Janviére no se creía nada de lo que había entrado por sus oídos.
Ni siquiera se sentía seguro de fiarse de ellos.
Le resultaba inverosímil todo aquello, y necesitaba un buen tiempo para procesarlo.
Luego de observar con quietud como Juno; la chica sin límites ni filtros mentales ascendía por las escaleras para atender el teléfono, él sólo se detuvo a tratar de asimilar.
Pero joder que no podía creer nada.
Tanto el relato que le narró como la repentina y sin sentido confesión le habían dejado con la mente en blanco.
Ni siquiera había ruido en su cabeza. No habían preguntas ni respuestas, ni críticas, ni exclamaciones, ni cuestionamientos, ni nada.
Fue hasta que se levantó de su silla en un movimiento brusco que el estallido de una mente neurótica le atacó como un grito, y posicionó sus manos como si estuviese a punto de rezar una plegaria contra su boca. Él no sabía cómo reaccionar ante lo inesperado...Era muy malo para todo eso, era muy malo para afrontar lo que le dolía, y era muy malo para incluso notar lo que él mismo sentía.
Para empezar; le resultaba absurdo que ella siendo tan... ella... pudiese fijarse en él de ese modo. Él que era tan insípido y carente de chispa. Él que poseía un sentido del humor tan genial como el de un muerto, y él que era más agrio que un limón.
¿Por qué a ella le gustaría eso?
¿Por qué a ella le gustaría eso? Se repetía. Quería saber al menos que podría tratarse de algo físico como sucedía con la mayoría de las chicas a su edad, pero para esa conjetura él tendría que tener algo primordial: atractivo. Y joder que no lo tenía. Era más feo que un murciélago y él estaba muy consciente de ello. Y pudiéndose en el mejor caso tratarse de personalidad... ¿En qué se pudo fijar ella?
Era una incógnita para él y si lo pensaba más le dolería la cabeza por pensar tanta estupidez. Como odiaba ser neurótico y pensar tanto un hecho tan nulo.
Janviére suspiró.
Ella jamás podría serle del todo indiferente aun si él lo quisiera. Sería más absurdo todavía negar que Juno no causaba ciertas cosas en él. ¿Y cómo no, si era dueña de esa personalidad tan única y realmente digna de admirar en tantos aspectos? ¿Y cómo no, siendo tan divertida y tan particular? Ella era lo que él jamás iba a ser; y eso era... ser valiente. A él le carcomía, porque le hacía recordar sucesos devastadores, que se dieron por causa suya; por su cobardía.
Ni siquiera se sentía merecedor de alguien tan puro como Juno.
Se dio un leve golpe en la sien como buscando reacción. Eso de degradarse a sí mismo tampoco era propio de él.
Pero después de tanta mierda vivida y hecha... era tan difícil de evitar.
Como era tan difícil evitar el hecho de que su confesión lo hizo feliz.
De verdad sorprendido también, pero feliz.
¿Debía pensar que había algo más que coincidencia obrando allí entre ellos dos? ¿Era razonable creer que existía un motivo detrás por el cual era Juno quien había llegado a casa de su abuela? ¿Era Juno la extranjera americana de la que su abuela tanto le habló?
Su cabeza dio tantas vueltas, pero sobre todo, porque había algo allí que le oprimía el pecho.
Recordó a Juno hablando de su abuela Fantine, quien no dudó en describir a la familia, y en platicarle de su hija.
Era algo muy propio de su abuela hablar con orgullo de todos ellos. Quizás Juno debió omitirlo y todo, pero él estaba seguro que su abuela no había perdido oportunidad en hablarle de él. Pues a ella le preocupaba mucho que él no tuviese novia. Temía que se fuese por "el otro bando"...
Rió por la bajo mientras se pellizcó el entrecejo, intentando creerlo.
Luego soltó un suspiro, al sentir el eco del dolor que le produjo el relato de la chica.
Janviére cerró los ojos con algo que no quería admitir que fuese pena.
Porque le dolió recordar a su madre.
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Quien quiere su mano ©
Misterio / SuspensoA poco tiempo de la competencia deportiva más importante de tu vida, todo parece marchar tan normal. Tus amigos, tu familia, tu vida... un poco disfuncional o fuera de lo común, pero nada que no sea ordinario. La llegada un chico tan misterioso como...