PRÓLOGO

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El viaje no ha sido demasiado largo. Las nubes se agolpaban en mi ventana recordándome todos aquellos sueños imposibles que he tenido que dejar atrás, aunque a medida que me iba alejando de mi tierra podía sentir cómo la ansiedad se iba reduciendo. Sé que no sirve de nada que me vaya. Sé que todo continuará igual allí, y que la decisión que he tomado no arregla nada, pero por primera vez necesito huir de mi propia vida, del dolor, de lo inevitable. Incluso me da igual ser una cobarde. Sólo quiero desaparecer.

Mi madre me abrazó en la puerta de embarque con lágrimas en los ojos mientras yo la repetía incesantemente que no debía preocuparse porque todo iría bien. Ambas sabíamos que las palabras que salían de mis labios no eran ciertas, pero parece que en algunos momentos hay que decir cosas así, palabras que calmen a la gente, que le hagan sentir mejor, aunque sean una burda mentira.

Lo único que sé con certeza en este momento es que mi vida se ha desmoronado por completo. En los últimos meses hubo instantes en que me encontraba bloqueada, tumbada en mi cama dentro de la habitación que había constituido mi hogar durante mi infancia, y me sentía tan perdida que no creí que fuera a poder soportar el abatimiento de lo que estaba por venir. La tristeza inundaba todo a su paso, me inundaba a mí, y me sacudía de tal modo que era difícil ver nada más allá. Mi alegría, mi felicidad y optimismo constantes se habían evaporado. No era capaz de reconocerme, y no era capaz de salir de aquella espiral en la que me había introducido sin darme cuenta. Nunca imaginé que una noticia pudiera cambiar toda tu vida en un solo instante, pero ahora sé que puede. Fue entonces cuando, en medio de mis cavilaciones en uno de los momentos más duros y lúgubres de mi vida, de repente se hizo camino hacia mí una imagen muy clara. Vi unos ojos azules que me hipnotizaron hacía apenas un año, vi un pelo oscuro y lacio que me atraía tanto como la primera vez, y observé dentro de mi mente aquella cara angelical, permitiendo al fin que los demonios de mi interior se durmieran. Fue el único momento de paz que había tenido en meses, y me lo había traído él. David. Sólo entre sus brazos podría calmar mi agonía, ahora le necesitaba más que nunca. Sin darme cuenta, dejé de llorar y me dirigí a comprar un billete de avión. No sabía qué iba a decirle ni qué podría decirme él a mí pero estaba segura de que necesitaba verle. Necesitaba huir de allí y volver a sentir la calma que me transmitía.

Así que aquí estoy de nuevo, en Madrid. Echaré de menos la playa, los atardeceres dorados aderezados con ráfagas de aire dulce, pero estoy convencida de que es lo mejor. A cada paso que doy estoy más segura. Esto es lo que debo hacer. Esta es la única forma de escapar de mi propia locura.

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⏰ Última actualización: Sep 06, 2015 ⏰

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