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Era curioso. No era la primera vez que iba a casa de Izaya, pero le estaba costando la vida llamar al timbre. Llevaba al menos dos minutos ahí, mirando la puerta. Finalmente se armó de valor y presionó el pequeño botón. Casi al instante se oyeron pasos caminando hacia la puerta, luego ésta se abrió.

Izaya le miró un instante y luego se apartó para dejarle pasar.

La última vez que estuvo allí casi había acabado con la vida del más joven. Aquello le hizo sentirse extraño, aunque no parecía que éste le guardara ningún tipo de rencor. Tomó asiento y aceptó con gusto una taza de té. Tanta amabilidad por parte de esa pulga le hacía desconfiar, pero qué remedio tenía. Ojalá esta vez no intentara besarle ni nada por el estilo.

—¿Y bien? ¿Por qué no quieres?

La pregunta le tomó por sorpresa y estuvo a punto de atragantarse con el té. Sabía perfectamente a qué se refería.

—Es obvio, ¿no? No me gustas. ¿Por qué iba a hacer algo así contigo?

—Pero ayer tú también me besaste.

Shizuo apretó tan fuerte la taza que se hizo añicos en su mano. Izaya no movió ni un músculo.

—¿Qué esperabas? ¡No sabía cómo reaccionar!

—Pero piénsalo —Izaya se levantó y comenzó a andar por la estancia mientras hablaba—. Podrías haberme pegado... no, podrías haberme matado de un golpe si hubieras querido. Me tenías tan cerca, y sin embargo...

Sentía la ira hervir en su interior. Sabía a la perfección que aquel tipo estaba en lo cierto. De hecho él mismo se preguntaba por qué no le había dado ahí mismo la paliza de su vida. Estaba más enfadado consigo mismo que con Izaya.

—Fue una gran oportunidad, es cierto. Pero tranquilo, te mataré ahora mismo si es eso lo que quieres —se incorporó.

—Ah-ah —Izaya hizo un gesto de negación con el dedo índice—. Yo que tú no me levantaría tan bruscamente, Shizu-chan.

Aquellas palabras le dieron mala espina.

—¿Por qué?

—Aceptar un té de mí. Qué descuidado por tu parte —Izaya sonreía de medio lado.

—Maldito... ¿qué me has dado?

El moreno rió.

—Ah, nada de lo que debas preocuparte. ¿No sientes nada extraño?

Shizuo estaba de pie, muy quieto intentando percibir algo, pero nada. ¿Qué clase de droga podría haberle suministrado esa pulga? ¿Un calmante quizás? O tal vez...

Un agradable cosquilleo recorrió su cuerpo.

No.

—Malita pulga, cómo has podido...

—¿Qué pasa? ¿Acaso no se siente bien?

—Definitivamente te mataré aquí mismo.

A pesar de aquellas palabras, cuando Izaya avanzó hacia él, retrocedió.

—Puedo ayudarte a remediarlo, si quieres.

—¡No te acerques a mí!

Pero era tarde, estaba acorralado contra la pared. Izaya le besó. No fue un beso como los otros; lo hizo muy despacio. Sintió cómo su cuerpo se iba encendiendo al sentir la cálida y húmeda lengua de Izaya en su boca. Por culpa de los afrodisíacos que había ingerido, aquello le parecía realmente placentero. El moreno se separó de él y le miró un instante. Shizuo vio la curiosidad en sus ojos. Se hacía una idea de cómo debía verse en aquellos instantes. Sentía las mejillas sonrojadas. Mierda, mierda, mierda. Cuando el más joven volvió a besarle, correspondió. Se aferró con fuerza a su espalda y le apretó contra sí. Izaya se sorprendió y le apartó.

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⏰ Última actualización: Sep 07, 2015 ⏰

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