Capítulo XXXIV: "Sorpresa"

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            Las sensaciones adjuntadas se han convertido en incógnitas flotantes, incógnitas que su respuesta me es imposible de saber porque su conocedor ha desaparecido, ya han pasado tres meses desde la última vez que lo vi y aún lo sigo extrañando, no puedo olvidar sus facciones, sus gestos, sus expresiones, cada simple detalle de él me es difícil olvidarlo. Hace tres meses que abandonó la universidad, las malas lenguas insinúan una infinidad de cosas, yo no me he atrevido a preguntar, una vez Rydel lo mencionó hace un par de semanas y nos comentó que estaba de visita en Littleton en casa de un viejo amigo, solo eso se, nada más y con eso me deberé conformar, me prometí que lo olvidaría, que ya no valía la pena, en pocas palabras ya me rendí.

            Por los momentos las cosas iban a su ritmo normal, Anna ya había salido del hospital hace dos meses atrás, ya todo había vuelto a la normalidad entre ambas, Riker se había esfumado de igual manera que su hermano, su presencia era constante pero no su habla y Ellington no me volvió a tocar de nuevo el tema de Ross luego del desmayó de aquella tarde en las sillas metálicas de ese hospital. Los recuerdos de ese día se me hacen borrosos pero imposibles de olvidar.

               Luego de una semana atareada en la universidad el sábado se celebraría el cumpleaños de Rydel, sus amigos más cercanos en conjunto con su novio, el torpe de Ellington, le estábamos organizando una fiesta sorpresa en su pequeña residencia que ocupaba con Ellington, la cual comenzaron a ocupar ambos hace solo un mes atrás.

— ¿Globos rosados o morados? –preguntó Anna levantando el par de paquetes de globos en sus manos.

— Rosados –confirmé-, es su color favorito.

              Rydel y yo nos habíamos vuelto muy amigas en los últimos meses, prácticamente se había convertido en una hermana más y ya sabía la mayoría de sus gustos.

— Apuesto y ni te sabes mi color favorito –se cruzó de brazos Anna, arrojando la bolsa de globos al mostrador-, pero claro el de...

— Magenta y azul, pero no cualquier azul, sino azul turquesa –le interrumpí arrebatándole las serpentinas que sostenía-, ¿Decías?

              La chica pelirroja bufó por lo bajo y depositó en la caja todos los demás artículos que debíamos comprar, luego el chico cajero comenzó a pasar los productos por la maquina lectora de código de barras.

— Creo que ya no hace falta más nada –saque y revisé un lista que llevaba en el bolsillo trasero de mi pantalón.

— Claro porque como ella es ahora tu mejor amiga –rodó sus pupilas cafés-, no le puede faltar nada –comentó irónicamente.

— Son cien dólares –anunció el chico del otro lado de la caja.

             Saqué de mi bolso el dinero pedido y se lo pase al chico, mientras él sacaba la factura yo guarde todo en una bolsa plástica. El joven me entregó la factura y me sonrió amablemente.

— Gracias –sonreí, tomé el pedazo de papel y me encaminé a la salida con las bolsas en la mano-, podrías ayudarme, no lo sé, es una sugerencia quizás.

— Dile a Rydel que te venga a ayudar –comentó Anna para luego colocarse sus gafas de sol.

            Expulsé el aire que retenía en mis pulmones y cerré mis ojos.

— Deja la tontería, yo soy tu mejor amiga, además tú también te llevas excelente con Rydel, no entiendo ¿Cuál es el alboroto?

— Es la fiesta sorpresa.

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