a verlo.

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¡Hola!
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Mucho amor para ti que lees esto, Asdfghjklñ.

Un saludito a Marta!! 7atram7 , ajdakñ.

-M★

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