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Mientras ella dormía a su lado, él tomó su mochila.

Deberán buscar información para armar su árbol familiar lo más completo posible. Pueden pedirle ayuda a sus padres.
La tarea se entregará el próximo viernes y, los mejores, serán expuestos en la muestra de fin de año.

Ryan apartó el cabello del rostro de ella y le besó la frente. No había querido decírselo. Pidió una cita con la maestra por medio del cuaderno de comunicaciones y volvió a guardarlo.
Cuando Lea empezó a moverse inquieta, él se acostó a su lado y la rodeó con ambos brazos.
-Papi.-dijo bajito, aferrándose a él con fuerza.
-Acá estoy, reinita.-murmuró él.-¿Todo está bien?
-Tuve un sueño feo.
-Ya estás despierta, mi amor. ¿Ves? Nada malo va a pasarte. Estás conmigo.
-Yo quiero que me cuides.-dijo ella, bajito.
-Y voy a cuidarte, toda mi vida.-aseguró él.
-El tío Dick dijo que vas a viajar y voy a quedarme con él una semana.
-Si, yo... Iba a decírtelo, reinita. Es en dos días. Solo es una semana. Te juro que te llevaría pero tenes clase y no podes faltar.
Lea le dio la espalda y abrazó el oso con más fuerza. Su padre suspiró y acarició su pelo.
-Lea, por favor. -pidió.- Yo también estoy cansado.
-Entonces dejalo.-susurró ella.
-¿Y de qué vivimos?¿Queres vivir de piedras?-preguntó algo molesto.
-Si así puedo vivir con papá, si.-murmuró y él sintió que algo en su interior se rompía un poco.- Si de esa forma vas a volver, no me importa vivir de piedras.
-Reinita, te prometo que voy a volver rápido y voy a solucionarlo todo.

Los años pasaron. La habitación era la misma, Lea había cumplido los doce y estaba en la misma cama abrazando el mismo osito.
-Reinita, te prometo que voy a volver rápido y voy a solucionarlo todo.
-¿Esta vez va a ser verdad?-preguntó ella.
Su padre la hizo voltear. Había lágrimas en las mejillas de ella.
-Siempre me retas.-dijo él.
-Porque me mentís.-dijo ella.- Y ya no quiero que me mientas, papá. Al final, tenía razón la tía Maggie, la vida es una mentira.
Ryan palideció al instante y la miró con pánico.
-¿Cómo que la tía Maggie?
-Encontré unos cuadernos de ella hace unos años.
-¿No pensabas decírmelo? -preguntó enojado.
-Ibas a sacármelos.
-Por supuesto que iba a sacártelos. Y voy a hacerlo ahora mismo. Lea Larm, ¿cómo te atreviste a leer eso?
-Ni siquiera sabes qué dicen.-dijo ella y abrazó sus piernas.
-¿Qué ideas te metió tu tía en la cabeza?-gritó, completamente furioso.- Lea, estuve toda tu vida intentando mantenerte lejos de ella y me decís que...Leíste sus cuadernos.
-No tenían nada que yo no conociera.-murmuró Lea con lágrimas en los ojos.
-¿Qué? -preguntó él, cayendo de rodillas delante de ella .
-Que yo ya sabía todas esas cosas.
-Lea...
-No quiero que te vayas, papá. -lloró ella.- Ya no quiero que lo hagas. Cuando te vas... -su voz se apagó y él la miró alarmado.
-Reinita, estoy cancelando el viaje en este mismo momento. No hagas nada. No vos, beba mía.-acarició su rostro con ambas manos mientras las lágrimas caían por su rostro.- ¿Podes darmelos?
-Es inútil, papá. -susurró.-Están acá. -señaló su cabeza.

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