47. De vuelta

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Luzu.

Desperté junto a Frank, quien seguía durmiendo plácidamente.

Su rostro era tan delicado e inocente, que entraban ganas de corromperlo.

Sacudí la cabeza, de un lado a otro, queriendo creer que no había escuchado las palabras de mi subconsciente. No, no podía estar pensando en eso. No con Frank.

Me incorporé de la cama, quedando sentado sobre el borde del colchón, busqué mis calzoncillos y mis pantalones y me los coloqué de inmediato.

Abrí una de las puertas de mi armario y saqué una camiseta para cubrir los moratones que Samuel había dejado en mi torso. Aún dolían.

Salí de la habitación, encontrándome con Lana desayunando.



-Hi, Luzu! -saludó con la energía de siempre.

-Hola, Lanita. ¿Qué tal has dormido?

-Muy bien -respondió con una sonrisa en su cara-. ¿Y tú? -Movió un poco la cabeza, para mirar a su espalda y señaló una bandeja de galletas- Come las que quieras.

-Yo bien, también -Le sonreí-. No tengo demasiadas ganas de desayunar, pero me comeré un par de ellas. -Ella me dedicó una sonrisa sincera, mientras se terminaba su desayuno.

-Hoy tengo que irme antes a trabajar, ¿te encargas de que Frank desayune? -Se levantó de su asiento, colocó el plato y el vaso en el fregadero, se limpió la boca con una servilleta y se colgó el bolso sobre su hombro.

-Yo me encargo. -Lana se acercó a mí y me abrazó.

-Me alegro muchísimo de que estéis de vuelta. Os extrañé muchísimo.

-Yo también me alegro de que volvamos a estar los tres juntos. -Nos separamos para mirarnos y nos sonreímos.

-Luego os veo. -Se despidió con la mano, abrió la puerta y se fue, dejándome solo en la cocina. Cogí dos galletas y las comí, al mismo tiempo entraba en la habitación para despertar a Frank.

-Frank... -lo llamé- Vamos, despierta. Tienes que desayunar.

-¿Eh? -Abrió un poco los ojos, confundido y volvió a cerrarlos- Tengo mucho sueño, Luzu... Esta cama es tan cómoda...

-No puedo traerte el desayuno aquí. No me gusta encontrarme migas, luego, en la cama. -Se removió bajó las sábanas, y tras unos segundos se incorporó.

-¿Podré volverme a dormir después?

-Me lo pensaré -respondí. Empujé con suavidad el cuerpo del chico, para que se levantara y lo acompañé hasta la mesa-. Ahí tienes galletas. Y hay batidos en la nevera -Él asintió, desganado-. Voy a ducharme. Veré si puedo recuperar mi trabajo...



Fui de vuelta al cuarto, preparé la ropa limpia que me iba a poner y la llevé conmigo al baño.

Entré en la ducha, abrí el grifo para mojarme y a continuación enjaboné todo mi cuerpo. En ese momento, Frank se asomó para preguntarme si podía dormirse de nuevo. Quise que se metiera conmigo, pero me dijo que no le apetecía que si lo dejábamos para más tarde. Preferí no obligarlo, aunque sentí que debí hacerlo. Me había puesto cachondo que se apareciera de repente y ahora no me bajaba el calentón.

Una vez salí de la ducha, me sequé, me puse la ropa limpia, que había dejado en un pequeño armarito y me dirigí al salón para sentarme en el sofá un rato.

Me sentía molesto. Aún mantenía el ceño fruncido, y eso que Frank había desaparecido de mi campo de visión hacía bastante rato.

No iba a acostumbrarse a hacer lo que quiera. Aquí mando yo, no él.

Puse el televisor un momento, cambié de canales varias veces, sin pararme tres minutos en ninguno. ¿Qué le había pasado a la televisión? Ya no valía nada. Era mejor mirar las paredes, que ver la mierda que echaban. La apagué, enfadado, y solté el mando en la mesita de cristal, situada frente al sofá.



-Menuda mierda -murmuré-. Que asco de todo. -Me había levantado con la idea de ir a ver a mi jefe, del trabajo en el cual hacía tiempo que no me presentaba, para inventar cualquier excusa para que me dejara volver, pero ya no estaba de humor. Sólo quería romper algo.



En ese momento llamaron al timbre.

Me levanté, desganado, dispuesto a recibir a quien fuese. Esperaba que no fueran los típicos que llaman para venderte algo, eso no ayudaría demasiado a mi estado de humor... pero no. Precisamente no era un vendedor. Era Alex, el novio de Lana.

Los dos nos quedamos helados. Yo no me esperaba que él fuera aparecerse por allí, y él no esperaba verme, al menos no hoy, por lo que pude comprobar.



-¿Está Lana? -preguntó, sin ni siquiera saludar. Algunas personas carecían, totalmente, de modales- Tengo que hablar con ella.

-No. Resulta que hoy tenía que irse más temprano de lo habitual al trabajo.

-Ah -Fue lo que el chico bajito respondió-. Entonces, volveré más tarde.

-Oh, no. ¿Para qué más tarde? Puedes esperar a que venga.

-No, gracias... Mejor me acerco luego. -Dejó de mirarme y comenzó a moverse. Mi mano alcanzó uno de sus brazos y tiró de él, hasta meterlo en la casa.

-Quería ser educado, pero ya veo que contigo eso es imposible... -Alex tragó. Me miró y sacudió su brazo, hasta que logró escabullirse de mi agarre.

-¿Qué diablos haces? Déjame salir de aquí.

-Creo que tenemos algo pendiente tú y yo, ¿no crees? -Avancé a pasos lentos hacia él, al mismo tiempo que él retrocedía- Vamos... No tengas miedo...

-Gritaré si te acercas más. -Yo me encogí de hombros.

-Haz lo que quieras. ¿Quién iba a ayudarte? -Sonreí con frialdad. Alex, Alex... Siempre tuve ganas de abusar de tu pequeño y delgado cuerpo.

-¿N-no está t-tu amigo contigo?

-No -Mentí-. Y aunque estuviera... Créeme, no te ayudaría.

-Por favor... Puedes dejar esto ahora, y no diré ni una sola palabra a nadie. Lo juro. Sólo déjame ir.

-Creo que tampoco dirás nada si te hago algo... -El chico terminó chocando contra la pared, y yo lo acorralé, colocando ambas manos a cada lado de su cuerpo atrapado- Siempre me llamaste mucho la atención, pequeño... Y ahora te tengo de vuelta... Al final va a resultar... que nunca he cambiado...

Duros caminos del destino [Wigetta y Lutaxx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora