Parte 1 Sin Título

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Nos conocíamos desde hacía mucho tiempo. Años. Desde que teníamos cinco años, creo. La conocí en jardín de infantes.
Recuerdo que fue un día de lluvia. Ella llegó al jardín, y lo primero que me llamaron la atención fueron sus botas de lluvia color amarillo patito. Eran muy bonitas. Luego, las gomitas con las que habían atado sus trenzas castañas. Esas mariposas de brillantes colores me habían parecido muy bonitas, y lo primero que hice cuando se fue su madre, fue acercarme para mirarlas más de cerca. Ella me miró con mala cara, y se fue lejos de mi. Mi frustración fue algo impresionante, pues yo quería ver las mariposas. Cuando recuerdo este momento me parece gracioso, pero en el momento me pareció una cosa importantísima ver esas mariposas más de cerca.
Pasaron poco más de cuatro meses antes de que supiera su nombre, o se acercara a mi para hablarme. Cuando por fin lo hizo, me acerqué a ver las mariposas de sus trenzas, que parecían haberse encariñado con la niña, y por su gran amor se habían instalado allí para vivir, pues jamás la había visto sin ellas.
Nuestra amistad comenzó cuando llevé un juguete nuevo al jardín de infantes, un brillante autito rojo que había pertenecido a mi primo, pero este nunca lo había usado y me lo había dado a mi. Estaba nuevo, nunca lo había sacado de la caja. Lo abrí delante de todos los niños con mucha emoción. Todos me miraban con curiosidad, pero ninguno osó acercarse. Excepto ella.

Cuando por fin comenzamos a conversar y jugar más, ella se mudó frente a mi casa. Fue una completa casualidad, que no tenía nada que ver con nuestra amistad. Cuando ella me contó que vendría a vivir frente a casa, me sentí la persona más feliz del mundo. Podría jugar con ella todo el día.

Ciertamente, cuando Luciana se mudó, estaba todo el día en mi casa. En el verano pasamos todo el día en mi patio trasero, pues su casa tenía un patio muy pequeño.

Mi patio era enorme. Tenía muchos árboles, por lo que parecía un pequeño bosque, y tenía una hermosa pileta en el centro de él, el lugar donde más daba el sol. Tuvimos cualquier cantidad de aventuras en aquel jardín. Imaginábamos que éramos piratas, exploradores, seres mágicos, lo que nos viniera a la cabeza. Y cada aventura siempre terminaba con una zambullida en la pileta. Cuando jugábamos, imaginábamos que la pileta estaba llena de monstruos marinos, y nos desafiábamos a arrojarnos a ella. Yo la desafiaba a ella a zambullirse primera, alegando que no había monstruos. Ella nunca se animó. En el fondo, a pesar de que no era verdad, siempre tuvimos miedo de que de verdad apareciera un monstruo.

Mamá, al ver estos juegos, me compró un inmenso tiburón para utilizar en la pileta. Nuestros juegos se volvieron mucho más divertidos, y al tiburón le pusimos de nombre "Nemo" en honor al pequeño pez payaso de la película de Pixar.

Así pasó el verano. Entre helados medio derretidos, juegos muy imaginativos, una pileta llena de monstruos marinos inexistentes, y un permanente clima de juegos.

Cuando este terminó, comenzamos primer grado. Este lugar no era como el jardín de infantes, donde jugábamos todo el día. Aquí escribíamos, y debíamos estar sentados en una dura silla. Mamá y la mamá de Luciana decidieron que iríamos al mismo colegio, pues ambas tenían miedo que no pudiéramos adaptarnos. Yo no hubiera tenido problema en hacer amigos, pero mamá no pensaba lo mismo. Y la mamá de Luciana también.

Para mi fue perfecto, pues podía compartir mucho tiempo con ella. Nos ayudábamos mutuamente con las tareas, y con su ayuda aprendí rápidamente las letras. Más rápido aún aprendí a leer, y a contar hasta cien. Los maestros nos querían mucho, y siempre habíamos estado entre sus favoritos, aunque a veces charlábamos demasiado en clases, o no hacíamos las cosas.

Pero la mejor parte del colegio era el recreo. El lugar tenía un patio inmenso, lleno de árboles, y bonitos bancos de piedra.

El recreo era mi parte favorita del día porque podía fingir que todavía era verano. Podía fingir que estábamos en el parque de mi casa, jugando, las manos pegajosas por el helada que acabábamos de comer y se nos había derretido. Esos cortos quince minutos eran lo mejor.

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⏰ Última actualización: Sep 07, 2015 ⏰

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